La noche que Maradona jugó contra el Gimnástico Alcázar

Juan Vela atiende la llamada de ABC subido a un andamio, a ocho metros de altura. A sus 55 años se sigue ganando la vida como siempre: pintando. Ya lo hacía cuando era el lateral derecho del Gimnástico Alcázar y una noche, la del 30 de diciembre de 1992, le tocó marcar a Diego Armando Maradona. «Vamos a ver», empieza diciendo. Se hace el silencio, se ríe cómo recordando el momento y añade: «Es que era increíble». Maradona jugó 88 partidos en España (58 con el Barça y 30 con el Sevilla), y solo una vez se midió a un equipo de Tercera división. Fue en la vuelta de la cuarta ronda de la Copa del Rey, en un choque en el que el Sevilla goleó por 5-0 al Gimnástico en el Sánchez Pizjuán. La historia arranca unos meses antes. El Gimnástico, entrenado por un todavía desconocido Joaquín Caparrós, cuaja una excelente temporada y se clasifica para la promoción de ascenso a Segunda B por primera vez. En la liguilla se enfrenta, entre otros, al filial del Sevilla, que es el que acaba subiendo. «Fuimos a jugar, nos volvimos y ya está. Ni vimos la Expo ni nada», reconoce Esteban Castellanos sobre aquel famoso verano de 1992 que transformó el país. Caparrós voló entonces a la Unión Balompédica Conquense y Castellanos, que era el segundo entrenador del Gimnástico, pasó a ser el primero. En el otoño de 1992 los de Alcázar de San Juan superaron tres eliminatorias de Copa a doble partido contra equipos de superior categoría. Primero cayó el Toledo, que esa campaña ascendería a Segunda (1-0 y 1-3); luego el Valdepeñas, también de Segunda B (3-2 y 1-0, pasó el Gimnástico en los penaltis); y después el Eibar, de Segunda (3-1 y 3-2). «Lo de Eibar, en Ipurua, con lluvia y barro, fue épico», afirma Benito, que se define como «un defensa que iba bien de cabeza y cumplidor». Benito es el único de aquella plantilla que llegó a ser profesional, jugando en Segunda con el Avilés Industrial entre 1990 y 1992. «Tuve un representante que no me correspondió como quisiera, estuve todo el verano buscando equipo y al final me vine al pueblo», rememora. Benito fue el único profesional. Llegó a jugar en Segunda con el Avilés Industrial. Unos cuantos alcanzaron la Segunda B y el resto no pasó de Tercera Jesús Montealegre «Monti», delantero, se quedó a un paso de dar el salto. Tres años antes había estado en el filial del Sevilla, en Segunda B, donde compartía equipo y casa con Monchi y Prieto. «Monchi se sacó la carrera de Derecho mientras jugaba y me acuerdo que los días en los que no entrenábamos se iba a Jerez, que era donde estaba la universidad», desvela. También recuerda «como si fuera ayer» el momento del sorteo: «Entonces no había móviles. Pablo, un directivo, quedó en llamarnos a una peluquería y allí nos juntamos varios. Las dos mejores opciones que nos podían tocar eran el SúperDepor y el Sevilla». El azar deparó que Monti se enfrentara a algunos de sus excompañeros en el filial sevillista. El partido de ida se disputó el 2 de diciembre. Maradona no se presentó en Alcázar. Pese a todo, «el campo se llenó y había gente hasta en el tejado» para ver a un equipo de Primera división. El Sevilla ganó 0-2 con un doblete de Carvajal (minutos 42 y 79), pero «el resultado fue engañoso, podíamos haber empatado», asegura Monti. Sus compañeros coinciden. Cuatro miércoles después se jugó la vuelta. Esteban Castellanos optó por el clásico 4-4-2, haciendo solo un cambio en el once inicial y por obligación. Alejandro «Tarantini» estaba sancionado y Miguel Ángel entró en su lugar. Así pues, los elegidos fueron: López; Juan Vela, Ángel Vela, Benito, Rodri; Parreño, Alfredo (Quirós, 46) Alfonso (Miguel Ángel Ramos, 84), Miguel Ángel; Monti y Felipe. Salvo el madrileño López, portero y capitán, todos los jugadores habían nacido en Castilla-La Mancha. Los hermanos Juan y Ángel Vela, Benito, Felipe, Quirós y Miguel Ángel Ramos, en Alcázar; Rodri, en Tomelloso; Parreño, en Campo de Criptana; Miguel Ángel, en Daimiel; los también hermanos Alfredo y Alfonso, en Guadalajara; y Monti, en Villafranca de los Caballeros. Una mayoría de jugadores era de Alcázar, pero igual los había de Tomelloso, Campo de Criptana, Daimiel, Villafranca de los Caballeros o Guadalajara Mientras, Carlos Salvador Bilardo, seleccionador argentino campeón del mundo en 1986, mezcó titulares y suplentes en el Sevilla. No estuvieron Simeone ni Suker, pero sí Maradona, cuyo show incluía el calentamiento. Esa noche decidió que su mejor amiga fuera una naranja. «Nosotros alucinábamos con los malabarismos que hacía con ella», dice Felipe, que entonces tenía 20 años y era el más joven del Gimnástico. «Me llamaban ‘el poeta del área’. Era el Butragueño de la época, muy técnico, regateador. Tuve oportunidades, pero no era lo suficientemente bueno. Las cosas hay que reconocerlas como son», afirma sincero. Felipe compaginaba el fútbol con los estudios de ingeniero agrónomo en Madrid, lo que a la postre sería la causa de que se retirara muy pronto, con apenas 25 ó 26 años. En el partido del Sánchez Pizjuán, aún con empate a cero, «me dieron un pase interior y en mi cabeza pensaba que era gol; y, cuando me di cuenta, el defensa me había quitado el balón y había salido jugando con él. Ahí te das cuenta de que hay diferentes niveles».  Juan Vela explica que «empezamos cogiendo en zona, pero Maradona nos lió un par de ellas y me puse a marcarlo al hombre. Tenía que intentar que no recibiera el balón porque, si no, todo eran complicaciones. No hablamos mucho. En el fútbol el aspecto psicológico es fundamental y me parecía que, cuanto menos me conociera, más tenía ganado». Sin embargo, «Rodri se venía desde la otra banda y le decía cosas, y Maradona le miraba con una cara de no saber muy bien qué contestar». Rodri es el único que no vive para contarlo, ya que en 2015 falleció de cáncer. En el calentamiento Maradona hizo de una naranja su mejor amiga. «Alucinábamos con los malabarismos que hacía con ella», dice Felipe El Gimnástico compitió durante más de una hora. «No fuimos a encerrarnos, a meternos debajo del larguero», recalca Monti. Al descanso, el marcador era 1-0, gol de Losada. Sin embargo, cuando el cansancio hizo mella, la balanza se desniveló. Monchu, que había sido compañero de Benito en el Avilés Industrial, marcó un «hat-trick» en un cuarto de hora y Maradona anotó el quinto cerca del final. «El gol fue un disparo con la izquierda a la escuadra desde la frontal del área, muy parecido al que luego metería a Grecia en el Mundial de Estados Unidos», comenta Felipe. «No creas que Maradona destacó mucho. Lo que pasa es que hacía cosas que no se entrenan», añade el míster Castellanos. Media vida después La plantilla se fotografió con el astro argentino y el Sevilla tuvo el detalle de regalar una equipación a cada jugador. El Gimnástico volvió a la realidad de los campos de Tercera, muchos de ellos de tierra. «Ese año el equipo era muy corto y nos desfondamos en abril y mayo», recuerda Felipe. Quedaron quintos en la liga. El club nunca lograría subir a Segunda B. De hecho, en 2015 desapareció ahogado por las deudas. Ahora el Gimnástico se llama Sporting de Alcázar y juega en Preferente. Esteban Castellanos se ha jubilado, aunque sigue como profesor en la escuela de entrenadores de la federación regional y de ojeador del Valencia. Benito lleva 20 años trabajando en un almacén farmacéutico de Alcázar. Monti es policía local, también en Alcázar, desde tiempos inmemoriales. Felipe se sacó la ingeniería y es director de fábrica en Tecnoseñal, una empresa de la zona. Ángel Vela es ingeniero informático y da clases en un instituto de Alcázar, y su hermano Juan, ya se ha dicho, continúa frecuentando los andamios. La ficha - Sevilla: Unzué (Monchi, 46); Cortijo, Del Campo, Diego, Martagón (Carvajal, 58), Jiménez; Bango, Conte, Losada; Monchu y Maradona. - Gimnástico Alcázar: López; Juan Vela, Ángel Vela, Benito, Rodri; Parreño, Alfredo (Quirós, 46), Alfonso (Miguel Ángel Ramos, 84), Miguel Ángel; Monti y Felipe. Estadio: Sánchez Pizjuán. Árbitro: Ansuategui Roca. Goles: 1-0, Losada (20); 2-0, Monchu (62); 3-0, Monchu (68); 4-0, Monchu (77); 5-0, Maradona (84).