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Madre de todas las víctimas

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El día que mataron a su marido, a Ana María la esperaban en casa sus cuatro hijas: Ana, Begoña, Inés y Paloma, de entre 16 y 2 años de edad. «Fuertes, todas unidas, nos queremos mucho, no hay que derrumbarse», les dijo. Instantes después de que depositaran el féretro de su esposo en la tumba, el comandante Jesús Velasco Zuazola, jefe de Miñones de Álava, la viuda se aupó sobre el panteón y exclamó «¡Viva España!» El grito cortó el silencio y las conciencias. «Comprendí en ese instante que nunca nos íbamos a rendir», pensaría su hija Begoña, que había presenciado junto a su hermana Inés «la cara de rabia» del asesino de su padre, tiroteado nada más dejarles en la puerta del colegio. Era el 10 de enero de 1980, en Vitoria, su ciudad natal. La familia rota se marchó a Madrid. La memoria de Ana María Vidal-Abarca (1938-2015) ha quedado glosada en la biografía «El coraje frente al terror», que acaba de publicar la Fundación Víctimas del Terrorismo en colaboración con la editorial Catarata. Su autora, María Jiménez, periodista e investigadora, recorre la trayectoria personal, familiar y social de la fundadora de la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT). Tras el asesinato de su marido, determinó que se erguiría como junco entre el lodazal moral de una España anestesiada ante los zarpazos del terrorismo. «Me propuse luchar toda mi vida, pero no por la venganza sino por la justicia», declararía a la revista Militares en 1993. Y así fue cómo junto a Sonsoles Álvarez de Toledo e Isabel O’Shea puso la semilla del tejido asociativo que, registrada en 1981 como La Hermandad de Familiares Víctimas del Terrorismo, inició una labor benéfica hacia otras viudas, muchas con niños a su cargo, muchas sin formación, que dependían de sus maridos y estaban abandonadas por el Estado. Pero lo suyo no fue caridad, fue coraje cívico. Les movía la profunda convicción de que las víctimas debían recibir justicia y reparación. Tal fue su arrojo que Vidal-Abarca se plantó ante el despacho del Fiscal General, y le exhortó a actuar de oficio por apología terrorista contra Egin, que acababa de transmitir las «razones» de ETA para asesinar a su marido. Lo mataron, confirmaron los terroristas, por ser un militar español, y no para frustrar el embrión de la futura Ertzaintza, como se dio a entender. Le pidió que actuara por apología del terrorismo: «Si tiene miedo y no es capaz, váyase a su casa», le escribió al constatar que el fiscal no se movería. O como cuando se enfrentó a la entonces ministra socialista de Asuntos Sociales, Matilde Fernández, por negar a la AVT una subvención para ayuda psicológica, compensación de pensiones, atención a menores... Se repartieron 8.000 millones de pesetas pero no se consideró a las víctimas del terrorismo «interés general» ni prioridad del Estado. Y estalló el escándalo. ABC, con la AVT El anuncio en la portada de ABC, del 20 de septiembre de 1991, de que esta Casa abría una cuestación para donativos ciudadanos «dio un giro definitivo» al guión, escribe Jiménez. «El primero fue el propio Diario, un millón de pesetas. Don Juan de Borbón, el padre del Rey Juan Carlos, quiso donar otro, pero Luis María Anson -director de ABC- le disuadió: si lo hacía, sería una suscripción para ricos: su donativo fue de 50.000 pesetas». Se despertó una ola de solidaridad abrumadora con las víctimas de ETA. Se recaudaron 500 millones para la AVT. Al año siguiente, el Gobierno incluyó la partida solicitada y duplicó el presupuesto de Defensa de ayuda a las víctimas. Y lo más decisivo, se cumplió la reivindicación histórica de la asociación para que todas las familias con carácter retroactivo recibieran una pensión. La AVT pudo impulsar su aparato jurídico y desde entonces se personó en todos los juicios. Para Vidal-Abarca, «fue crucial lograr el reconocimiento de sus conciudadanos al dolor y sacrificio de las víctimas». La biografía «El coraje frente al terror» descubre a la mujer que fue la cara del activismo social contra ETA en los años de plomo, que como describe la autora desplegó una diplomacia de tono suave, un discurso contundente e independencia política. La elegida por PSOE y PP para presidir la Fundación Víctimas del Terrorismo tras la Ley de 2002. A su muerte, el 15 de junio de 2015, se le concedió la Medalla del Mérito Constitucional.
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