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Noventa días en el Chigi

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En abril de 1985, el Inter de Milán y el Real Madrid disputaron las semifinales de la Copa de la UEFA. En el partido de ida, celebrado en la capital lombarda, el resultado fue 2-0 para la escuadra transalpina. Tras finalizar el encuentro, Juan Gómez Juanito, jugador madridista, pronunció la frase ‘noventa minuti en el Bernabéu son molto longo’, inolvidable para los aficionados del club de Chamartín. En el encuentro de vuelta, celebrado dos semanas más tarde, el Real Madrid remontó la eliminatoria, endosando un 3-0 a los ‘nerazzurri’, proclamándose finalista de la competición. Se escribía así otro episodio en letras de oro de la mística de las remontadas en el Bernabéu. La fe de Juanito, expresada como un propósito de revancha, tenía su razón de ser. El pasado 13 de febrero, un buen aficionado al fútbol, aunque no ‘tifosi’ del Inter sino de la Roma, y antiguo banquero central, Mario Draghi, juró su cargo como primer ministro de Italia. El nuevo inquilino del Palacio Chigi tendrá por delante un desafío mayúsculo, equivalente al del Real Madrid en la eliminatoria susodicha, y no sólo por lo arduo de dotar de cierta longevidad a su mandato, dado lo habitualmente efímero del de sus predecesores, o favorecer la cicatrización de las profundas heridas humanas que deja la pandemia en la población italiana. En lo económico, sobre todo, pues Draghi recibe un país que se contrajo un 2% en el último trimestre de 2020 –mucho más que el 0,7% para el agregado de la zona Euro– y que acumula una ratio de deuda sobre el PIB del 160%, la mayor entre los socios comunitarios. Si a la frase que acuñó Juanito se le atribuyeron cualidades esotéricas, qué decir del famoso ‘whatever it takes’ («lo que sea necesario») pronunciado por Draghi en verano de 2012, que dibujó de manera decisiva el punto de inflexión en la crisis de deuda soberana en la zona euro, principal factor de preocupación para el mercado financiero en aquel momento. Pues bien, fiel a aquella afirmación, y dotándola de materialidad, el nuevo primer ministro quiere volver a hacer todo lo que esté en sus manos y ya ha trazado una agenda ambiciosa de reformas estructurales, que incluye una revisión del sistema impositivo, una mayor inversión en el sistema educativo y la optimización de la administración pública. Parece inteligente, como no podía ser de otra forma, el planteamiento de Draghi de querer fortalecer una de las tres variables que explican el crecimiento potencial de cualquier economía: la productividad, cuyo déficit flagrante ha situado a Italia en el furgón de cola de la competitividad entre los principales países europeos durante la última década. Y es que hay mucho margen para que las expectativas de crecimiento a largo plazo de la economía italiana se revisen al alza: entre el primer trimestre de 2009 y el cuarto de 2019, el PIB de la zona euro en su conjunto creció un 15,4% en términos reales frente a un 2,5% del italiano. Reflejo de ello, en el mismo período, la bolsa europea (índice MSCI EMU) se revalorizó un 217% frente al 127% de la italiana (índice MSCI Italia), mientras que los precios de la vivienda en el conjunto de la Unión Económica y Monetaria crecieron un 19% frente a la contracción del 17,5% en Italia. Draghi, para lograr su propósito, caminará sobre el mismo fino alambre que pisaron sus predecesores, y que no es otro que gestionar con la mayor pericia posible el difícil equilibrio entre (i) atender las demandas de Bruselas para poder disponer de los fondos del Next Generation EU a partir de la evaluación de los planes nacionales que tendrá lugar en abril y (ii) mantener a su Ejecutivo unido. Aquello de la teoría de la manta corta del entrenador de fútbol brasileño Elba de Padua Lima, apodado Tim. Pero si hay alguien que puede lograr la hazaña, como el Real Madrid frente al Inter, ese es Draghi. Y es que tanto su capital político como su poder de persuasión son formidables; después de todo, fue quién convenció al Bundesbank alemán para acabar ensalzando la expansión cuantitativa. Su estrategia pasará por llegar a acuerdos sobre reformas indivisibles en casa y utilizar su capacidad de negociación para convencer a Europa de exigir la condicionalidad más liviana posible. Como las expectativas son tan bajas entre los inversores, como lo fueron entre los madridistas antes de lograr la remontada citada, cualquier leve progreso en clave de reformas en Italia podría mejorar la percepción del binomio rentabilidad/riesgo de los activos italianos y demostrar que noventa días de mandato de Draghi pueden ser suficientes. Alf0nso García Yubero es director de Estrategia Santander Private Banking
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