La Garganta del Río Moros - Nos sentimos como en casa
Con una ilusión casi infantil, aguardamos ansiosos a que las hojas del calendario nos muestren el día 1 de octubre
Madrileños o segovianos, da igual, unidos por una misma pasión, nos reuníamos para el esperado reencuentro con la Garganta del Río Moros. Un trimestre de espera que se nos había hecho muy largo.
Afortunados
aquellos que, gracias a un pase, habían podido mantener sus visitas. Pero
para el resto de nosotros, este día era un regalo que pensábamos saborear con
intensidad.
Bajo
un cielo gris que intentaba empañar nuestra alegría, nos encontramos en el
lugar habitual y a la hora de siempre, cruzando abrazos con una emoción un
tanto especial: Andrés, Ángel, Barri (que bien
que hayas podido venir), Enrique, Fer, Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel,
Pawel, Pedro y Alfonso.
Iniciamos
la marcha desde la Estación de El Espinar hacia La Panera
A
medida que avanzábamos por este paraje de belleza tan particular, a mi mente
acudían recuerdos de leyendas leídas sobre la Garganta.
La Leyenda del Tesoro de los Moros
Se dice que, durante la Reconquista, los moros, ante la inminente derrota, escondieron un fabuloso tesoro en algún lugar de estas tierras antes de huir. Según la leyenda, el tesoro está enterrado en algún lugar cerca del río Moros, protegido por encantamientos y espíritus guardianes.
Este
botín ha sido objeto de búsqueda de innumerables aventureros a lo largo de los
siglos. ¿Quién sabe? Quizás,
entre las rocas y los senderos de la garganta que vamos descubriendo con cada
escapada, encontremos algún día, aún oculto, este legendario tesoro.
Rodar y rodar
Siguiendo
el trazado de una pista forestal donde sería difícil extraviarse, aunque se
tratara de tu primera visita. Que hemos recorrido decenas
de veces del derecho y del revés. Donde
puedes envolverte con parsimonia de la naturaleza que te rodea o apretar y
acelerar la marcha con el rápido pedaleo de tu bicicleta.
Éramos once en esta ocasión y cada uno pudo marcarse su propio ritmo.
Refugios con alma
Otra de
las historias que han enriquecido la rica tradición de la garganta son las de
los refugios libres, especialmente el refugio de Los Guijos.
Durante
la Guerra Civil Española, estos refugios sirvieron como escondites y puntos de
reunión estratégicos utilizados por los maquis Se
dice que, en las noches frías de invierno, se reunían alrededor de una hoguera
en el refugio, compartiendo historias y planeando sus próximas acciones.
Las
inscripciones en las paredes de aquella época debieron desaparecer hace tiempo,
no he entrado a comprobarlo. Pero el que sí ha detenido su
pedaleo por unos instantes y se ha acercado a examinar su interior ha sido el
amigo Barri, que me contaba con nostalgia que en sus años mozos llegó a pasar
noche, como excursionista, precisamente en este refugio, el de los Guijos.
Mientras
que otros, como el chozo Madrid, en un entorno espectacular, por su
belleza y tranquilidad, junto al arroyo de Gargantilla, fueron abandonados a su
suerte. Pero
no puede faltar nuestra visita, nuestro particular homenaje y fotos de recuerdo,
que recordamos de muchas otras ocasiones con vegetación exuberante o incluso
con la nieve y el hielo de fríos inviernos.
Un
otoño seco que se deja notar en el aspecto del paisaje que nos rodea, en los
arroyos sin apenas agua, en alguna fuente meramente testimonial y en un río
Moros que, casi agonizante, se deja vadear sin tener que mojarnos los pies.
Pronto
llegarán las lluvias y la garganta volverá a acicalar su aspecto.
Un
recorrido de 43 kilómetros, por pistas o caminos, con un desnivel acumulado
moderado, solo duro en momentos puntuales para afrontar algunos repechos que a
todos ha llevado al límite y siempre con apacible tranquilidad que ha dado
oportunidad de mirar a nuestro alrededor o al interior de nosotros mismos.
La
Garganta se ha alegrado del reencuentro, seguro, tanto como nosotros. No
dejaremos que pase mucho tiempo antes de una nueva visita.