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Gran estreno de la clásica española de la tierra y el olivo

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Ha nacido una hermosa iniciativa en el ciclismo español. Una clásica con identidad propia, mezcla de arena, olivos y asfalto en los océanos de aceitunas que inundan la provincia. 'Jaén Paraíso Interior' ha coronado su bautismo en el calendario de las bicis con un sabor muy del agrado de los aficionados. 192 kilómetros, cuarenta kilómetros de tierra, polvo y sudor, asfalto y olivos, circuito a la italiana, y varias subidas bien pronunciadas hasta completar 3.100 metros de desnivel positivo acumulado en casi cinco horas encima de la bici para los ciclistas. Un cóctel atractivo que remató un ganador de cierto nombre, el kazajo Lutsenko. A España ha llegado una clásica invención del actual seleccionador de ciclismo, Pascual Momparler. El director deportivo se ha inspirado en la carrera que ha seducido al personal en los últimos tiempos del ciclismo, la Strade Bianche, clásica italiana vigente desde 2007 que circunda los caminos blancos que recorren los cipreses de la Toscana y que acaba en el imponente Palio de Siena. Los últimos vencedores de la Strade Bianche (Van der Poel, Van Aert, Alaphilippe) han impulsado esta carrera, que ya tiene nivel World Tour, a ser candidata a ingresar como nuevo monumento de los símbolos del ciclismo, Roubaix, san Remo, Lieja, Flandes, Lombardía... La 'Jaén Paraíso Interior' gozó de esa sensación de libertad que procuran los caminos de tierra, lenguas de arena entre los olivos que regalaron estampas maravillosas para la televisión y el mundo visual. La tierra aporta otra sensación de esfuerzo, el polvo impone confusión y épica, y la mezcla con el asfalto genera un hechizo especial. Los cinco tramos de 'sterrato', 40 kilómetros sobr esta superficie, suponen un 20 por ciento del trazado total de la carrera. Por allí se deslizó poderoso el kazajo Lutsenko, un martillo pilón con apellido de lustre frente a la participación escasa de figuras para hacerle sombra. Lo intentó el podenco belga Tim Wellens, demasiado peso para tanta cuesta. Los jóvenes españoles Igor Arrieta y Raúl García Pierna (Kern Pharma) buscaron su cuota protagonista antes de que Lutsenko lanzase su derrote a treinta kilómetros y se adjudicase la prueba. Lo hizo sin agonía y sin emoción, dada la ventaja adquirida. En el podio se le entregó un trofeo excesivo, una gigantesca aceituna dorada como si fuera un adoquín de Roubaix, tal vez el detalle que más chirría por antiestético en esta clásica de potente futuro.
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