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El último tren para Özil, una estrella devaluada

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Los Mundiales, más allá de la gloria que encierran, suelen ser uno de los escaparates más atractivos para los grandes clubes europeos, ansiosos de talento, siempre atentos a ese joven al que la fama aún no ha alcanzado y que deslumbra con su fútbol. Mesut Özil era uno de esos chicos en la edición que se celebró en Sudáfrica en 2010. Con ojos saltones, ascendencia turca y criado en la ciudad de Gelsenkirchen, hogar del Schalke 04, el mediapunta fue uno de los signos de renovación que presentó la selección alemana en el torneo. El equipo que aún vivía de veteranos, como Friedrich o Klose, también enseñó en África a una generación de veinteañeros, formada por jugadores como Kroos, Müller, Boateng y el propio Mesut, que cuatro años después, en Brasil, se convertirían en el equipo de referencia al ganar el título. Tal fue el talento mostrado por Özil en suelo africano que Real Madrid y Barcelona pelearon por los servicios del jugador una buena parte del verano, un duelo resuelto finalmente en favor de los de la capital. Su carrera en el club blanco, con muchas más luces que sombras, fue la cumbre futbolística del alemán, porque tras su marcha y un prometedor, pero deteriorado con el tiempo, paso por el Arsenal inglés (el equipo rescindió su millonario contrato hace unos días), Özil, con 32 años, corrobora su prematuro abandono de la élite al fichar por el Fenherbahçe turco. Hoy es presentado. «Hay dos países en los que quiero jugar antes de retirarme, Turquía y Estados Unidos. Si voy al primero, solo lo haría para el Fenerbahçe». El propio jugador recuperaba en sus redes sociales una foto donde se veía a un diminuto Özil, en su infancia en Alemania, con la equipación del equipo de Estambul. De hecho, durante lo que resta de temporada (ha firmado hasta 2023), el centrocampista llevará el dorsal 67 en honor a la ciudad de su familia en el país otomano, Zonguldak, localidad cuyo código postal empieza por estas cifras. Özil, en Turquía, tendrá uno de los mejores sueldos de la Superliga, cobrando cerca de cuatro millones de euros al año, y solo esta temporada, ya en su ecuador, el futbolista recibirá dos millones además de primas bastante elevadas si el equipo gana la competición doméstica o se clasifica para la próxima edición de la Champions League. Su llegada al Fenerbahçe es la de una estrella, al menos en lo mediático, porque hay que ver cómo se ha resentido su fútbol tras su etapa en Inglaterra. Özil abandona el Arsenal sin jugar ni un solo minuto en liga esta temporada y con tan solo 18 partidos disputados la última campaña. El equipo dirigido por el español Mikel Arteta ocupa el puesto 11 en la clasificación y pese a un arreón en las pasadas semanas con tres victorias en los últimos cuatro partidos, las críticas han sido constantes hacia la institución, buena parte de ellas dirigidas al antiguo ayudante de Pep Guardiola. Un dato demoledor asaltó a los «gunners» el pasado diciembre: ningún jugador fichado por el Arsenal desde la llegada de Arteta hace dos temporadas había conseguido un promedio mejor de goles o asistencias que el de Özil. Algo lógico por otra parte, porque con tanto talento como el mediapunta ha habido pocos, más en un fútbol de espacios como el inglés, donde los jugadores técnicamente dotados, pagados a precio de oro, suelen ser muy determinantes. En el Emirates deja momentos inolvidables, como la temporada 14-15, donde estuvo a punto de batir el récord de asistencias en una temporada de la Premier, gracias al buen hacer de sus compañeros y entre los que estaba, curiosamente, Arteta. Un fútbol más de momentos que de dominio prolongado en cualquier caso. Rebaja salarial Pese a que el alemán ha ganado cuatro FA Cup con los ingleses, la última el año pasado, su fútbol se ha ido deteriorando desde su llegada a las islas en 2013 por 40 millones de euros. Además, durante el parón derivado de la pandemia del coronavirus, fue uno de los que no aceptó la rebaja salarial que proponía el club anglosajón. Una acción criticada y que el propio jugador intentó suavizar al pagarle el sueldo a Jerry Quy, el hombre que había estado los últimos 27 años bajo el disfraz de la mascota del Arsenal y que había sido despedido por la delicada situación económica de los londinenses. Su salto de España al Arsenal estuvo propiciado, principalmente, por la llegada de Gareth Bale, un fichaje de clamor popular. También por el esquema de Carlo Ancelotti, un 4-3-3 en busca del «equilibrio» que tanto le gustaba al italiano, pues priorizaba a jugadores como Di María y Khedira en el centro del campo antes que el perfil más asociativo del mediapunta, una faceta desempeñada por Benzema desde entonces. Lo innegable es que Özil, en la temporada de los récords, la 2011-2012, fue un engranaje fundamental en un Madrid que avasalló en la Liga con 100 puntos, 121 goles y uno de los contraataques mejor ornamentados y sobrecogedores de la historia reciente del fútbol, con el mediapunta en forma de conductor y arrodillando a los mejores mediocentros del campeonato. Porque si de algo puede presumir Özil es que nadie ha bailado como él al mejor Busquets. Un tope en su fútbol que nunca se ha vuelto a ver de forma tan regular y que, salvo sorpresa, tampoco volverá en Turquía, una vía hacia la tranquilidad más que hacia el resurgir de su talento.
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