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¿Cuántos cementerios ha tenido Sevilla?

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Los orígenes de la necrópolis de Sevilla se remontan a finales del siglo XVIII, cuando Carlos III promulga una real cédula por la cual se ordena la construcción de cementerios «fuera de poblado» y a raíz de eso comienza una dinámica de transformación. Se pasó de enterramientos parroquiales y entierros en las iglesias o conventos, al exterior de la ciudad en ámbitos específicos. «Los primeros intentos de construir un camposanto público llegan a raíz de la necesidad, provocada por la fiebre amarilla de 1800. Eso establece el hecho de que hay que realizar enterramientos masivos, fuera del recinto amurallado de la ciudad que son provisionales, pero en un momento determinado, esos enterramientos provisionales con el tiempo adquieren una estabilidad» explica Francisco Javier Rodríguez Barberán, profesor de Arquitectura de la Universidad de Sevilla. Pero el primer cementerio en Sevilla, según Barberán, es «un cementerio privado muy pobre que se edifica en lo que era la ermita de San Sebastián, en el barrio del Porvenir. Esa necrópolis termina convirtiéndose en un cementerio público, aunque nunca llega a ser mucho más que una serie de patios con nichos alrededor. Hablamos de la primera mitad del siglo XIX». Luego se construye un cementerio en el barrio de Triana, conocido como cementerio de San José, en 1832, que se encontraría aproximadamente donde hoy se ubica Torre Triana, cerca del Patrocinio. Ambos cementerios quedaron abandonados, y los retos que allí yacían, posiblemente, pasaron a fosas comunes. El único camposanto que sigue en pie de aquella época es el cementerio inglés, próximo al cementerio de San Jerónimo. No será hasta 1853 cuando se inaugure el actual cementerio de San Fernando, proyectado por el afamado arquitecto sevillano Balbino Marrón. En el plano original hay un triángulo, que es el que hoy sigue conociéndose como cementerio disidentes, para albergar allí a personas de otra religión o personas que habían renegado de la religión católica. Más adelante, se acotó una zona para las personas que profesaban el judaísmo. Según cuenta Rodríguez Barberán, «con el deshielo de las relaciones entre España y Estados Unidos, hubo un grupo de congresistas y senadores norteamericanos que visitaron nuestro pais, y aprovechando esta visita, la comunidad judía en Sevilla protestó exigiendo un espacio propio, de ahí que se mantenga separado por una valla». En el caso de la comunidad musulmana, tienen un cementerio propio junto a la entrada norte de San Fernando, que se construyó durante la Guerra Civil. Entrada del cementerio musulmán - ABC «Hay bajas dentro del bando de los nacionales, de personas del norte de África, que profesan la religión musulmana y esas personas deben ser enterradas. Lo normal habría sido enterrarlos en el cementerio de los disidentes, pero se producía un conflicto ideológico. Son aliados del nuevo régimen y sin embargo, iban a ser enterrados donde iban los opuestos al régimen. Resultado, se ordena la construcción de un cementerio islámico» explica Francisco Javier Rodríguez. De ahí, que para este profesor de Arquitectura, la necrópolis sevillans hay que ponerla en valor y entenderla como un espacio vivo, como una prolongación e incluso un reflejo de la propia ciudad. «Es una reproducción a escala de la ciudad. Entender que tiene su núcleo histórico, que tiene su ampliación burguesa, que tiene su periferia y las marcas que la historia ha ido dejando en el cementerio, como la huella que dejó el estilo regionalista en los edificios de la ciudad, y que se trasladó también a los panteones del cementerio» indica Barberán.
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