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Álvaro Robles, medallista a ritmo de flamenco y reguetón

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La sonrisa de Álvaro Robles (Huelva, 1991) atraviesa la línea teléfonica y llega clara. Meridiana. El español irradia felicidad cuando atiende a ABC desde el aeropuerto de Budapest, ciudad que quedará para siempre marcada en su corazón. Allí conquistó ayer la primera medalla española en un Mundial de tenis de mesa. Un deporte dominado por asiáticos en cuya final de dobles se coló el español junto a su compañero, el rumano Ovidiu Ionescu. Plata histórica que sabe a oro, porque por encima solo quedan ya los chinos. «Palabras mayores», como él mismo reconoce, feliz antes de regresar a casa. El idilio de Robles con el tenis de mesa nació cuando tenía 9 años, cuando su hermano le regaló una pala y le invitó a probar el deporte que hoy en día acapara su vida. Siendo un chaval, decidió que debía emigrar a Alemania para mejorar y allí pasó casi ocho años. «Esta medalla compensa todo el esfuerzo y el trabajo que he hecho durante estos años. He cumplido con creces el sueño por el que dejé mi casa. Esta alegría me da alas para seguir creciendo y mejorar», afirma Robles, que con veinte años puso rumbo a Alemania poniendo dinero de su bolsillo. Años complicados, lejos de la familia, en los que su única obsesión era mejorar y mejorar. Pasos cortos en la dirección correcta. En su exilio conoció a Ovidiu Ionescu, su cómplice en esta medalla histórica, cuya historia es muy parecida. «Lo conocí cuando llegué a Alemania. Él llevaba allí un tiempo, en el centro de entrenamiento, y pronto nos dimos cuenta de que nos compenetrábamos muy bien. A diferencia del tenis, en nuestro deporte tenemos que darle a la pelota de manera alternativa cada componente de la pareja, lo que hace que la comunicación sea más importante todavía. Cualquier error te hace perder el punto», explica. En el Mundial, ambos han rendido a un gran nivel. Incluida una final que perdieron claramente (4-1). «Sabíamos que ante los chinos iba a ser casi imposible. Aún estamos lejos de su nivel, pero el margen se estrecha. Habíamos estado cerca del podio en el anterior Mundial, pero esto supone derribar una muralla. No es un milagro, porque Álvaro ha trabajado como un animal para conseguirlo», señala Víctor Sánchez, seleccionador nacional, uno de los que mejor conoce al andaluz y el que más orgulloso miraba hacia el podio ayer. «Ahí arriba se me han juntado muchas sensaciones. No sabía ni qué hacer. Miraba a mi lado y veía ahí a Ma Long, que es uno de los más grandes de la historia, y yo estaba ahí con él. Increíble. Eso me lo quedo para siempre. Ni lo hubiera imaginado antes de viajar a Budapest», afirma Robles. Cumpleaños y lentejas Para triunfar en el tenis de mesa hay que ser metódico. Hacer largas repeticiones para pulir la técnica y anticiparse al rival. Por eso, Robles ha aprendido a trasladar la mecánica a su rutina prepartido. «No tengo manías, pero sí que me gusta hacer siempre lo mismo antes de cada encuentro. Sobre todo si me ha ido bien antes. Me pongo mi musiquita para venirme arriba, preparo la ropa que voy a utilizar y coloco el plátano o la barrita que voy a comer durante el partido», señala. En Budapest, ha ganado al ritmo de «Giant», la canción que ha hecho de banda sonora. «Lo que más me gusta es el flamenco, que siempre ha estado muy ligado a mi familia, y el reguetón, pero Ovidiu me habló de esta canción antes del Mundial y ha sido con ella con la que hemos ganado», señala Robles, que este año se trasladó a vivir al Centro de Alto Rendimiento de Madrid y que cumplirá años mañana. «Quiero celebrarlo en casa, con mi familia y mi novia. Cuando llegue a Huelva quiero comer unas lentejas de mi madre y unos pimientos rellenos de mi suegra». Deseos mundanos de un campeón que ha hecho historia para el deporte español. Un futuro prometedor Mientras Robles saborea su medalla, en la federación miran al futuro. «Este triunfo demuestra que el trabajo se está haciendo bien. Estamos en pleno cambio de ciclo, tras la salida del equipo de varios veteranos como 'Juanito' y los que vienen son un grupo muy profesional que entrenan mucho», afirma el seleccionador, que tiene muy claro que «los milagros no existen» y que el éxito de Robles es solo del trabajo. «Si hay que entrenar cuatro horas, Álvaro hace cinco y si el domingo es día libre, él entrena. Es un animal. Nunca ha bajado los brazos, porque incluso en la derrota sabe levantarse para pensar en qué mejorar y seguir adelante», señala Víctor Sánchez.
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