Cuando el freno falla y la adrenalina sube, con AlfonsoyAmigos
La mañana estaba muy fría y húmeda, pero era el reencuentro de AlfonsoyAmigos en 2025. Todo podía suceder
A la
salida de Madrid todavía está amaneciendo, pero a medida que avanzo por la
carretera hacia el punto de destino, voy dejando atrás un cielo de tono rojizo,
salpicado de nubes caprichosas, tal vez anunciando un día especial.
El aparcamiento junto al Puente Medieval del Batán, sobre el Río Manzanares, ya nos resulta muy conocido a todos, de rutas pasadas e incluso de aquella a los postres de la pandemia. Me pueden las ganas y pienso que voy con mucho tiempo, pero al detener el coche, ya me parece ver a Pedro un poco más allá, y dos minutos después, llega Jesús.
Imaginé
que hoy no seríamos muchos, pues contaba con algunas bajas anunciadas, pero no
paran de llegar coches y, al cruzarnos los abrazos, todos los compañeros
parecen reflejar las mismas ansias que tengo yo.
Paso
lista: Barri,
Enrique, Ernesto, Jesús, Juan, Luis Ángel, Pawel, Pedro, Rafa, Raúl y Alfonso. Todos
preparando con premura sus máquinas, el último retoque a la equipación y encendido
de los GPS.
Ya
estamos listos, con los cascos ajustados, algunas mochilas cargadas con
auténticos talleres mecánicos mientras otros parecen haberlas olvidado en casa,
y las bicicletas engrasadas y listas para una nueva aventura.
¿He
dicho las bicicletas listas?
Sin frenos y a lo loco
El
freno trasero ya me falló la semana pasada. Pensé que se debía al desgaste de las pastillas y no tuve tiempo de revisarlas. ¡Mal
hecho! Ahora,
tengo que bombear varias veces la maneta para encontrar resistencia. Bueno,
aguantaremos cuanto se pueda, me digo.
No me
equivocaba, hoy vienen todos los compañeros con ganas de ruta, pues partimos a
muy buen ritmo a pesar de ser complicados los primeros senderos y trialeras. Alguno
intentará incluso conseguir el “doblete”: realizar la ruta y asistir a tiempo al
Metropolitano.
El
Río Manzanares nos acompaña durante unos kilómetros mientras avanzamos por
senderos sinuosos entre robles y encinas, siguiendo la Colada de las Huelgas
del Río Manzanares. A nuestra derecha dejamos las
ruinas de un antiguo molino.
Nos
acercamos a la Central Hidraúlica de Navallar, la primera en suministrar
energía hidroeléctrica a Madrid desde 1901, lo que supuso el cierre de molinos
y batanes. Y a
continuación, la Presa y el Puente del Grajal, levantado durante la
dominación musulmana de la Península Ibérica, entre los siglos IX y XI.
Nos
adentramos en caminos históricos, como el Cordel del Hoyo de Manzanares y el
Cordel de Cantalojas. Senderos antiguos, utilizados
durante siglos para el transporte de mercancías, nos trasladan a épocas
pasadas, seguramente muy duras.
Y
dura se me está haciendo la ruta, (no me lo había parecido en visitas anteriores)
sobre todo cada vez que encontramos un descenso largo y pedregoso o una zona
complicada en la que definitivamente se ha declarado en huelga mi freno trasero
y tengo que extremar la precaución.
Al
llegar el embalse de Entrearroyos, con sus aguas calmadas, Luis Ángel se
ha quedado atrás conmigo, y aprovechamos para hacernos unas fotos que
transmiten tranquilidad antes de iniciar la subida hacia el Alto Mogote, con
vistas espectaculares.
Pawel, ¡vaya pedal!
Antes
de tomar desvío, nos encontramos a Pawel agachado junto a su bici, aparentemente
tranquilo, pero forcejeando con algo. Ha
estado a punto de perder el pedal izquierdo, que se ha quedado suelto sin rosca.
En
unos minutos, la maña prevalece sobre la fuerza y consigue que el pedal
aproveche el último filete de la rosca.
El
descenso roto, senderos complicados, piedras y escalones han puesto a prueba la
habilidad de todos, sin duda, pero yo he estado a punto de salir de orejas
sobre mi bici en un par de ocasiones, en las inmediaciones de los Montes de
El Pardo. En el Puente de la Marmota, el grupo
espera a los que llegamos rezagados.
Enrique
aprovecha para despedirse de todos y partir en solitario, dispuesto a alcanzar
el segundo de sus retos. Los demás seguimos detrás,
pero a un ritmo más pausado.
Un nuevo
sendero, más técnico que los exámenes de física de época estudiantil, me infunde
miedo al avanzar, sin disponer de ese freno trasero que, de manera casi inconsciente,
nos ayuda a corregir trazado o a evitar salirnos del mismo. Veo
que los compañeros se adelantan.
Cambiamos
de entorno y, rodeados de dehesas, tenemos por delante, ahora por pistas
pecuarias, algo más de cinco kilómetros de ascenso continuo hasta las
inmediaciones de Colmenar Viejo. Nos
pegamos a las antiguas vías del tren para seguir avanzando, pero con bastantes
obstáculos porque la zona se encuentra en obras a tramos.
Una
nueva zona trialera nos espera al doblar por la Calleja de Navarrosillo
y “disfrutamos” con el recorrido por la clásica Colada de los Gallegos.
Ya en
los coches, tras 4 horas y media de ruta, con 34 kms recorridos, 710 metros de
desnivel acumulado y muchas, muchas zonas complicadas, pero veo sonrisas y
caras de satisfacción, ni una queja. ¡Bravo,
amigos!
Prometo
traer la bici a punto para el próximo encuentro… ¡jopeta! por la cuenta que me
tiene.
¡Que tengas mañana un feliz día, Luis Ángel!