El cañón del brasileño, artillero en Copa, y la firmeza del ucraniano sellan el triunfo madridista. La Real perdona sus opciones, sobre todo Oyarzabal, y buscará la machada en el Bernabéu
Un Real Madrid de entreguerras, con la cabeza más puesta en la Liga y en la Champions, salió del Reale Arena con una victoria de mucho mérito. Fue un equipo sólido y se impuso en las áreas, su fórmula tradicional, esta vez con protagonistas diferentes. Lunin, portero de noche, selló la meta naranja, y Endrick, artillero de Copa, volvió a sacar a pasear el cañoncito que tiene en la zurda. La Real igualó el duelo por intensidad y tuvo sus opciones, pero se le atascó el gatillo, sobre todo a Oyarzabal, tantas otras veces héroe en partidos grandes. Los donostiarras acabaron cabreados con Sánchez Martínez por no pitar alguna caída en área que no fue para tanto, y los madridistas se marcharon lamentando el percance final de Ceballos, muy dolorido tras un golpe final en la rodilla derecha.
Era difícil repetir un nivel semejante al de la otra semifinal copera, pero pusieron empeño Real Sociedad y Real Madrid por brindar un espectáculo de primer orden. Los donostiarras, crecidos por el gran recibimiento de su hinchada, arrancaron a todo trapo, asfixiando al rival en su campo, con Oyarzabal, Barrene y Kubo apretando como posesos. El japonés encauzó el ataque de salida, combinando con Brais en una pared corta exquisita que quedó para la derecha del nipón. Que no es su pierna diestra, que es la zurda. Tiró fuerte, al bulto, y sacó Lunin sin mucha dificultad. En el córner siguiente, Aguerd no llegó por centímetros a embocar.
En esos minutos fue clave el temple de Lunin, especialmente con los pies. El ucraniano pivotó con acierto todos los balones que retrasaron los defensas, especialmente dos de Fran García y Camavinga, más tiros en propia puerta que pases al compañero. La máxima atención del ucraniano permitió respirar a un Madrid de rotación masiva, con Asencio como lateral diestro, Fran en la zurda, Arda en derecha y Endrick arriba. Al frente de todos, Vinicius con el brazalete para comandar al Madrid, siete años después de su llegada. En él estuvo el origen del 0-1, en su esfuerzo defensivo para robar en línea de medios, activar a Bellingham en la zurda y poniendo a correr al equipo. Marcó Endrick el movimiento, Jude dibujó el pase perfecto, el brasileño controló con el cuerpo, mitad cadera mitad zona blanda, se fue como un rayo y resolvió con el exterior de la zurda, con Remiro a medio camino entre salir o quedarse.
El tanto cayó a plomo sobre Anoeta, y el Madrid pudo sacar más tajada en una contra que arrancó con polémica. Braceó Bellingham ante Aramburu, que cayó golpeado en la cara, arrancó el inglés, cedió a Vini y Remiro metió una mano de gol. Recriminó el público al árbitro que no pitara falta o parase el juego, y al Madrid que no tirase fuera el balón. Pero la Real encontró cómo reponerse. Fue por banda derecha, donde Barrene empezó a recibir al pie para buscar las cosquillas a Raúl Asencio por dentro. El extremo pudo igualar tras una diagonal resuelta con un disparo de rosca que sacó Lunin con una mano excelente. Era el sitio. Asencio cerró el primer acto cazando a Barrene, viendo la amarilla y escuchando gritos de «muérete». Lo escuchó Sánchez Martínez y paró el duelo para pedir que cesaran los gritos intolerantes. Que es lo que son.
No volvió Asencio al césped por prudencia. Entró Lucas, que reclamó el brazalete que por jerarquía y antigüedad le corresponde. Lunin abrió el segundo acto con una doble parada de mucho mérito, especialmente la primera al hacerse enorme ante el cabezazo de Oyarzabal a quemarropa. La segunda, sacó por estar en el sitio el remate de Kubo con poco ángulo. La respuesta del Madrid fue contundente. Vinicius recibió en banda, esperó movimientos y sirvió un balón largo al desmarque de Endrick, que controló bien y reventó contra el larguero. Como para irse arriba a lo loco y descuidar al escurridizo punta brasileño.
Los cambios no modificaron el tono general. Con Becker y Marín, la Real siguió moviéndose a impulsos, los de sus mejores jugadores. Brais, todo elegancia, se escurrió en el área con un recorte y una pisadita que no encontró rematador. Siempre aparecía Tchouaméni para corregir los centros. A falta de una jugada ligada, Oyarzabal disfrutó de la mejor ocasión realista al recibir un pase atrás de Fran García y quedarse mano a mano con Lunin. Ganó el ucraniano. Ancelotti retiró a Endrick (no hay manera de que complete un partido) para meter a Alaba y mover a medio equipo, con Tchouaméni a la medular. El francés es mucho más jugador con confianza. Suya fue la mejor ocasión del tramo final, con un remate desde la frontal que tocó en Zubeldia y cambió la trayectoria. Remiro se giró como un gato para sacar la pelota y evitar un 0-2 que pudo rematar la eliminatoria. Apretó la Real al final y el Madrid sufrió, pero lo peor fue el percance de Ceballos, rodilla derecha, que se golpeó con Kubo y forzó las articulaciones. Habrá que ver cuál es el precio final de la victoria en Donosti.
/Marca