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Mucho ruido… y poca música

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 Mucho ruido… y poca música

Menos mal que también hubo pasajes amables en la velada; momentos que fueron como reposar unos minutos en un parque fresco y silencioso, en medio del tráfico y el ruido citadinos. Sin embargo, la tónica del quinto y último programa de la Tercera Temporada de la Orquesta Filarmónica de Jalisco, la noche del jueves en el Teatro Degollado, y particularmente en las Fiestas Romanas, de Respighi, con que se cerró la función -y lo que se queda más grabado en la memoria del público, por tanto- fue la estridencia.

Lo rescatable de la noche corrió principalmente por cuenta de Zvi Plesser, solista en el Concierto para Violoncello y Orquesta en Mi menor, Op. 85, de Elgar, impecable tanto en el desempeño de Plesser como del ensamble y de su director titular, Jesús Medina Villarreal. Desde la exposición y el desarrollo del delicioso primer tema de la obra, el equilibrio entre los pasajes del cello, los de la orquesta y los compases en que se yuxtaponen ambos, en una obra más intimista que deslumbrante, fue sobresaliente. El solista correspondió a las ovaciones con la Sarabanda, de la Suite No. 1, de Bach, como encore.

Antes, Jubilée, de Bosquejos Sinfónicos, de Chadwic, obra breve, superficial, que alterna pasajes celebratorios, reflexivos y finalmente bucólicos, pero que difícilmente llega al alma del oyente, sirvió de aperitivo para la concurrencia (sala casi llena, mayoritariamente por jóvenes).

La segunda parte de la velada se abrió con una versión exquisita y expresiva de una joyita musical: el Intermezzo de Manon Lescaut, de Puccini.

Para Juegos en el Circus Maximus con que inician las Fiestas Romanas, de Respighi, en la parte concluyente del programa, Medina Villarreal emplazó a tres trompetas al fondo de la sala. Las estridencias comenzaron temprano, pues, en parte por la opulenta dotación instrumental dispuesta por el compositor y en parte por exigencias de la batuta. Y aunque hubo deliciosos fragmentos armónicos y melódicos -el corno in lontano apoyado en unas cuerdas sutiles, casi etéreas, y los glissando del trombón-, el clímax de la obra se caracterizó por la desmesura. (Como comentó un acucioso concurrente: “Si les miden los decibeles, les clausuran el teatro…”). En cualquier caso, la concurrencia, de plácemes.

El programa, como de ordinario, se repite este domingo, a partir de las 12:30 horas, en la misma sala.

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