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La crónica de la jornada: Un camino al recuerdo

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Este domingo no solo trazamos senderos, sino que abrimos caminos al recuerdo


Junto a la estación de tren de El Espinar y dispuestos a escribir una nueva historia, nos encontramos: Andrés, Ángel, Enrique, Fer, Jesús, Miguel Ángel, Nacho, Rafa, Raúl, Santi y Alfonso. Algunos llegan oliendo a churros…

Para este día, decidí mirar atrás, hasta el origen. En enero de 2011, Fer se unió por primera vez a nuestras salidas, cuando este blog era apenas un cuaderno de notas. Aunque no estuvo en las primeras pedaladas, su historia se trenzó con la de los pioneros con naturalidad, y desde entonces ha sido parte esencial del grupo.

Catorce años después, la esencia sigue intacta. Fer ha vuelto una y otra vez, sumando vida a cada kilómetro. Con su carácter genuino, sin filtros, es capaz de sacarnos una carcajada o una ceja enarcada. Habla mucho, sí, pero siempre desde un corazón que no se esconde. Esa forma de ser, tan suya, ya es parte del paisaje emocional del grupo.

Con abrazos especiales para Fer, nos subimos a nuestras bicicletas para celebrar su reciente cumpleaños. Desde lo alto de la chimenea de la antigua fábrica de madera, tres cigüeñas nos ven partir.

Las previsiones no fallaron: el calor fue intenso, muy por encima de lo habitual. El trazado, seguramente ideado en días más frescos, se volvió exigente, pero ahora lo contamos…

En los primeros metros, la hierba, alta y reseca parecía querer engullirnos, mientras nos alejábamos de La Estación, enfilando hacia El Espinar. El calor iba en aumento, y, a pesar de ello, Fer no solo dirige al grupo, sino que además no para de hablar, de comentar, de explicar. Y se nota: se encuentra a gusto.

Cuando cruzamos junto a la finca de La Fuensanta el panorama cambia. La temperatura desciende lo suficiente como para agradecerlo y rodamos a la sombra por el Barranco Mellizo hacia las ruinas de la casa forestal de Las Lanchas.

Allí, entre piedras y muros que desafían en pie el paso del tiempo, hacemos una pausa. Un lugar singular por su silencio, por lo que fue y lo que queda. Nos agrupamos para la foto, esa que cada semana resume mucho más que una ruta. Y esta vez, el título surge casi solo: Sobre la Historia.

Reanudamos la marcha con un silencio que no incomoda, porque vamos pendientes del camino, de cada curva, de cada obstáculo… y del arroyo Goyato, que cada uno vadea de la mejor forma posible.

El que vadeamos ahora es el arroyo Gargantilla, que nos da paso a ascender hasta la pista forestal. La propuesta de Fer desde este punto es conocida: un sendero divertido, recorrido en muchas ocasiones y que siempre guarda su encanto. Pero el calor empieza a hacer mella, y ya hay voces que reclaman la posibilidad de coger agua.

El grupo se divide: Aventureros con reserva de agua por un lado y buscadores del líquido elemento reparador por otra. En el reencuentro, junto a arroyo Mayor, tanto los unos como los otros darán cuenta, con entusiasmo, de lo que los demás se han perdido. ¡Preciosos senderos…!, dirán unos. ¡Pues el agua fresca de la fuente de la Hiedra!, responderán otros.

Abandonamos de nuevo la sombra al dirigirnos hacia las instalaciones de Iberpistas en Gudillos. Un camino familiar nos aguarda: el ascenso por la “alfonsina”, que siempre nos pone a prueba con respeto y cariño. Avanzamos entre pinares y recuerdos de decenas de ascensos, con ese ritmo que solo se consigue cuando se pedalea entre amigos.

Alcanzamos el “camino del agua” que, curiosamente, no tiene ninguna fuente en su recorrido. Fer, siempre atento, se propone paliar nuestros calores con el aire de un descenso rápido entre pinos. ¡Ojo! Que el terreno está muy seco y la velocidad no perdona.


De nuevo tenemos por delante otro ascenso familiar, primo hermano, acaso más roto que de costumbre. Pero allá vamos, en busca del “pilón”, la fuente de los Aserraderos, allá donde nace el río Gudillos. Debe tener alguna obstrucción, pues apenas deja escapar un hilillo de agua por su caño. 

Aún así, Raúl se empeña en reponer su botija, convencido de que la paciencia hace brotar manantiales. Cada sombra se convierte en un oasis y cada fuente en un pequeño milagro.

Rodamos por caminos forestales, a la derecha, ahora a la izquierda… no hay pérdida, aunque intentamos mantener el ritmo. El grupo se estira, se encoge, se espera. Nadie queda atrás. A estas alturas, nos dejamos llevar por la costumbre, por la confianza, por ese saber compartido de que el final está cerca.

En el Cerro de Asperillas (1459 m) alcanzamos hoy el punto más alto de nuestra ruta. Pero ni aquí corre aire fresco, y el grupo, mientras se resuelve una leve avería, se apiña en apenas un par de sombras, como si quisiéramos fundirnos con ellas y desaparecer por un instante del calor. En esa parada breve, compartimos bromas, pero también silencios que dicen más que muchas palabras.

En otra época del año, puede que la ruta de hoy hubiera podido parecer poco más que un paseo. Sin demasiada velocidad, sin repechos extremos ni largos ascensos… Pero el calor ha hecho mella en todos, y cuesta disimular que en nuestras mentes ya se dibujan unas cervezas muy frías.


El cruce de Los Navazos marca el pistoletazo… ¿de salida? No, de regreso. Por un terreno que, a ojos ajenos, pudiera parecer complicado, pero que a nosotros nos invita a acelerar la marcha, a juguetear con cada curva, a volar sobre piedras que ya nos saludan a nuestro paso.

En La Estación se celebraba estos días FEMUKA. Las calles aparecen engalanadas con bellos adornos de colorido vibrante, y el sonido de tambores y tamboriles de las charangas parece celebrar nuestra llegada.

Fer preparó la ruta por su cumpleaños y nos invita a comer al finalizar. Un gesto generoso, como tantos otros que ha tenido a lo largo de los años. Si algo lo define no es solo su fuerza en las piernas, sino su constancia en el afecto.

Y así, entre platos compartidos, brindis sinceros y risas que aún conservan el polvo del camino, cerramos una jornada que fue mucho más que una ruta. Fue un reencuentro con lo esencial: la amistad, el paisaje, el recuerdo.

Gracias, Fer, por ser ruta, compañía y motivo. Que vengan más cumpleaños… y más caminos compartidos.

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