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Margot Llobera renueva su sueño por el Dakar

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Por una decisión familiar, el apellido pasó de ser con 'uve' a ser con 'be', pero la unión que mantiene con el Dakar es el mismo. Si Albert Llovera disputó seis carreras, y no pudo con la séptima por la pandemia, su sobrina Margot Llobera aspira a tomar la salida en la edición del curso que viene. Para ello está trabajando a conciencia, en ese sueño familiar que le inculcó el tío y que mueve su día a día. Aunque Margot ha pasado por un sinfín de deportes, escalada, bici de trial, tenis, baloncesto, maratón de montaña e incluso formó parte de la primera selección femenina de fútbol de Andorra, el Dakar fue lo que consiguió que volviera a sentir la adrenalina de la competición. Esa meta que se marcó cuando, estudiando Ingeniería Industrial en Barcelona, el deporte pareció apagarse para ella porque el gimnasio no era nada parecido a la naturaleza que tenía en Andorra. «Mi madre me regaló un año de entrenador personal y me preguntó ¿cuál era mi objetivo? A mí lo que me motiva es el Dakar», comenta la piloto a ABC. No había otro, claro, porque Margot ha crecido con las anécdotas que le contaba y le cuenta su tío. «Es un sin parar, y siempre pienso 'tiene que ser brutal', por eso quiero vivirlo». Y eso que se planteó como un proyecto a largo plazo -«no sabía ni cambiar de marchas en ese momento»-, se volvió una forma de vida. Todo gira en torno a llegar a esa salida. «Me gusta la sensación de perderme, de solucionar problemas en las dunas. Quiero navegar, ver cómo me manejo. Esa búsqueda de sensaciones. No me veo en una oficina, quiero saber lo que es vivir esto». Aunque Margot, 24 años, ya lo ha vivido, aunque sin correr. Ella con labores de prensa, coincidió con su hermana Alexia, que era ingeniera de Telemetría en el equipo Mini. «Y no tiene nada que ver lo que te imaginas con lo que vives allí», confiesa.<iframe height="286" src="https://www.youtube.com/embed/ngZWtBBe2x8&t=6s" frameborder="0" allowfullscreen style="width:100%;"></iframe> Es consciente de la dureza de la empresa. Y de que suele ser una competición que premia la veteranía por encima de la juventud. «El dakar es una carrera a la que vas cuando ya lo has hecho todo. O gente que ha ahorrado toda su vida o gente con mucho dinero y va a allí directamente. La edad media será de 40 años para arriba. Pero yo creo que es un tema de estar preparado. Y hemos trabajado con psicólogos para prepararnos. En esa incertidumbre de no saber cómo vas a reaccionar cuando te caes o cuando te pierdes». «Soy de físico más bien explosiva, pero siempre escojo deportes de larga duración. Busco esta dificultad psicológica. Te tiene que gustar este sufrimiento y este desafío mental», continúa. Tiene la cabeza casi 'programada' para la aventura. Con todas las situaciones analizadas en su mente. «Son muchas cositas: la navegación, vamos sin gps con un papel, la parte física, la nutrición, la hidratación, la concentración. Tienes que ir a un ritmo medio alto para que no te pillen los camiones, gestionar los nervios, descansar lo mejor posible. Te pasas todo el año preparándolo y más o menos está controlado, también la mecánica. Lo que nos va muy bien es hacer carreras porque no sabes cómo vas a reaccionar», explica. Porque, además, para entrar en la carrera del Dakar es obligatorio tener un currículo que convenza a la organización de que estás preparado para afrontarlo. «Es imprescindible hacer una carrera de las Dakar Series. Comencé hace un par de años y desde entonces hemos hecho pasos gigantes. Y muy tranquila. No son tan duras como el Dakar, pero te mides con gente amateur y con gente que ha terminado el Dakar. Te comparas y ves que tienes nivel para terminar tú también». Confiesa, no obstante, que también ha tenido algún susto que ha transformado en experiencias de aprendizaje. «Si te pasa en un sitio que no es el Dakar, luego se puede gestionar mejor». Para lo que no ha podido prepararse es algo que nada tiene que ver con las dunas: la gestión de los patrocinios. A pocos días del Dakar 2020 se quedó sin dorsal. La decepción más grande. «Es la parte más dura. Lo difícil es llegar a la línea de salida. Para la meta ya estoy preparada, pero esto... Para la carrera te entrenas cada día y muchos años, pero la financiación no es parte de ti. Es difícil de gestionar porque forma parte del deporte, pero no es deporte. Hacemos planes de comunicación específicos, nos lo curramos una barbaridad. Es largo, difícil, te tienes que adaptar. A mí no me pagan por correr sino por dar una imagen corriendo. No soy profesional así que vamos mucho más allá del resultado», explica. Pero, repite, no tiene derecho a quejarse. Va a seguir intentándolo porque es lo que lleva dentro y lo que le indica el apellido. Mientras, conoce de primera mano las dificultades que hay con los pies en el suelo. Durante la pandemia se arremangó para ayudar a la Cruz Roja en el reparto de comidas. «La última prioridad en esos momentos era entrenarme o competir. Fue una experiencia impactante porque era cuando todos estábamos encerrados. Al principio te decías 'ya pasará'. Y sales a la calle y te lo encuentras de cara: vacías las calles, entregas comidas con gente mayor o que ha dado positivo. Y muchos de ellos ves que lo que necesitan es hablar». Ya de vuelta a la competición espera hacer un buen papel en la Copa del Mundo de bajas, además de alguna carrera de enduro en Cataluña. «Y alguna BTT, en Mongolia, si todo va bien». Todo centrado en conseguir ese dorsal con el que seguir la tradición familiar de un Llovera/Llobera en el Dakar.
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