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El fútbol normaliza ser mamá

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Marta Corredera, jugadora del Real Madrid y de la selección española, disputó su último partido el pasado 8 de diciembre. La defensa había sido esta temporada habitual en las rotaciones de Alberto Toril y su ausencia, matizada por alguna que otra pista, llamaba la atención de los aficionados. El lunes saltó la liebre. La futbolista anunció que está embarazada de su primer hijo, una feliz noticia que le lleva a tomarse una «pausa deportiva», como aclaró en sus redes sociales. «Es un sueño compaginar la maternidad y el fútbol», añadió. Frase de lo más lógica en la actualidad pero que hace no mucho no lo era tanto. El embarazo de las deportistas profesionales y de élite ha sido un tema tabú y de fricción, tanto que las cláusulas que impedían a las jugadoras tener hijos durante su carrera estaban al orden del día hasta hace poco más de un año.

El 1 de enero de 2021 entró en vigor una nueva normativa de la FIFA que pretendía erradicar estas prácticas, además de asegurarles a las futuras madres normalidad y seguridad laboral: 14 meses de baja por maternidad como mínimo y graves multas en caso de que se rescindieran sus contratos. El máximo organismo del fútbol internacional también decretó que las futbolistas, durante la baja, tienen que cobrar como mínimo dos tercios de su salario. Alcanzar la cifra corresponde al club mediante una mutua aseguradora. Los equipos, si lo han pactado con anterioridad y por contrato, pueden pagar el restante para así alcanzar el 100%.

Incluso si la futbolista se queda embarazada en el último año de contrato, los clubes están obligados por convenio a prolongar su estancia en el club un año más si así lo desea, como será el caso de Corredera. Ejemplos que evidencian que una de las batallas más candentes del deporte ve el final del túnel, aunque, como en toda lucha, aún queda mucho por hacer.

El caso de Corredera es el mejor ejemplo de esta nueva normalidad. La futbolista detendrá su carrera y volverá cuando cumpla su baja por maternidad. Las nuevas reglas de la FIFA, adaptadas en España por la Federación, obligan a que los clubes tramiten la vuelta de las deportistas que hayan estado ausentes por maternidad de manera inmediata, incluso aunque tengan completo el cupo de licencias, pese a que hace no mucho, que hubiese una vacante, era imprescindible para su reincorporación. El Real Madrid fichó a mediados de este mes a la danesa Sofie Svava, una adquisición que a toro pasado se entiende como reemplazo para suplir el hueco que deja Corredera para los próximos meses. Cuando la española vuelva, podrá hacerlo sin trabas pese a que los blancos tengan todas sus fichas cubiertas.

Precursoras

La normalizada (y regulada) realidad no difumina a los precursores. Alex Morgan, una de las mejores jugadoras del mundo, anunció en octubre de 2019 que dejaba el fútbol temporalmente en el tercer mes de su embarazo, cuando militaba en los Orlando Pride de la MLS y esta situación ni siquiera estaba regularizada. Volvió seis meses después, y lo hizo en la liga inglesa con el Tottenham, una de las competiciones más potentes del mundo. Un oasis casi sin precedentes que sensibilizó a la sociedad de la desfavorable situación. En España la primera futbolista que apartó su carrera para tener un hijo fue Maider Irisarri, que jugó con Osasuna también hasta el tercer mes de embarazo y, tras cumplir con su baja por maternidad, volvió a los terrenos de juego con el equipo navarro en enero de 2020. En la élite del fútbol el caso más reciente es el de María Alharilla, del Levante, que ya tuvo un vástago en 2018 y actualmente está esperando el segundo.

La balanza se inclina, pero no por completo. Más allá del fútbol, el fenómeno de masas por antonomasia, siempre bajo el foco mediático, hay deportes en donde las facilidades brillan por su ausencia y donde quedarse embarazada a día de hoy puede ser un problema para las deportistas. La baloncestista francesa Valériane Ayayi compitió en los Juegos de Tokio del pasado verano embarazada de 16 semanas y ocultó la noticia al gran hermano para no tener que lidiar con reacciones de sus compañeras, rivales y medios de comunicación, como reconoció en una entrevista tras la cita. Otras jugadora, la estadounidense Skylar Diggins-Smith, cuatro veces All Star de la WNBA, admitió en 2019 que jugó toda la temporada anterior embarazada con los Dallas Wings, en la que promedió más de 17 puntos. Al año siguiente no jugó ni un solo partido por la baja de maternidad y denunció que no había recibido el apoyo de su equipo. «Dijeron que había dejado tirado a mi equipo. He tenido una depresión posparto». La ciclista española Leire Olaberria fue más allá y llevó a juicio a la Federación española al entender la deportista que estaba sufriendo discriminación por intentar compaginar su carrera deportiva con ser madre.

«Que en el fútbol se esté normalizando el embarazo es una gran noticia. Sirve de ejemplo para el resto de disciplinas. Pero el gran problema son los deportes más minoritarios. En el ciclismo, por ejemplo, cuando compites para tu país en unos Juegos Olímpicos lo haces sin contrato. No se considera como un trabajo a efectos legales, por lo tanto no hay ningún tipo de obligación con la deportista, está sola», argumenta Pilar Calvo, secretaria general de la Asociación para Mujeres en el Deporte Profesional, que defendió a Olaberria en su caso contra la Federación, aún en el limbo. «Gracias si te dan una beca».

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