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Tragedia

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La noticia trágica y cruel llena de dolor a Mendoza y se expande a todo el país. Víctimas de la acción criminal de un ebrio al volante han muerto, en Chile, Rito Irañeta, su mujer Andrea Raganato y su hermana, Maite.  La letra fría publicada en los diarios dice que el accidente ocurrió este sábado y fue protagonizado por un BMW conducido por un hombre en estado de ebriedad, que chocó contra la camioneta Toyota Corolla Cross donde viajaban el ex puma Rito Irañeta y su esposa, Andrea Raganato. Debido al fuerte impacto, ambos murieron en el lugar, mientras que Maite Irañeta fue trasladada a un hospital pero falleció horas después. Durante la tarde del sábado se produjo el accidente de tránsito sobre la Ruta F30-E, en la comuna de Zapallar, Chile. Una primera versión de los hechos indica que la camioneta de los argentinos estaba detenida, esperando el paso para salir de una vivienda, cuando fue embestida de costado por el vehículo conducido por el hombre de nacionalidad chilena.

Irañeta con sus bigotes abrazado a Pepe Costante y el Alemán Insúa en la primera línea que enfrentó a los All Blacks en 1976.

Lo que no pueden abarcar las líneas que se difunden por el país es la dimensión que alcanzó Irañeta como cabal hombre de rugby. Forjado en el Mendoza Rugby bajo las enseñanzas del Dr Jorge Godoy Ortiz, maestro del club, debutó en primera a los 19 años, como segunda línea. Pronto llamó la atención de los entrenadores del seleccionado argentino, en una época de difícil llegada a Los Pumas para los jugadores de las provincias (ver “Un largo camino a Cardiff”), y Rito, en 1974 jugó el primero de sus tres partidos con la camiseta celeste y blanca. El 20 de junio de 1974 enfrentó a Francia en Ferro, jugando como segunda línea. Dos años después, ya como pilar, jugó el gran partido de su vida ante Gales en Cardiff y al regreso de esa gira legendaria enfrentó a los All Blacks en Ferro.

Rito, figura emblemática y jugador destacado de nuestro club, llevó su talento a la máxima representación al vestir la camiseta de Los Pumas en 1974, dejando su marca en la historia del rugby argentino. Su dedicación y amor por el deporte lo llevaron luego a formar y guiar a nuevas generaciones como entrenador, transmitiendo los valores que siempre lo caracterizaron.
Además de ser un referente en el rugby, Rito fue un padre y abuelo ejemplar, dejando un legado de amor, compromiso y humildad que trasciende el deporte. Su espíritu de equipo y su calidad humana siempre serán recordados por quienes tuvieron el privilegio de conocerlo.
Acompañamos a su familia en este doloroso momento y nos unimos en el homenaje a su vida. Su recuerdo vivirá por siempre en el corazón de nuestro club y en todos los que comparten la pasión por este deporte.” . Así lo despidió el Mendoza Rugby en sus redes, nosotros lo recordamos con un relato del libro Leyendas del Rugby, 2º edición, de Daniel Dionisi.
Hasta siempre Rito querido.

 

Un largo camino a Cardiff

Rito no está solo. No lo rodea el silencio.Tampoco el ruido, apenas un murmullo creciente. Sentado en el incómodo banco de madera del vestuario centenario, con el perchero atornillado a la pared que le sirve de respaldo y le peina la nuca, se desajusta la corbata azul, desabrocha el cinturón que sostiene el pantalón de gabardina gris y busca algo que sabe que no va a hallar, no ahí ni en ese momento. Sólo afloja un poco la tensión, pero ya no hay tiempo para encontrar un instante de relax.

Muchas veces, a Rito le negaron los sueños. Pero él nunca dejó de soñar. De pibe, Rito quería jugar al fútbol, pero su peso de tres cifras a los catorce lo complicaba con la redonda.

– ¿Gordo, ¿cuánto pesás? —le preguntaron los amigos del colegio.

– Ciento cuatro.
– ¿Y por qué no te venís a jugar al rugby?
– ¿Qué es eso?
Y así, Rito encontró un mundo que lo valoraba, que le daba una identidad. Un año después ya era el capitán de la Quinta.

El tiempo pasó. Rito se hizo hombre.

A comienzos de los años setenta, Alberto Camardón, cuando nadie miraba tierra adentro, recorrió el país buscando sangre nueva para Los Pumas, tratando de hacer justicia con el postergado rugby de las provincias.Y en la base de las altas cumbres se encontró con un forward grandote. Anotó su nombre en una carpeta y las carpetas de Camardón nunca iban parar a un cajón. Por eso, una mañana de 1971, bien temprano, sonó el teléfono en la casa de la familia Irañeta. Jorge Godoy Ortiz, el gran maestro del Mendoza Rugby, el hombre que de madrugada, en una vieja Remington, traducía los libros de rugby para educar a los chicos del club, había recibido un llamado de Buenos Aires. ¡Rito va a jugar en los Pumas!

Se venía la segunda gira a Sudáfrica, la vuelta a la tierra donde nació la mística y Rito Irañeta, el segunda línea mendocino de diecinueve años, estaba preseleccionado. El discípulo del doctor Ortiz se iba a convertir en el primer cuyano en vestir la celeste y blanca. Sin embargo, no llegó a viajar a Buenos Aires. En el último partido antes de la zambullida al sueño, se desgarró. “No puedo más de dolor. Así no puedo ir, doctor”. Jorge Ortiz, el patriarca del club, era abogado, para todos en el club,“el Doctor”.“Y bueno, Rito, avisá y que lleven a otro.Ya vas a tener otra oportunidad”.

Tardó en llegar la otra oportunidad. Eran tiempos duros para el rugby de las provincias. Si para un porteño era difícil llegar a Los Pumas, para un provinciano era una tarea titánica. Más allá de la buena voluntad de maestros como Alberto Camardón, Ángel Guastella o luego Veco Villegas, que supieron recorrer el país, los jugadores de las provincias apenas podían mostrarse en los campeonatos argentinos y esperar un año más para la siguiente ocasión. El cordobés Loyola y los rosarinos –para el caso “cuasi porteños”– eran las escasas excepciones de aquellos años. La lesión de Rito Irañeta en 1971 hizo que dos años más tarde un pilar sanjuanino (la especialidad de la zona), Roberto “Chiqui” Fariello, se convirtiera en el primer Puma cuyano. En 1973, durante la primera gira a las Islas Británicas, Fariello fue el pilar izquierdo en la ajustada derrota ante Escocia en Murrayfield. Irañeta, mientras tanto, se refugió en el rugby de su club y completó los estudios para recibirse de ingeniero enólogo. Pero el sueño latía en su interior.

En 1974 soplaban nuevos aires en Los Pumas. Veco Villegas y el Gringo Perasso, los hombres del SIC, eran los nuevos entrenadores. Y el Veco, uno de los hombres más generosos de la historia del rugby argentino, a pedido de los entrenadores de Mendoza, viajó a la provincia a entrenar al club de Rito, que se aprestaba a realizar una gira por Gales.Y entre una práctica de scrum y otra conoció al forward que se había perdido la gira a Sudáfrica unos años antes. Veco anotó el nombre en sus apuntes como un “probable” para los tests y finalmente, el 20 de junio de 1974, el mendocino debutó en Los Pumas ante Francia como segunda línea. Al año siguiente iba a ser convocado a la gira por el país del gallo, pero el destino le volvió a jugar en contra. A comienzos de ese año,Villegas y Perasso dejaron de ser entrenadores de Los Pumas y el Rito, una vez más, salió del radar de la UAR. Él siguió su vida, jugando con la camiseta blanca del Mendoza Rugby los fines de semana y forjando su futuro contratado por una prestigiosa bodega.

En 1976, el Veco vuelve a Los Pumas y lo convoca para los entrenamientos de preparación para la importante gira a Gales de octubre. Otra vez se dispara el sueño de Rito y ahora nada lo va a frenar. Un día por semana Irañeta debía presentarse en Buenos Aires para entrenar y la UAR le mandaba un pasaje de tren. Dieciocho horas de ida y dieciocho horas de vuelta significaban tres días por semana de faltazo al trabajo. La única manera de cumplir era viajando en avión, pagándose el pasaje. Pero el mango escaseaba, así que apareció la solidaridad del club, de los amigos. Si hasta el Negro Varela, pilar de la Intermedia, vendía helados durante los partidos de Mendoza Rugby para bancar el sueño de Rito. La primera noche después del entrenamiento, Rito durmió en Aeroparque porque el vuelo salía a las siete de la mañana. Carlos Contepomi, que iba a presidir la gira a Gales, se enteró y las noches siguientes el mendocino durmió en el altillo de la casa familiar del dirigente, que madrugaba para llevarlo de San Isidro a Aeroparque.

No fue la única adversidad. Faltaban pilares, y a Veco se le ocurrió que el segunda línea mendocino podía adaptarse al puesto. Rito se esforzó, entrenó en Buenos Aires, luego viajó a Londres y en el crudo otoño inglés siguió amigándose con la primera línea. Y así, con la ayuda de muchos y su tesón inquebrantable, Rito Irañeta llegó a Cardiff, al Arms Park, al vestuario centenario.Y ahora está ahí, rodeado por Hugo Porta, por Martín Sansot, por Tito Fernández, por Palomo Etchegaray, que hoy va a ser su capitán. Ya no hay silencio, la multitud grita las canciones galesas. Junto a su corazón ruge el yaguareté. Rito, ya vestido de Puma, se para, se ubica en la fila detrás del Chapa Branca, el más pibe de la gira, y emprende la caminata hacia el pasto, hacia el partido glorioso. Son los últimos pasos de un largo camino a Cardiff.

Daniel Dionisi

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