Se rebasó una línea
Debatir ideas no es tarea sencilla; más bien es faena incómoda, abrumadora y en apariencia inútil. Siempre se ha suplido la labor de convencimiento con otros atributos como el carisma.
La esgrima es un deporte olímpico que hace homenaje a los caballeros guerreros de la edad media. Las espadas de acero fueron un arma que requería un manejo poderoso tanto para el ataque como la defensa; requería estrategia, sorpresa y destreza. No era suficiente ser valiente para sobrevivir: era necesario saber esgrimir.
En el campo de las ideas políticas, saber esgrimir significa estar bien armado con razonamientos y conceptos, tener un manejo ágil de los argumentos, exponerlos en el momento y lugar adecuados y blindar la espalda. El esgrimista político sabe que su oponente se moverá a la izquierda o derecha según conozca su ideología y buscará moverlo a espacios comprometidos.
El debate político en las cámaras, en la prensa, las redes o la plaza pública, sirve para liberar presiones y mantener con oxígeno la vida pública de cualquier sociedad. Es un juego civilizado que tiene como principal valor escuchar las razones de otros. No es un combate eterno sino el esparcimiento de inquietudes cívicas bajo una democracia.
Debería ser un espectáculo edificante y constructivo. Pero no todos conocen las reglas o no las respetan por ambición de poder. Los duelos a espada se disiparon cuando aparecieron las armas de fuego. Se rebasó una línea. Fue un cambio brutal en donde el primer caído fue la gallardía del guerrero.
Las redes sociales son hoy ese armamento salvaje que transgrede cualquier esgrima política.