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Teahupoo, el lugar "entre la belleza y lo macabro" donde se celebra el surf olímpico: "Tienes que superar tus miedos"

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Teahupoo, el lugar

A 15.000 kilómetros de París también hay Juegos. En Tahití, Isla de la Polinesia Francesa, los surfistas miran con admiración y temor a la ola de Teahupoo, la leyenda, que tienen que intentar dominar para buscar la gloria olímpica. Entre ellos, por primera vez, tres españoles: Nadia Erostarbe (ganó de forma brillante su serie y pasó directamente a octavos) y Janire González Etxabarri y Andy Criere (no se clasificaron, lo buscarán esta noche).

¿Qué tiene de especial Teahupoo? La ola asesina, la llaman algunos. Cinco surfistas han perdido la vida en ella desde 2000. "Crecí soñando y teniendo pesadillas con olas como esta o la de Pipeline en Hawaii, que son tan potentes, pero sabía que si quería ser bueno tenía que intentar hacerlo bien ahí", dice Aritz Aranburu, pionero de los surfistas de élite en España, ahora el seleccionador, que visitó Teahupoo por primera vez en 2005. Él conoce la ola, los olímpicos no la conocían, por eso han hecho dos visita antes de esta definitiva, gracias a la ayuda de Basque Team y del Consejo Superior de Deportes (CSD). "Los primeros días [en la primera visita] nos tocaron olas pequeñitas, entonces tampoco lo vimos tan imponente. Estuvo bien porque fue un poco más en progresión. Cada vez a más, a más... Una vez que sube el mar sí que impone muchísimo, porque mueve muchísima masa de agua, y da mucho miedo, ves el arrecife al remar...", explica Nadia Erostarbe. "Cuando ya se pone grande, grande es cuando da miedo y es donde de verdad tienes que superar tus miedos y tus inseguridades y remar para abajo y coger la ola", añade. "La ola puede ser un regalo o un 'no me lo esperaba', es muy impredecible, a la vez muy fuerte, llega muy rápido y muy de pronto y no se puede ver con antelación, salé así como de repente. Nos lleva a todos a nuestros límites de adrenalina, que nos encanta", opina Andy Criere.

 

El objetivo de los viajes previos era además de conocer la ola, conocer la cultura. "Me gusta pensar que eres parte de algo más que un campeonato de surf, hemos estado viendo, por ejemplo, danzas locales", desvela Aritz, que de sus viajes anteriores tenía un amigo que les hizo casi de embajador. "La gente local no es muy abierta, pero una vez los conoces, son súper majos. La primera vez estuvimos en casa de Tahurei, un local que nos contó algunas historias de la ola. Él era profesional de body board, y nos explicó cómo se rompió la espalda en esa ola, pero también cómo se ha hecho los mejores tubos de su vida. También nos ha contado un poco cómo ha sido, para ellos, que son un pueblo muy pequeño, que de repente lleguen los Juegos. Ha habido muchas cosas que no les han gustado, han intentado protestar, pero no les han hecho caso. En ese pueblo no hay nada más que esa ola, no va mucha gente, viven muy tranquilos y quieren seguir viviendo así, tienen miedo de que todo se masifique y que no vuelva a ser lo que era antes. Viven muy humildes, en familias, son pescadores la mayoría, viven más al día a día que nosotros. Como curiosidad, las porciones de la comida son tamaño XXL", describe Nadia. También para los deportistas es distinto a lo habitual, pues tienen que enseñar la acreditación para moverse con libertad, algo que no sucede en sus competiciones habituales.

La historia de Teahupoo

"La maniobra reina es el tubo, cuando los surfistas nos metemos dentro de la ola e intentamos buscar esa salida. Va a ser un campeonato de tubos y hay que acostumbrarse", describe Aritz, que en esas charlas con Tahurei también le contó el origen del nombre: "Es una historia de las tribus locales. Teahupoo significa en lenguaje nativo 'el muro de calaveras'. Hubo dos pueblos que se pelearon por los terrenos de Teahupoo y los que ganaron, hicieron unos muros para cerrar el pueblo con las calaveras de los que murieron en esa guerra. Y me parece algo como muy macabro, como es la ola, que es la más bonita del mundo, pero también tiene su parte complicada, de ola potente, heavy, que si todo va bien te haces la ola de tu vida, y si algo se tuerce te puedes dar una leche buena. Todo es aquí entre la belleza y lo macabro que puede resultar esa ola también".

La Villa Olímpica, un barco

Al ser un lugar pequeño, la Villa Olímpica es un barco. "Puede ser un poco agobiante. Nos ha pasado alguna vez lo de después de estar mucho tiempo del barco a la ola o de la ola al barco, te mareas un poco cuando vas a tierra", afirma Nadia, una surfista que, además, siempre ha tenido una conexión especial con los animales y por eso se hizo vegana. Su gato se llama Rasputín, nombre que le puso su hermana. "Todo está muy bien preparado en el barco para que vayamos a surfear, las comidas... Todo es bastante especial. Cuando nos apetece estar en todo el barullo olímpico tenemos el barco, y cuando queremos estar un poco más en familia y darle un toque de personalidad a estas olimpiadas tenemos aquí una casita en tierra, gracias a la ayuda del Comité Olímpico Español (COE). Estamos encantados", asegura Aritz. Habla desde esa casa, rodeado de palmeras. Al fondo está el mar, la llamada de la ola con la que todos sueñan.

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