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Entre Amigos y Senderos: Una Aventura MTB en Navalafuente

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Los desafíos son los que hacen que la vida sea interesante y superarlos es lo que hace que la vida tenga sentido

Aquel grupo de amigos se esmeró en dejar a buen recaudo unas bicicletas que aún llevaban el barro del camino. Era momento de limpiarse el sudor de la cara y acudir a una nueva convocatoria, esta vez para comer juntos.



Unas horas antes…


La tranquila localidad de Navalafuente cobraba vida con la llegada constante de vehículos. Era fácil notar la ansiedad de sus ocupantes, cuyas sonrisas amplias no se disimulaban a través de las ventanillas.



Nos encontramos: Andrés, Ángel, Asanta, Enrique, Ernesto, Fer, Jesús, Juan, Luis Ángel, Pawel, Pedro, Rafa, Raúl, Santi y Alfonso. Como es habitual, hubo abrazos y saludos pero, esta vez, una emoción especial al encontrarnos con quien se ha acercado a pesar de no poder compartir ruta con el resto por su reciente lesión. Gracias, Luis Ángel.

Hoy, nuestro recorrido cambia el sentido de la marcha habitual. Lo dijimos: habría parajes conocidos y otros que descubriríamos juntos. Al dar las primeras pedaladas, creo apreciar que todos los presentes, no sé si han olvidado la anterior ruta, pero sí que se han recuperado de los esfuerzos realizados; no hay dolor.

No tendríamos la suerte de poder empezar por terreno llano. Desniveles entre el 5 y el 8% nos darían la bienvenida y conseguirán que entráramos rápido en calor por el Camino Arreturas, mientras nos izaban por una pista de piedras sueltas en busca de la primera chincheta del día, a 1140 m de altura y mostraban magníficas vistas.

Atravesamos una zona muy agradable que no conocíamos y que nos llevó por el camino de las Viñas, hasta la zona de los Barracones, un paraje que ya habíamos visitado, donde nos detuvimos sin reparos para reagruparnos y realizar una foto de recuerdo.

Pero ¡ay amigo! el fácil rodar se iba a acabar. A partir de aquí, las que hubieran sido buenas pistas para bicicleta de gravel, cedían el terreno a senderos de auténtico MTB que nos pondrían a prueba a todos los presentes. Superamos la segunda chincheta a 1169 m, realizando un bucle por el lanchar de El Pajarito, que todavía nos coge con mucho ánimo y fuerzas.

El arroyo de Navalengua y la laguna del mismo nombre, en un entorno muy agradable a la vista, nos ofrecen un respiro, pero enseguida darán paso a una sucesión de zonas de canteras, Los Navazales I, y lanchares de todos los tamaños.

Lanchas imposibles de esquivar o rodear se iban presentando en mitad de los senderos, obligándonos a pagar peajes por seguir adelante. Peajes a modo de esfuerzos continuos, atención extrema y alardes de habilidad y atrevimiento.

La mayoría llevábamos el track de la ruta cargado en GPS y, aun así, no íbamos a estar libres de sufrir algunos extravíos, ya sea por el cruce continuo de sendas o por la dificultad de seguir trazado por encima de enormes piedras mientras desviábamos la vista al GPS.


La marcha continúa en un sube y baja que parece no tener fin, que no permite la mínima distracción, que sigue poniendo a prueba a hombres y máquinas, y desaconseja detenerse para hacer fotos salvo en lugares contados de alivio

Cuando nos cruzamos con la M-610, todavía nos quedaba buena ruta por delante, pero temíamos que se nos echara encima la hora reservada para la comida. Hubo quien sugirió que algunos tomaran la carretera por la izquierda y regresaran rápido.

La decisión de seguir adelante y no partir el grupo resultó afortunada: la carretera hubiera conducido hasta Valdemanco, para luego tomar la M-633 y después estar muy atentos a desvíos hacia Navalafuente. ¡Uy, uy, uy!

Pues nada, intentamos forzar un poco la marcha y lo que nos encontramos ahora es una preciosa zona cerca de La Cabrera, por la Dehesa Roblellano, donde Ernesto, en un pequeño descuido, quedó apresado por una telaraña de zarzas de la que no hubiera escapado sin la ayuda de los compañeros.

Tomamos la carretera que conduce al Monasterio de San Antonio y San Julián, del siglo XI, en tiempos de Alfonso VI, con repechos del 10 y el 11%, jalonada con las cruces que marcan las 14 estaciones del Vía Crucis. Después de poco más de un kilómetro de ascenso, a 1189 m de altura, nos desviaríamos por la izquierda.

Por el camino del Reconquillo, en zona arqueológica de La Cabrera, cuyos primeros tramos se agradecen y alivian las piernas hasta llegar al collado de La Cabeza (1171 m). Pero después, ¡ay amigo después!

Una zona muy, pero que muy complicada para el descenso, que superamos con grandes dificultades y riesgos de caídas, montados o descabalgados, que afortunadamente solventamos sin consecuencias.

Más tarde, Enrique comentaría: “Hemos hecho tramos de auténtico enduro”

Cruzamos la M-610, desviándonos junto a la fuente de Juan de Redueña, para coger nuevos senderos en los que imprimimos bastante velocidad cuando pasamos junto a la enorme cantera de granito Los Navazales II, que actualmente es una reserva natural.

Estamos siguiendo senderos por la vera del Arroyo Albalá. Con tramos de bosque de ribera, con fresnos, chopos y sauces, y pasando junto a restos de antiguos molinos como el Cimero o el molino Bajero, en los que no nos fijamos a estas alturas de la ruta. Tampoco nos vamos a detener de nuevo en la Cascada del Cancho, sobre el arroyo de Caragüeña, pero allí seguía.

Al llegar de vuelta, caras de cansancio y de satisfacción, porque ha sido ruta difícil, pero que sufres y disfrutas a la par… y ahora, a comer.

No hay mejor regalo de cumpleaños que disfrutar de un día espectacular en la montaña, pedaleando junto a amigos increíbles y compartiendo después una comida llena de alegría y compañerismo. ¡Gracias a todos por hacerlo tan especial!"



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