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La culpa es de Cacao, no de los votantes ni del beisbol

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El emergente 
Ignacio Serrano

Resultado de imagen para jesus valdezEl premio al Jugador Más Valioso de la LVBP quedó desierto. Fue la decisión de Numeritos Gerencia Deportiva, empresa a cargo del galardón. El comunicado oficial fustigó a Jesús Valdez, descalificado por dopaje, y sostuvo que la medida fue difícil, pues implicó un largo e intenso intercambio en el comité asesor del premio, formado por siete personas.

Es cierto. Podemos revelar, sin que sea una infidencia, que la votación quedó 4 a 3, reflejo de la misma diatriba que ha vivido la fanaticada entre declarar la vacancia y buscar un nuevo ganador.

Este columnista tiene el honor de ser miembro de ese comité, deferencia que agradecemos.

En esa búsqueda de salidas ante la encerrona del Cacao, defendimos la propuesta de seleccionar un nuevo Más Valioso, bien fuera a través de otra votación o proclamando como vencedor a quien llegó segundo inicialmente, Henry Urrutia.

Queremos explicar hoy por qué insistimos en esa tesis, finalmente derrotada.

El dominicano merece un castigo. Está bien que se le suspenda y que su nombre sea borrado del cuadro de honor. Nadie encontrará a alguien más exigente que este periodista en la lucha contra el dopaje en la pelota criolla. Pero dejar vacío el reconocimiento más importante de nuestro beisbol no sólo implica una sanción al slugger en desgracia.

Dejar el premio desierto también castiga a todos los que jugaron limpio y aspiraban legítimamente al trofeo. No pudieron ganarlo en buena lid, por la trampa de Cacao, y tampoco tuvieron la oportunidad de competir en una nueva elección, ya descartado el transgresor. En vez de sellar esta historia con la amarga conclusión de un extrañamiento, proponíamos terminarla exaltando a alguien que, habiendo jugado limpio, reuniera los méritos para ser aclamado. El quisqueyano no fue el único buen jugador de la 2017-2018 y los exámenes demostraron que sus principales contrincantes compitieron bien. Eso merecía ser tomado en cuenta. Era el triunfo definitivo de lo bueno sobre lo censurable.

Uno de los miembros del comité agregó un segundo argumento de peso: al quedar vacía la vitrina del Más Valioso, el torneo todo quedó signado por la trampa de Valdez. Esa es la firma, su capítulo final, siendo que hubo muchos otros protagonistas e historias felices que recordar.

Queda otro asunto que este columnista considera necesario expresar: a diferencia de lo que el admirado Fernando Arreaza sostuvo en su columna, no creemos que los analistas tengamos que pedir perdón por haber votado por el toletero derecho.

Nuestra obligación es remitirnos a dos hechos: buscar al jugador de más impacto y escogerlo entre quienes sean elegibles.

Valdez fue declarado libre de culpa por su negativa en diciembre y el resultado de la prueba de orina se conoció en febrero. Es un riesgo que se correrá siempre, pero toda persona es inocente hasta que se pruebe lo contrario. ¿Cómo habríamos quedado si no hubiéramos apoyado su candidatura, debido a las sospechas, y que al final hubiera estado limpio?.

Regresemos a los hechos: la liga anuló en diciembre el procedimiento inicial en su contra, con el apoyo de todos los equipos. Se argumentó entonces que el reglamento podía interpretarse a favor y también en contra de jugador. Pero de inmediato se ordenó la apertura de otro proceso. Y mientras ese otro procedimiento no tuviera un resultado, era obligación de todos presumir la inocencia del reo. No importa lo que se piense, sino lo que es demostrable. El mundo civilizado ha construido su sistema de justicia sobre esas bases, a sabiendas de que es preferible que se escape un culpable a que sea condenado un inocente.

Como sucedió en el pasado con Alex Cabrera, cuando ganó la Triple Corona, sus estadísticas obligaban a escoger su nombre, cruzando los dedos para que no fuera un tramposo (ya después del positivo de Cabrera en México, este periodista no apoyó su siguiente nominación, la última que ganó en la LVBP, al haber pruebas de que había jugado irregularmente. Pero esa ya era otra historia).

No podemos guiarnos por rumores, sino por hechos. Para bien y para mal. Y hasta enero, persistía la inocencia de Valdez. 

Ya sabemos que fue un tramposo. La noticia explotó en febrero. Pero la culpa de eso es de él, que decidió transgredir las reglas, no de quienes votaron como debía ser.

Columna publicada en El Nacional, el sábado 24 de febrero de 2018. 
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