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Teresa Azcoaga, de la cadena de montaje al olimpo en una BMX

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La española Teresa Azcoaga es, con solo 24 años, un referente mundial de la BMX, una disciplina «extrema» del ciclismo trufada de piruetas y caídas –muchas caídas– que será olímpica en los próximos Juegos de Tokio 2020. Su ascenso ha sido tan meteórico como algunos de sus saltos y, en menos de dos años, esta vallisoletana, que forma parte del equipo internacional de ciclistas de Vans, ha logrado alzarse contra pronóstico como referente en un deporte acrobático de gran espectacularidad nacido en los suburbios y dominado durante décadas por estadounidenses. Hace pocas semanas, Azcoaga se coronó en Málaga campeona del mundo en la Vans BMX ProCup, donde se vieron espectaculares giros de 360 grados y vueltas completas en pleno vuelo. Recientemente también se impuso en el campeonato nacional celebrado en Madrid. Sin embargo, su mirada lleva meses apuntando a Japón, cumbre cercana de un camino que no ha sido fácil. Sus padres se negaron a comprarle una bicicleta cuando empezó a enamorarse de este deporte mientras su hermano –que no se dedica profesionalmente a ello– sí tuvo desde el principio su propia bici. A Teresa se la dio un amigo. Este es solo uno de los obstáculos que la joven ha tenido que sortear hasta poder dedicarse exclusivamente a su pasión. Hoy, Teresa sigue compitiendo gracias a una beca del Consejo Superior de Deportes (CSD) y a la ayuda que le brindan sus patrocinadores. No en vano, hasta hace un año la deportista, de mirada inocente y desparpajo en el trato, se pasaba 26 horas cada fin de semana trabajando en la cadena de montaje de una fábrica de coches de Valladolid para costearse su obsesión por la BMX. «Salía de trabajar, descansaba un día y me iba con mi coche a cualquier sitio donde pudiera montar. He sido totalmente autodidacta, aprendiendo a base golpes, golpes y golpes», explica con orgullo a ABC mientras señala cicatrices y un pequeño tatuaje con la pieza de una cadena que adorna discretamente su tobillo. «Me caigo y tampoco me importa, para mi las lesiones no son un problema. Cuando estoy volando en un salto me siento libre y alegre», añade. El gran reto de Teresa, como el de muchos otros deportistas patrios de disciplinas «urbanas», es que en España haya más lugares en los que entrenar, porque ahora brillan por su ausencia, y los deportistas, tratados como estrellas en otros lares, no se ven forzados a esquivar policías y ordenanzas municipales. Todo ello les pone en franca inferioridad ante los competidores estadounidenses, que cuentan con un sinfín de medios e infraestructuras para perfeccionar unos saltos y piruetas que dejan boquiabierto a cualquiera que se cruce con un grupo de ciclistas BMX. «Para nosotros es muy difícil coger algo de nivel», confiesa Teresa, quien, no obstante, promete estar dispuesta a dejarse la piel, literal y metafóricamente, en los Juegos de Tokio con un deporte que se prepara a nivel global para un gran salto que, además de la BMX, consagrará otras disciplinas como el surf o el skate en el olimpo nipón.
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