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Aventuras en La Pedriza: Un Día de Retos y Risas

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Hoy, ha habido quien ha dejado claro que, con tesón, esfuerzo y, sobre todo, con un inmenso orgullo, se consiguen grandes logros


Una mañana muy fría que invitaba a apagar el despertador y acurrucarse de nuevo bajo el edredón. En Cerceda, coches aparcados con una gruesa capa de escarcha, junto a los que iban aparcando los que, sin dudarlo, llegábamos con la calefacción puesta.

Como siempre, sonrisas y abrazos entre los que nos encontramos: Alberto, Ángel, Barri, Enrique, Ernesto, Juan, Pawel, Pedro, Rafa, Raúl y Alfonso.

Alberto, un placer, acabas de llegar y ya te hemos colocado el primero…???? ¡Ya sabes dónde nos tienes!

Intentamos ponernos rápidamente en marcha, necesitamos entrar en calor. Mientras unos avanzan, algunos nos quedamos atrás intentando resolver problemas de comunicación con unos walkies nuevos.

Ángel no para de tocar botones aquí y allá, esmerándose en lograr solucionarlo durante buena parte de la ruta, sin conseguirlo. Resultado: Habrá que leerse el manual al regresar a casa.

La Cañada Real Segoviana, antigua vía ganadera que siempre atraviesa paisajes llenos de encanto, ve avanzar a un grupo muy estirado. Pero el grupo se detiene y agrupa al llegar a puerta que da acceso al Chaparral de las Viñas y a un recorrido que particularmente me encanta.

Un sendero zigzagueante entre matorrales y piornos, divertido, y un descenso de fácil recorrido hacia unas peñas con vistas espectaculares. La foto de grupo es de obligado cumplimiento.

La ruta propuesta para hoy tendrá un 80-85% de pista rodadora, pero habrá tramos en los que Alberto, al parecer acostumbrado a bicicleta de carretera, y Barri, que ha decidido estrenar hoy una bicicleta de gravel, tendrán algunos contratiempos.

Después de la foto, seguimos descendiendo por la Ladera de las Viñas hacia el Río Samburiel, conocido también como río San Muriel o río Navacerrada, según la fuente que consultes, afluente del río Manzanares.

Nuestra ruta nos lleva por el Camino de Campuzano, que cruza la carretera de Cerceda a Manzanares. Ángel sigue atareado con su walkie. Más adelante, a nuestra izquierda, siempre se nos ofrece una fuente pilón en la que no recuerdo que nos hayamos detenido nunca. Sorprende ver muy poca agua deslizándose ladera abajo.

Nuestro objetivo es dar la vuelta a La Pedriza, dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, en el que nos adentramos a través de una puerta lateral, para izarnos hasta el Collado de Campuzano (996 m). Tendremos un tramo con una pendiente del 11%, pero la buena noticia es que no volveremos a superar el 10% después de esto.

Durante y al final de la ruta, más de uno pensará que hemos estado bastantes kilómetros al 9,99999%

Hay compañeros que marchan por delante, incluido Juan, que después de disfrutar de su e-bike durante bastantes meses, hoy ha decidido acudir con la bicicleta muscular que conserva y ponerse a prueba. Ignoramos si se trata de una promesa que ha hecho a algún santo de su devoción.

Tras alcanzar el Collado de Quebrantaherraduras (1080 m), pasamos junto a las zonas de aparcamiento de Canto Cochino y de Machacaderas, que ha debido ya cubrir el cupo de accesos, frente al monolito de la Puerta de La Pedriza, donde nos esperan para hacernos foto los que marchaban en cabeza. Ah, Juan no está, que va lanzado. O puede que sea el que ha hecho la foto.


Se puede decir que, ahora sí, comienza el largo ascenso, algo más de 16 kilómetros hasta el punto más alto. Va a ser imposible que intentemos mantenernos todos agrupados, así que es mejor que cada uno se marque su ritmo, con o sin compañía. 

Nos vamos a tomar un pequeño respiro junto al Puente del Francés (1210 m), sobre el río Manzanares. A Enrique le gusta apretarse, tiene fuerzas para ello, pero va a cumplir a rajatabla con las paradas que sabemos nos gusta realizar.

Hoy veíamos a Pawel con las mismas fuerzas de siempre en los primeros tramos superados, pero nos va a dejar sorprendidos a todos cuando decide ralentizar su marcha, tanto que va a quedar a cola del grupo. ¿El motivo? Hemos comenzado a ver numerosas orugas a cada metro que avanzamos, en hilera atravesando la pista o formando grupos compactos en pequeños montones por aquí o por allá.

Pawel sabe por experiencia que las ruedas de su bicicleta o de los compañeros que van delante pueden, al pisar las orugas, levantar pelos urticantes que flotan en el aire y, al contacto con su piel, producirle reacciones alérgicas nada agradables. Se tapa la cara con el pañuelo.

Ya muy avanzados, parada en el Mirador de las Losillas (1584 m). Estupendas vistas, algún gel, ver que todos vamos bien y ¡adelante!

Llevamos 24 kilómetros recorridos y se ofrece tentador por nuestra derecha el desvío hacia el Alto de La Nava (1963 m), con sus seis kilómetros extras, pero ya lo dijimos: Quedará pendiente para próxima ruta.

En una zona de respiro por descenso se encuentra la Fuente de las Losillas pero, curiosamente, no nos ofrece ni una sola gota de agua a pesar de que se la oye y la vemos correr por el suelo. Y más adelante, el Pino Albar (1551 m), catalogado como árbol singular. El pequeño descenso anima a apretar la marcha, pero todavía quedan duros toboganes que superar.

Pawel con el miedo en el cuerpo; Juan empeñado en cumplir su reto; Raúl sintiendo que hoy no es su mejor día, pero aguantando sin queja; Barri aprovechando los buenos tramos con su bici de gravel y dando charla a quien se le pone a tiro; Ángel sin dejar de dar vueltas a la cabeza sobre los walkies; y por delante, otros compañeros que apenas alcanzo a ver en las paradas.

Alcanzar el Puente de los Manchegos (1714 m), también sobre el río Manzanares, nos indica que atacamos el último repecho del día, el que nos lleva hasta el punto más alto de nuestra ruta: El Collado de los Pastores (1748 m), que a algunos de nosotros nos ha conocido mucho más jóvenes. Satisfacción por lo logrado, felicitaciones y sonrisas con el sol en lo alto, pero hay que regresar.

Prácticamente ya todo es en bajada, ojo a los frenos y a quienes podemos encontrarnos por la Umbría de la Garganta. Además, gran parte de la pista ha sido arreglada recientemente y las bicicletas se deslizan y vuelan más que ruedan.

El descenso es vertiginoso, solo me detengo para hacer alguna foto del valle. Sin apenas darnos cuenta, estaremos de nuevo a las puertas del Parque, en donde nos agrupamos sin contratiempos.

Juan ha seguido adelante, no quiere perder el ritmo mantenido de principio a fin y Ángel, se apoya en el muro de piedra y mira tranquilo hacia las montañas, ¿en qué piensas?... 

Arrancamos por el Camino del Cerrillo del Caño y nos desviamos hacia el Puente sobre Arroyo del Herrero, y la localidad de El Boalo que nos dice el ¡hola! y ¡adiós! más rápidos de la mañana.

El Camino de los Berrocales nos devuelve a Cerceda, a nuestro final de ruta y al encuentro de nuestros merecidos abrazos.

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