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La población de ciervos de Doñana remonta y alcanza al fin las cifras previas a la sequía de 2005

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El censo se estabiliza por encima de los 4.000 ejemplares y no desciende a pesar de la falta de agua de los últimos dos años y medio, una situación impulsada por la falta de depredadores y la abundancia de pasto

La falta de agua y el éxito reproductor convierten al jabalí en el inesperado villano de Doñana

Tras casi dos décadas de crecimiento progresivo, el tamaño de la población de ciervos del parque nacional de Doñana supera ya ligeramente al previo a la sequía de 2005. Los últimos datos registrados por el Programa de Seguimiento de Procesos y Recursos Naturales, que realiza la ICTS Doñana, indican que la población de este herbívoro se ha ido recuperando progresivamente hasta alcanzar este año el valor máximo de la serie histórica 2005-2024.

Los censos del Programa de Seguimiento proporcionan una primera estimación de la abundancia relativa, el Índice Kilométrico de Abundancia (IKA), basada en el número de contactos por kilómetro. A partir de estos datos, el personal científico puede ajustar modelos estadísticos para calcular la densidad de la especie (el número de individuos por kilómetro cuadrado).

De este modo, el IKA obtenido en el año 2023 para los ciervos en Doñana ha aumentado hasta 4,69 contactos/kilómetro, frente a una media de 2,74 en el periodo anterior (2004-2022), tal y como apunta el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Durante dicho periodo, la abundancia aumentó progresivamente durante la década que siguió a 2005 y son estables desde entonces, lo cual refleja que la población se ha estabilizado.

Competencia del ganado por el pasto

En este sentido, Luis Santamaría, investigador científico de la Estación Biológica de Doñana (EBD), que lidera el Grupo de Ecología Espacial, explica que hay una tendencia continua a aumentar, puesto que “en la sequía de 2005 la abundancia bajó mucho, pero desde entonces el ciervo se ha recuperado hasta alcanzar valores ligeramente más altos que al principio de la serie”.

Así, desde 2014, la población de ciervos del parque nacional de Doñana se ha mantenido estable en torno a los 4.000 ejemplares, sin descender a pesar de la sequía de los últimos dos años y medio, según datos del IREC y la ICTS Doñana. Por ello, los expertos creen que la subida de la población de ciervos está probablemente potenciada por “las excelentes condiciones” que ofrece el Coto del Rey, una zona ubicada al norte de El Rocío (en término municipal de Almonte) y compuesta de bosque mediterráneo.

“En los censos de este otoño, esta finca registra un aumento significativo de la abundancia de ciervos. La causa es seguramente que el Coto del Rey no cuenta con ganado, por lo que hay más pasto y el ciervo tiene menos competencia”, como explica Francisco Carro, responsable del seguimiento de las poblaciones de ciervos en la ICTS Doñana.

En concreto, aquí es donde se ha detectado la segunda máxima abundancia de todos los recorridos anuales de otoño (25,5 contactos/km). Además, la especie aumenta en todos los transectos, especialmente en la Reserva Biológica de Doñana (5,16 contactos/km en 2023 frente a 4,32 en 2022); Puntal (0,4 frente a 0,26); Algaida-Los Sotos (3,35 frente a 2,13); y Marismillas (2 frente a 1,16). Estos valores reflejan tanto el aumento general de la especie como sus preferencias de uso de las diferentes fincas, ya que los animales pueden moverse entre ellas.

Censos y control de la población

Los ungulados (jabalíes y ciervos) y lagomorfos (conejos y liebres) del Espacio Natural de Doñana se censan cada año desde 2005 desde un vehículo especialmente adaptado que recorre la totalidad de los hábitats existentes. Estos conteos se efectúan en marzo y septiembre, coincidiendo en este último caso con la berrea. Comparando con otras fincas de la península, las densidades de población de ciervos en Doñana son moderadas.

“Aunque en Doñana no hay depredadores ni explotaciones cinegéticas, el ambiente es menos productivo, ya que las zonas con pasto representan solo una fracción del parque y los recursos que ofrecen se reparten con el ganado y otras especies de ungulados silvestres. Además, la ausencia de depredadores que puedan regular la población hace aumentar el riesgo de que la población crezca por encima de la capacidad de carga de la vegetación, especialmente en años de sequía, lo que puede degradar los ecosistemas”, señala Santamaría.

Por ello, según comenta el experto, es “muy importante” monitorizar el tamaño de la población y su impacto sobre la vegetación, para evaluar si es necesario regularlo.

Proyecto internacional de investigación

El Grupo de Ecología Espacial está desarrollando el proyecto internacional de investigación Resilgraze, que analiza cómo funciona la relación entre la vegetación y los grandes herbívoros en los sistemas pastorales de alto valor natural de la región atlántica europea. Estos sistemas incluyen ganado (caballo y vaca), que coexiste con varias especies de herbívoros silvestres (ciervo, gamo, corzo). El objetivo es buscar herramientas para predecir de forma temprana los posibles desajustes entre la producción de la vegetación y su consumo por la comunidad de herbívoros. Este proyecto cuenta con la participación de la Universidades de A Coruña, Groninga (Países Bajos) y Edimburgo (Escocia).

“Cuando tienen lugar los ciclos habituales de años de sequía y otros más húmedos, se desencadenan procesos de sobreexplotación del pasto, que reducen la producción de comida en años posteriores. Estos procesos pueden ser moderados y locales, gracias a la resiliencia de estos ecosistemas y a los procesos de regulación de las poblaciones de herbívoros; o pueden alcanzar umbrales en los que se degrada de forma severa, e incluso irreversible, la vegetación. Con el cambio climático, estos ciclos van a ser cada vez más frecuentes y más extremos”, afirma Santamaría.

El proyecto Resilgraze se centra en desarrollar herramientas para estimar y comprobar cuánta comida hay para los ciervos (y otros herbívoros) usando imágenes de satélite y collares GPS, analizando la manera en que estos se mueven para buscar y explotar las zonas con más y mejor pasto. Por último, también se mide el impacto que estos tienen en la composición y la productividad de la vegetación.

Vallado de plantas jóvenes

El trabajo ya desarrollado muestra, por ejemplo, que la disponibilidad de distintos tipos de vegetación en Doñana ayuda a aumentar la resiliencia en años en que llueve poco o, incluso, cuando llueve demasiado.

Además, en fincas con densidades elevadas, el efecto del ganado sobre la vegetación es “mucho más severo” que la de los ciervos y los gamos. Sin embargo, cuando hay densidades moderadas, “la presencia de ganado favorece a los ungulados silvestres, al seleccionar tipos de pasto de mejor calidad para éstos”.

“Para ayudar a la regeneración de los árboles y arbustos nobles, el personal del parque está teniendo que proteger las plantas jóvenes con vallados. Este método puede servir transitoriamente, pero no es una solución sostenible. Nuestra contribución es tratar de determinar cuál es el impacto de ambos tipos de herbívoros, silvestres y domésticos, y qué densidades son compatibles con la regeneración de la vegetación. Y cómo adaptar estos números a los cambios que ya están ocurriendo en el clima”, señala Luis Santamaría.

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