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El gran escaparate de un efímero deporte olímpico

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Por primera vez en la historia, el kárate formará parte del programa olímpico en los Juegos de Tokio. Es, junto al surf, el skateboard y la escalada deportiva, uno de los últimos deportes en incorporarse a una Olimpiada de verano, lo que eleva a 56 la cuenta de disciplinas que han sido olímpicas. Representa la culminación de un trabajo de décadas y su recorrido, al menos por el momento, será corto. No en vano, es la única de las cuatro que no figurará en el calendario de los Juegos Olímpicos de 2024 en París. Pese a ello habrá muchas miradas depositadas en esta práctica nacida en el siglo XVI a partir de las artes marciales que se ejecutaban en las islas Ryukyu, actual prefectura de Okinawa, y que mezclaba estilos procedentes de otros territorios como China, Filipinas o Tailandia. En el siglo XX adoptaría influencias de técnicas como el kendo, el judo o el aikido para conformar su versión actual. A diferencia de otras marciales, el kárate ofrece una lucha sin armas. Se calcula que más de 50 millones de personas practican kárate en todo el mundo, lo que lo convierte en el segundo arte marcial con más aceptación, por detrás del taekwondo y muy por encima del judo. En Tokio podrán verse dos modalidades: kumite y kata. La diferencia radica en que mientras en la primera el karateca se enfrenta a un contrincante, en la segunda se encadenan técnicas ante un rival imaginario para que esos movimientos los valore un jurado. El kárate será, junto al pentatlón moderno, el último deporte en comenzar su andadura en los Juegos de Tokio. Su estreno se producirá el 5 de agosto, a cuatro días de la Ceremonia de Clausura. Las competiciones se desarrollarán en el Nippon Budokan, un recinto cubierto situado en el parque Kitanomaru de Tokio que fue erigido para los Juegos Olímpicos de 1964. Desde entonces es el epicentro de las artes marciales niponas. Como no podía ser de otra manera, Japón, cuna del kárate, es el país que más medallas suma en campeonatos mundiales de este deporte (198 preseas, 90 de ellas de oro). Le siguen en el escalafón Francia, con 167, y España, que acumula 117, de las cuales 21 son del metal más preciado. Esa larga tradición de éxitos y, sobre todo, la presencia de los actuales números 1 del ranking mundial, Damián Quintero y Sandra Sánchez, ofrece grandes esperanzas a España de regresar con medallas. La especialidad de Quintero, nacido en Argentina en 1984 pero afincado desde los 4 años en Torremolinos (Málaga) hasta que en 2002 se marchó a Madrid para seguir formándose como karateca, es la kata. Campeón de mundo en 2014 y diez veces campeón de Europa, atesora un total de 76 medallas en torneos internacionales (32 oros, 28 platas y 16 bronces) y llega a Tokio como cabeza del ranking internacional, privilegiada posición que también ostentó en las campañas 2015-16 y 2017-20. Por su parte Sandra Sánchez, nacida hace 39 años en Talavera de la Reina, ha logrado doce medallas de oro en campeonatos internacionales a lo largo de su trayectoria (la última en el Campeonato de Europa de 2019) y se convirtió en 2018 en la primera karateca de la historia en encabezar el ranking mundial de katas en tres años consecutivos. Referencia indiscutible de esta modalidad de manera casi ininterrumpida desde 2014 y considerada la mejor de todos los tiempos por la Federación Mundial (WKF), la toledana aspira a coronarse en la cuna de su deporte y marcar el culmen de una carrera en la que relucen más de 50 medallas, incluyendo los dos últimos oros planetarios.
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