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La reconstrucción completa de Paula Badosa: de la depresión al cielo

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«El camino ha sido difícil, pero con trabajo duro, ilusión y fe llegó su recompensa. Nunca dejéis que nadie os diga que no podéis lograr algo. Y si es así, demostradle lo contrario. Hoy he cumplido uno de mis sueños, jugar la final de uno de los mejores torneos del mundo…», escribía Paula Badosa horas después de conquistar Indian Wells, un mordisco de los grandes en la historia del tenis. De sus palabras se desprende mucho de lo que ha habido antes de llegar a ese beso al trofeo. Aunque solo ella sabe todo lo que hubo.

Badosa, nacida en Nueva York por casualidad -sus padres estaban trabajando allí-, fue una tenista deslumbrante en las categorías inferiores, un talento precoz que conquistó el planeta tenis con 15 años, campeona júnior de Roland Garros. Pero la cabeza todavía no estaba al nivel de su tenis y los focos cegaron su proyección. En lugar de disfrutar del juego, solo veía la presión que se ejercía sobre ella para que siguiera ganando. El tenis es, quizá, el deporte más cruel en ese sentido, pues apenas han pasado unas horas desde el triunfo y puede llegar el fracaso en la primera ronda del siguiente reto.

«Pasé por momentos de ansiedad. No tenía ganas personal ni profesionalmente de hacer nada. Perdí la ilusión de jugar al tenis. No disfrutaba nada», resumía en un vídeo compartido por redes sociales para dar voz a una angustia compartida por muchas raquetas, y no raquetas, pero que pocas veces se decía en alto. «Quizá se me veía con futuro, pero yo no lo veía. No me creía que podía estar ahí de verdad», recordaba.

Ante los dos caminos que se presentaban: cabeza o corazón, Badosa eligió el segundo. Porque el tenis estaba allí, y también las ganas. Solo, como si fuera fácil, se necesitaba disipar las nubes negras que impedían que soltara la mano. El tenis es, quizá, uno de los deportes más mentales, capaz de hacer que se pierda un partido porque los automatismos caen en fuerza y efectividad si la mente no acompaña.

Cambió muchas cosas, alimentación, entrenamientos, disciplina, profesionalidad, para no cambiar lo que la había hecho un nombre en el planeta tenis: su estilo de juego. Ese lo ha ido potenciando con diferentes nombres en el banquillo, como Xavier Budó, Javier Martí o Jorge García, su acompañante en este torneo, mucho coraje y, poco a poco, resultados que cimentaban su nuevo presente.

En 2020, un curso para confirmar los pasos, y eso que todavía compatibilizaba los torneos ITF (un rango inferior al circuito profesional) con los de la WTA para coger rodaje, puntos y confianza. Pero después de la pandemia encontró unas semifinales en Turquía y en Roland Garros un tenis y una mentalidad que la llevó a los octavos de final. Más allá de aquellas lágrimas de felicidad que dejó en la toalla, sin poder creérselo casi, fue la mejor confirmación de que volvía a ser la Paula Badosa con el brillante presente y futuro por llegar. O mejor aún, era una Paula Badosa mucho más fuerte que había arrinconado a los fantasmas y ahora solo quería disfrutar.

En 2021 comenzó a pasárselo bien del todo: semifinales en Charleston (WTA 500), semifinales en el Mutua Madrid Open (WTA 1.000), título en Serbia (WTA 250), cuartos de final en Roland Garros, octavos en Wimbledon, cuartos en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, cuartos en Cincinnati y título en Indian Wells.

«Tengo memoria y sé lo que ha pasado. He tenido que trabajar mucho y pasar por momentos de depresión, de estar tratándome. Me costaba mucho el tenis. Ahora estoy disfrutando fuera de la pista, estoy trabajando mucho. Viajo con las mejores del mundo, que es lo que he querido desde pequeña, cuando gané Roland Garros júnior. Quería estar aquí y eso me hace feliz. Ganar me hace cumplir sueños, pero ya poder estar viviendo esto lo es todo para mí»,

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