Gonzalo Fernández-Castaño: «mi primer torneo en Marberlla marcó mi futuro»

Para Gonzalo Fernández-Castaño, los veranos están vinculados al golf. Desde que te tiene uso de razón recuerda practicar este deporte cuando llegaban las vacaciones escolares. «Pasábamos el mes de julio con mis abuelos en Marbella y en agosto llegaban mis padres. Yo me pasaba el día en el campo de golf, de 9 de la mañana a 9 de la tarde, y no hacía otra cosa que jugar al golf», rememora con cariño. De ahí aque no fuera extfaño que le llegara su primer éxito a una muy temprana edad. «Mis primeras clases fueron allí, con el maestro Diego Morito que me enseñó a coger el palo y luego ya en Madrid seguí avanzando. A los 7 años gané mi primer torneo en Aloha Golf, en un campeonato de pares 3, y ahí ya me enganché para siempre». No deja de ser significativo que la imagen veraniega que guarda para siempre en memoria sea la de esta primera victoria, que marcó su vida para siempre. «Es que no soy nada playero; de monte sí que soy, pero de playa casi nada. Tiene que ver con mi piel, que me quemo como una gamba en la playa. Lo que me gustaba del verano era eso: golf, golf y golf y me encantaba la libertad de que te dejaran en el campo de golf por la mañana y te recogieran parta cenar. Era la libertad absoluta, como cuando sueltas un perro en el campo, que hace lo que le da la gana», bromea. Según fue creciendo, su relación con este deporte se fue consolidando («mis amigos siempre han sido algo mayores, era un grupo de niños con los que mantengo una buena amistad aún a día de hoy; mis mejores amigos han salido del mundo del golf» hasta el punto de convertirse en profesional y vivir ahora de ello. «Los torneos más importantes están en el verano y en los últimos diez años no he disfrutado mucho de lo que es un veraneo típico. Pero incluyo también el golf en mi tiempo libre porque lo considero mi mayor afición (aparte de mi trabajo) y eso ayuda. Es verdad que hay veces que quieres desconectar después de una saturación, pero son muy aisladas». Sin embargo, no ha conseguido transmitir esa pasión a sus pequeños,m que parecen tirar por otros derroteros.«Mis hijos no son muy golfistas, les encanta el mar y cada uno tiene su afición. El mayor es más de ordenadores y pantallas; Lola es a la que más le divierte el golf a Alicia le encanta el fútbol y es el pequeño Mateo, con 3 años, el que siempre está con el palo en la mano. Va a ser nuestra bala en la recámara», risas. De todas formas, tampoco es algo que le preocupe. «No les fuerzo nada. Quiero que hagan deporte, pero no les presiono con el golf; quiero que hagan deporte por salud, entretenimiento y forma de vida, peron que cada uno siga su camino».