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La mitad del «cohete» económico del Gobierno se debe solo al salto poblacional por la inmigración

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El cohete económico del Gobierno tiene trampa: más de la mitad del crecimiento se debe exclusivamente al crecimiento de la población y al riego de los fondos europeos. Eso ha permitido a España mantener un ritmo de avance por encima de la media europea, aderezado por la fortaleza de la demanda interna, la recuperación del mercado laboral y el empuje de la inversión –principalmente por el gasto público, no por el empuje privado–, con un crecimiento del PIB que se situará en torno al 2,9% en 2025, lo que convierte a España en la economía de mayor dinamismo entre las grandes de la zona euro, aunque notará una importante desaceleración en 2026, hasta el 2,1%.

Pero desde el Instituto de Estudios Económicos (IEE) –el «think tank» de la CEOE– advierten que no es oro todo lo que reluce. Pese a que el crecimiento acumulado del PIB desde 2019 ha sido del 15,2%, muy por encima del crecimiento de la UE-27 (10%) y la eurozona (9,2%), al descomponerlo en términos agregados, la economía española registró un incremento acumulado real más de cinco puntos menos (10%), lo que demuestra que, en realidad, «esta fortaleza macroeconómica no se ha traducido en mejoras equivalentes en competitividad de las empresas y bienestar social de los hogares».

Así lo constata el informe semestral de Coyuntura Económica del IEE, que alerta de que el PIB per cápita –el que permite observar si la expansión económica se está traduciendo en mejoras reales para los individuos– se mantiene por debajo del nivel de la UE y de la eurozona, con una «brecha que apenas se ha reducido». Es decir, que «existe un desacople entre lo macro y lo micro por el modelo de crecimiento, que no llega por igual a los hogares, cuya renta per cápita sigue lejos de la media europea», además de que la sostenibilidad financiera de las pensiones y de la deuda pública -superior al 100% del PIB- «son una fuente preocupante de riesgo», señala el director general del IEE, Gregorio Ordóñez, que hace hincapié en la parte que el Gobierno oculta sobre esta bonanza económica que vivimos, ya que «la mitad del crecimiento que hemos tenido se debe exclusivamente al crecimiento de la población –incluso más si se suma el turismo– y, con las perspectivas que manejamos, el crecimiento potencial a largo plazo va a ser muy débil».

El informe confirma que el crecimiento actual del PIB se apoya por tanto en el aumento poblacional y no en incrementos de la productividad. «En otras palabras, el crecimiento agregado refleja una economía que crece por cantidad, y no tanto por mejoras en la eficiencia o en el valor añadido generado por trabajador, una dinámica que limita la convergencia en PIB per cápita y contribuye a explicar por qué los buenos resultados macroeconómicos conviven con debilidades persistentes en el plano micro», censura Ordóñez.

Gracias a la descomposición del PIB per cápita en cuatro factores –la productividad, las horas medias trabajadas por ocupado, la tasa de ocupación y el peso relativo de la población en edad de trabajar sobre el total–, el informe del IEE desvela los desequilibrios estructurales que existen en la economía española, «con una productividad estancada en los últimos años, una caída de las horas medias trabajadas por ocupado y una tasa de ocupación creciente pero incapaz de compensar el resto de componentes».

Precisamente, la productividad refleja que entre 2019 y 2025 ha sufrido un «estancamiento estructural». Por hora trabajada apenas ha avanzado un 1,9% en siete años, mientras que las horas medias trabajadas por ocupado se mantienen prácticamente constantes tras el ajuste de 2020. «Este comportamiento indica que la economía española no está generando más valor por unidad de trabajo, lo que limita la competitividad y la mejoría socioeconómica».

Los analistas del IEE advierten de que han comenzado a evidenciarse los límites del ciclo expansivo vivido, por lo que «se hace más necesaria que nunca la consolidación de un patrón de crecimiento menos dependiente del consumo y del turismo, y más apoyado en la productividad, la innovación, la industrialización avanzada y la sostenibilidad fiscal».

Además, las previsiones para 2026 apuntan a una moderación del ritmo de crecimiento y a una creciente relevancia de los riesgos externos: desaceleración del comercio mundial, persistencia de la inflación subyacente en algunos mercados, tensiones geopolíticas o volatilidad energética. En sus proyecciones, el IEE alerta de la ralentización que muestra ya el turismo, con un «crecimiento más moderado de la llegada de turistas y del gasto»; de que el impulso de la inversión en equipo a tasas tan elevadas «no se sostendrá durante mucho tiempo», sobre todo en un contexto de menor llegada de los fondos europeos, ya que el programa finaliza en 2026; y del «inesperado parón» del sector de la construcción en plena crisis de vivienda. Los costes laborales son otro de los puntos más criticados por el informe, después de que desde 2019 hayan crecido un 27%, mientras que, en el promedio de la eurozona el incremento ha sido del 23,4%.

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