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Los satélites que desde Navidad llevarán internet a todo el mundo

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Los satélites que desde Navidad llevarán internet a todo el mundo

Cuando acaben las vacaciones de este verano prácticamente no habrá un solo lugar en el planeta sin internet. Si pueden ver el cielo, es factible conectarse.

Las playas alejadas, un pueblo remoto… tendrán la señal de Starlink, de Elon Musk. ¿Cómo lo hizo?

Recuerden los lanzamientos de esos cohetes propiedad de SpaceX que salen y regresan a la atmósfera con una frecuencia casi quincenal. Durante su breve estancia fuera del planeta, esas naves de la empresa de Musk se abren para dejar en el espacio decenas de satélites cada vez, acumulando ya una estela de mil 500 satélites.

Los dispositivos son propiedad de Starlink, compañía con la que el empresario ofrece desde este año servicio de Internet en zonas remotas.

Los interesados desembolsarán el equivalente a 99 dólares mensuales –más un pago único de otros 500 dólares– por un equipo consistente en una antena y una consola que puede instalar cualquiera en minutos, asegura Musk.

En México es necesario escribir la zona en la que desean obtener el servicio y si el pueblo está incluido en la distribución, reciben un mensaje inicial como éste: “Starlink tiene como objetivo la cobertura en su área a fines de 2021. La disponibilidad está sujeta a la aprobación regulatoria. Los pedidos se procesarán por orden de llegada”. Después de algunas pruebas es posible notar que sus antenas no llegan a ciertas poblaciones.

¿En cualquier caso, está haciendo negocio la empresa? Musk dijo que no.

Durante una conferencia pública expuso que solo el equipo que entregará a sus clientes cuesta mil dólares, lo que reduce su meta en este momento a una sola: dejar de perder dinero.

Lo más importante de esta tecnología está en cada satélite de Starlink. Individualmente pesan unos 260 kilogramos y los ubican a una distancia de 500 kilómetros sobre la superficie terrestre, eso es como medio camino entre la Ciudad de México y Monterrey. Están más cerca de la gente y lejos de otros satélites instalados a unos 36 mil kilómetros.

Es la cercanía la que reduce la “latencia” de su servicio a 20 milisegundos, tiempo que tarda un solo movimiento del ala del colibrí mientras vuela.

Eso es importante, digamos, para el traslado de las señales desde que ustedes disparan un “arma” en el videojuego Fortnite presionando el botón de la computadora, hasta que esa “bala” aparece en la pantalla de su adversario del otro lado del mundo.

Starlink asegura que los datos viajan a una velocidad de entre 50 y 150 megabits por segundo. Eso puede resolver el uso de Netflix o subir videos a YouTube y superar el servicio básico que ofrecen empresas como Telmex e Izzi en México, aunque por una tarifa inferior.

Las autoridades mexicanas ya entregaron a Starlink Satellite Systems la autorización para operar en el país mediante un oficio del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) fechado el 24 de mayo.

¿Quiere Musk competir con otras empresas de internet? No, de acuerdo con lo dicho por él mismo al final del mes pasado durante una videoconferencia en el Mobile World Congress.

Su intención es complementar los servicios vigentes y llegar hasta un cinco por ciento de la población mundial que permanece desconectada debido a su lejana ubicación. Eso implica alcanzar a unos 375 millones de personas, el triple de habitantes de México.

Hasta la fecha el número de usuarios de Starlink roza los 70 mil, del medio millón que pretende completar sólo durante los próximos 12 meses.

Musk seguirá “subiendo” satélites a un ritmo de decenas cada quincena, desde su base en Texas.

En estos días, SpaceX traslada dos tercios de todo lo que el mundo lanza a orbitar la Tierra y el próximo año ese número podría subir a un 80 por ciento del total. La compañía trabaja en obtener cohetes más rápidos, confiables y reutilizables para alcanzar una frecuencia comparable con la de los aviones.

El ritmo empieza a preocupar a científicos por el posible lado negativo del proceso: los satélites lanzados se componen principalmente de aluminio y cuando al final de su vida la gravedad los regrese al planeta, durante su caída la fricción provocará su combustión y los gases pueden dañar la capa de ozono que los humanos han intentado proteger durante años. Eso debe comprobarse, aún.

¿Por qué hace lo que hace? Le preguntaron a Musk la semana pasada: Para mostrar con Tesla que la vida en la Tierra puede ser buena con energías renovables, dijo; el resto, “para saber qué preguntas hacer a ese cúmulo de respuestas que es el Universo”.

Director General de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de El Financiero


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