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Rahm llega al número uno del mundo

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Los récords están para batirlos y la historia, para reescribirse. Y cuando se pueden lograr ambas cosas con una motivación personal, el éxtasis deportivo ya puede ser absoluto. Para Jon Rahm, seguir los pasos de Severiano Ballesteros ha sido su obsesión desde que se hizo profesional; no solo buscaba ganar torneos, sino hacerlo en los mismos lugares que su ídolo. Y, además, dejar un legado para el golf español que se acercase lo más posible al del cántabro.

Cuando se tienen estas miras con veinte años se pueden pensar dos cosas: o las pronuncia un número uno en potencia o todo un fanfarrón. Y en el caso del vasco, los hechos le han ido dando la razón desde el principio. Con los hitos del de Pedreña en la cabeza, fue acercándose a ellos con descaro. Así, ganó por primera vez en Estados Unidos con 22 años, dos después de que lo hiciera el genio, pero le superó en efectividad en cuanto fue sumando fechas europeas. Su dominio en el Viejo Continente es tan brutal (lleva ya 6 victorias, de ellas tres Rolex Series), que solo necesitó cuarenta torneos para conseguirla, mientras que su ídolo precisó 52.

Aparte, con su victoria en el último Open de España se convirtió en el tercer español en defender el título con éxito, algo que nunca logró el montañés. Pero Rahm ya tiene claro que lo importante es alcanzar los hitos de Ballesteros, aunque no siempre pueda superarlos. Por eso le dio tanta relevancia a quedar número uno europeo en Dubái el pasado me de noviembre, aunque ya tuviera 25 años, 6 más que su referente cuando lo hizo en 1976. Y ayer, cuando se convirtió en número uno mundial cuatro años antes que su ídolo (29) dio un paso de gigante en su autoestima. «Siempre he dicho que es para mi una motivación y un orgullo poder seguir los pasos de Severiano —declaró con sinceridad— y nada me gustaría más que poder dejar una impronta en el golf español como la que él nos legó».

Golfista por su culpa

Aunque por la diferencia de edad no coindieron en los campos, Jon tiene claro que nunca se habría dedicado a este deporte si no hubiera sido por su influencia. «Mis padres comenzaron a jugar porque asistieron a la Ryder Cup de Valderrama y a raíz de eso nos aficionamos a tope; me veía todos los vídeos de Seve y me imaginaba logrando los mismos triunfos que él», se siguió sincerando. Y con la mira en los grandes siempre de reojo, el primer puesto en el ranking universal era un reto aún mayor que los anteriores. «Si miramos las gestas que todavía no le había igualado ningún español la más llamativa es la del número uno. Incluso en los majors se le han acercado Chema Olazábal y Sergio García, pero hasta ahora ninguno había sido el mejor del mundo, como él», explicó con delectación.

En efecto, Seve se alzó con el trono el 27 de abril de 1986 y ayer, 12.502 días después, fue el vizcaíno el que lo hizo. Ya lo había acechado en 2018 (después de ganar el Career Builder Challenge) y a primeros de 2020 cuando acabó segundo en el Mundial de México. Pero, en un dechado de madurez, no se quiso obsesionar con llegar a lo más alto a cualquier precio. «El ranking es muy complicado y no lo puedes controlar tú -explica- porque llegar arriba debe ser una consecuencia del buen juego. Es decir, que lo que hay que hacer es estar arriba en los torneos y cuando llegue el momento preciso, atacarlo».

En honor a la verdad, hay que reseñar que Ballesteros no pudo acceder antes al trono porque los listados se establecieron en 1986, en un momento en el que ya sumaba cuatro grandes en su palmarés; de haberse instaurado antes, lo habría conseguido con mayor premura. Aun así, lo conservó durante 61 semanas con gran éxito. Y ese modelo de perseverancia es el que ha tenido Rahm como fijación en los útimos tiempos. «No voy a negar que al principio me sentía muy presionado y dejaba que mis sentimientos afloraran más de la cuenta, lo que repercutía en los resultados -se confiesa- pero a medida que he ido ganando experiencia me he dado cuenta de que no vale de nada forzar las cosas; hay que dejar que las cosas surjan por sí solas y ser consciente de que los fallos nos van a llegar a todos. No tiene sentido enfadarse por un golpe malo, sino seguir mirando hacia adelante y concentrarse en mejorar en el siguiente».

Mantener la calma

Por eso, después de unos complicados hoyos finales, Jon fue capaz de mantener la calma y el horizonte fijo en su objetivo real: alcanzar el número uno mundial ya fuera por méritos propios o por deméritos de los rivales. Y si a él se le ponía complicada la jornada, mucho peor se le dio a Rory McIlroy. El norirlandés, que defendía la posición, tenía que quedar entre los 30 primeros para que el español estuviese obligado a ganar el Memorial; al no hacerlo, Jon podía acabar incluso segundo para alzar el cetro. Y con dos opciones abiertas, el español tomó la primera. El alma de Seve le estaba llamando.

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