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Vetusta Morla despide 2019 a toda mecha y entre vítores

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De nuevo lleno el Palacio, de nuevo sorpresas. Desde las imponentes torres de amplificadores hasta la idea musical, Vetusta Morla tiene un sonido muy fresco dentro del panorama español. Ayer fue la primera de sus tres veladas consecutivas en el WiZink Center -superando en cifras a su masivo concierto del año pasado en la Caja Mágica- y que ponen fin a la gira de su quinto trabajo «Mismo Sitio, Distinto Lugar». Tras una proyección visual en la que repasaron todas las ciudades que han visitado este año, arrancaron con el tema que da nombre al disco, una balada indie con mucha dinámica y algo de melancolía. Siguió «Deséame Suerte», una canción rockera y que el fan pareció apreciar más. «El Discurso del Rey» demostró ser una canción muy efectiva para tocar en un estadio, dejándonos una letra intrigante en el aire... habría que leerla con más calma. «Golpe Maestro» puso al WiZink a saltar con un ritmo de rock tribal. Tras un pequeño soliloquio lingüístico y ecologista a cargo de Pucho, cantante, los madrileños siguieron con «La Mosca en tu Pared», canción correcta sin alardes. «Maldita Dulzura», quizá el tema más popular de Vetusta, hizo estallar al respetable que cantó sílaba a sílaba junto con la banda. Vetusta Morla ha integrado muy bien los recursos que ofrece la electrónica dentro de un estilo principalmente rockero, casi progresivo. Las armonías exploran los semitonos y cadencias modales que popularizaron artistas como Jethro Tull, Rainbow o el gran Zappa. Lo hacen con respeto y poniéndole algo nuevo con batería electrónica y sintetizadores muy creativos que actuán como voces o incluso vientos en algunos momentos. «Copenhague», otro de los éxitos, es una canción pegadiza y sentimental que se ve herida por una letra demasiado previsible e inconexa. Después de esta revisión de su antiguo catálogo, volvieron a su último trabajo con «Guerra Civil», una canción que explota el caos en el arreglo. Bajo un bonito montaje visual que recordó al esqueleto de la Vía Láctea, sonó el piano que comienza «La Vieja Escuela», una de las canciones más complejas de la noche y en la que este cronista se quedó definitivamente absorto con el trabajo del batería David García. «23 de Junio» podría ser clasificada como un vals popero: su lentitud invita al baile, las campanillas sugieren a Cenicienta pero la voz, esa voz de siglo XXI, les delata. Si no fuese por eso quizá podría ser una pieza del Romanticismo con electrónica. Es posible que una de las cosas que hace triunfar a Vetusta Morla sea el color de voz de Pucho. A caballo entre un Robert Plant afónico y un Loquillo sobrio, su tono y estilo no son técnicos pero cuesta mucho (al menos yo no pude) imaginarse un timbre vocal más apropiado para un sonido tan difícil de encasillar... e interpretar. «Mapas» hizo las delicias del público con una de las bases más electrónicas de la noche. Entre el techno y el rock, fue una prueba más de la extensa lista del inagotable número de recursos que tiene la banda. Tanto en este tema como en «Sálvese quién pueda», el cantante mostró su lado showman con piruetas varias y un paseo entre el público que aceleró menopáusicos corazones. El final fue una colección de éxitos como «Saharabbey Road», «Consejo de Sabios» y «El hombre del saco». Los madrileños cerraron su primera noche de fin de gira en Madrid con «Los Días Raros» y salieron del escenario entre vítores, habiendo satisfecho con creces el hambre del fan. Su éxito es el de la originalidad. Sus canciones son directas, rara vez tienen florituras y nada sobra. Un error que cometen alguna vez todos los músicos (por grandes que sean) es excederse. Vetusta Morla no se excedió ayer y eso, en un concierto de dos horas con tanta energía, es un gran logro.
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