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Historia de superación: De estar en prisión con 130 kilos a ser atleta de triatlón de alta competición

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Se llama Juan Miguel Esteban y tienen una gran historia de superación. Era preso por «un error que cualquiera puede tener en la vida» y por espacio,de siete años aprovechó el tiempo. Este mes de mayo corre el triatlón de Lanzarote y dará una conferencia para reclusos en la prisión de Tahíche. Esteban encontró en el deporte una salida a su reclusión. Tenía un peso de 130 kilos porque era culturista y comenzó a dar vueltas en un campo de fútbol sala de 120 metros cuadrados. Poco a poco se sintió fuerte y, con mucha disciplina, comenzó hasta correr tres horas seguidas. No había otra cosa que hacer que entretenerse en algo. La prueba de Lanzarote no es un entretenimiento. Es durísima y forma parte del circuito internacional de Ironman. Hay que recorrer en las tres modalidades 180,2 kilómetros. Espera que sirva para que otros presos sepan que hay vida más allá de las cuatro paredes de la celda. «Hay que tener fuerza de voluntad y sacrificio, todo es porponerlo, no hay que tener excusas porque hay gente que está encerrada y corren. La gente que está fuera, diciendo que no tiene GPS, no tienen valor, y hay pensar que hay gente que está tirando para adelante», afirma a «Maratón Radio» Juan Miguel Esteban. Espera que la prueba de Lanzarote será un ejemplo para que otros reclusos se animen a afrontar objetivos Recuerda el apoyo de otros presos como Juan, Iván, Álex, Quique, familiares como sus primos Carlos y Jesús. «Quiero decirle a la gente que está encerrada que luchen por sus objetivos porque si yo he podido, puede hacerlo cualquier persona». Agrega que para cumplir retos en la vida «no hace falta obsesionarse» pero el deporte «sirve para conseguir objetivos, como en la vida real» porque «en prisión hay gente buena» y que «hoy en día cualquier persona por una multa de tráfico puede verse ahí». Disciplina Es entrenador personal y asesor en nutrición deportiva a diferentes niveles. «No he tenido medios, auque sí apoyo desde fuera, e intento que la gente aprenda además de los resultados». ¿Cómos se hace este hito de pasar de 130 kilos a correr tanto? Los dolores articulares le produjo callos, como la vida misma. Cada 20 minutos, cambiaba de sentido. Pero eran horas y horas dando vueltas. Sin materiales. Le ayudó un primo que, cuando podía, le mandaba algunas zapatillas. «Le podía hacer 4.000 kilómetros a unas zapatillas sobre hormigón». Y eso sin relojes que controlen pulsaciones porque en un centro penitenciario eso está prohibido. Cuando salen callos en la prisión «De tanto giro, mis plantas de los pies se destrozaban. Y con una maquinilla de afeitar me quitaba los callos; con las plantas de los pies en carne viva, entrenando, y corría, hasta que aguanté», recuerda Esteban, que destaca el respaldo de los servicios de enfermería de su prisión. La dieta en el comedor era otro problema. Limitaba la combustión y hacía malabarismos para equilibrar los nutrientes. En una prisión no hay tienda alguna de suplementos alimenticios, Las vitaminas, nada artificial: «con fruta que encontrar se buscaba la vida. Una prisión no es un «buffet» de un hotel. Hay lo que hay. Empleaba sus días de permiso para correr en nombre de la prisión en competiciones oficiales En una prisión tampoco hay cuidadores médicos especializados para atletas. No hay fisioterapeutas. Todo era artesanal. Nunca tuvo en esos siete años un masaje profesional. Pero lo superó. «Estando ahí dentro hubo funcionarios que me apoyaron, y me preparé para una maratón en la misma prisión, y así fue en 2014 en Madrid, y en 2015 lo terminé en dos horas y 23 minutos», recuerda Esteban, emocionado que recibía instrucciones por carta de su entrenador. El periodista Alex Calabuig le apoyó en todo el reto. Le hizo un reportaje que tardó seis meses por las restricciones en los calendarios de visitas. Calabuig le propuso bajar tres horas la maratón de Valencia. Y a dos kilómetros de la meta, tuvo un calambre. Pero hizo tres horas y tres minutos. Desde entonces, no para otras en carreras internacionales como la maratón de Sevilla o Estambul: tres horas y seis minutos. Ha cumplido con el mandato judicial que se le impuso y ya corre al aire libre, por mandato de la vida.
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