El ocaso de los niñatos
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Al final la nueva política era como la vieja, pero con mascarillas. El pueblo se aburría de tanta transición, tanto abogado del Estado y tanta esgrima y pedía a gritos navajeros, gladiadores y su dosis diaria de populismo, como yonquis del odio. El infierno está lleno de plegarias atendidas y así llegaron las redes, los debates en ‘prime time’ y los políticos jóvenes, guapetes e insustanciales. Y el votante se convirtió en un adolescente hormonado y quiso cambiar a personas serias, aburridas y con el trasero pelado de gestionar consejerías, diputaciones y secretarías de Estado para poner en su lugar a chavalillos sin experiencia, formación humana ni fracaso. Porque el éxito está bien, no está mal, pero es una fábrica... Ver Más