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El interminable Mundial de rugby

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El espectáculo que se está viviendo desde hace un mes Japón en relación al Mundial de rugby es tremendo. No solo por el color que aportan las aficiones de los veinte países participantes, sino por el calor que los aficionados locales le han aportado al torneo. Los nipones se han convertido en unos fervientes admiradores del oval y ahora hasta los niños realizan las famosas hakas maoríes en los colegios. Pero al margen del estudio sociológico y deportivo que se pueda realizar dentro de dos semanas, cuando ya empiece la cuenta atrás para Francia 2023, sí que existe un cierto debate en torno a la duración del evento. Dejando de lado a los fervientes rugbistas, que nunca se cansarían de ver partidos de calidad, para el seguidor ocasional se hace complicado seguir una prueba que se prolonga durante un mes y medio. En una época en la que el consumo deportivo se lleva a la máxima concentración (televisivamente no deben durar más de dos horas, según los expertos), el ritmo de este evento se torna un tanto anacrónico. Junto al Mundial de cricket, es el único que pasa de las cuatro semanas, una cifra a la que ni siquiera se acercan los Juegos Olímpicos. La justificación a este aparente exceso la encuentra el seleccionador femenino de rugby José Antonio Barrio en que «es la única forma de proteger la integridad de los jugadores y del espectáculo -explica-. En nuestra modalidad hay mucho desgaste físico y hay que respetar los tiempos de descanso entre partido y partido. Sería impensable hacerlo de otra manera». Precisamente el asunto de la necesaria recuperación es algo que lo que incide el responsable de la selección masculina de balonmano, Jordi Ribera. Para él, es necesario hallar un término medio: «No me cabe en la cabeza jugar dos partidos seguidos, como así ocurre tanto en nuestros mundiales como europeos. Un deporte que se precie de nivel y prestigio no puede hacer jugar un partido a un equipo en menos de 48 horas entre uno y otro». Ahora bien, una vez apuntado esto, reconoce: «no conozco el mundo del rugby e imagino que tendrá su justificación, para mí un torneo no debería durar más de tres semanas». Sobre todo, porque también hace complicado mantener los niveles físico y mental durante tantos días fuera de casa. La difícil convivencia Mantener un grupo unido durante un mes y medio no es fácil. «Se te hace largo y duro -prosigue Barrio- porque son muchas personas juntas durante muchos días y sometidas a gran presión. Por eso cada vez más se tiende a ampliar el número de jugadores (31), de asistentes y técnicos». En otros deportes con menor desgaste como el baloncesto también se hace complicada una vivencia muy extensa, como recuerda Pepu Hernández. «A medida que avanzan los días, el deterioro físico va aumentando y, aunque se te hace muy largo, lo suples porque vas ganando partidos y la mente te ayuda. En este sentido la labor que hacen los médicos, fisios y preparadores es encomiable». Sobre todo, porque en una cita tan extensa la diferencia es un simple matiz. «La puesta en forma del equipo para el campeonato puede ser buena, pero la puesta a punto en cada partido me parece tremendamente complicada», concluye el campeón del mundo de 2006. Así las cosas, teniendo en cuenta la idiosincrasia del rugby y sus firmes principios, no parece que vayan a modificar el formato de competición en el futuro. «Creo que el éxito mediático, de audiencias, de espectadores y de impacto económico para Japón en cuanto a visitantes no parece indicar que necesite un cambio -apunta Mercedes Coghen, que fue directora de Relaciones Institucionales del Mundial de baloncesto de España 2014-. Además la fórmula del Rugby 7 les ha permitido dar mucha visibilidad a la mujer e incorporarse al programa de los Juegos Olímpicos».
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