Salto a la inmortalidad
No resulta sencillo ser Suslaidy Girat Rivero, sobre todo cuando acaparas todas las miradas en las grandes citas deportivas, cuando toda una delegación cubana deposita sus esperanzas en ti, cuando los especialistas cuentan tus participaciones como medallas casi seguras y la afición espera que subas al podio en cada competencia.
Pero la santiaguera lo asume con naturalidad, como si fuera algo normal, o al menos así lo aparenta. Llevo tres días que escribo acerca de sus hazañas en Tokio y me pregunto a cada minuto cómo lo hace sin dar señales de agotamiento mental o nerviosismo.
Así ocurre desde 2009 cada vez que su nombre aparece en los Juegos Sordolímpicos. Lo más asombroso es que nunca decepciona. No importa si el evento se realiza en Asia o Europa, o si estaba en la plenitud de su carrera o en su última cita estival, porque Suslaidy es eterna.
Esta vez fue el Parque Olímpico Komazawa el testigo de la proeza de la cubana en el salto de longitud. Ella llegaba como vigente monarca y sabía que tenía la oportunidad de poner el broche dorado a su trayectoria en el olimpismo. Y así lo hizo con un brinco a la inmortalidad de 6.11 metros, que le reportó su noveno título en estas lides.
No pudieron aguarle la fiesta ni Dziyana Barzukova, bajo bandera neutral, que marcó 5.79, ni la ucraniana Yuliia Matviievska, con 5.73. La leyenda continúa y Suslaidy la agrandó con su 13ra. presea, demostrando también que el aura del número 13 no siempre es de mala suerte. Y, para colmo, todavía le quedaban fuerzas para correr en el relevo femenino cubano de 4x100 m, aunque concluyeron en séptimo puesto, con registro de 51.39 segundos.
Su despedida de las citas bajo los cinco aros —como confesó tras conseguir el oro— no podía ser de otra manera que como empezó: con una corona olímpica y por todo lo alto. Suslaidy dijo adiós a estos certámenes como la atleta cubana más galardonada de la historia y, a la vez, dio un salto definitivo al olimpo del deporte universal.
Cierre con buen sabor
Si Suslaidy voló sobre la arena de la urbe japonesa, el discóbolo cubano Héctor Daniel Pérez hizo lo propio con su implemento. Aunque no le bastó para incluirse entre los medallistas, su quinta posición en la final, con un lanzamiento máximo de 47.42 metros, lo sitúa en el grupo de avanzada de la especialidad en el planeta.
La santiaguera Eva Mairelis Martínez quedó muy lejos de los primeros lugares en la prueba de los 5 000 metros femeninos. Un puesto 14 que, contradictoriamente a lo que muchos pensarán, deja muy buena impresión, pues la caribeña mejoró su marca personal en la carrera hasta los 19:20.41 minutos.
Con las actuaciones de este lunes, la Mayor de las Antillas finalizó su incursión en la cita estival de Tokio 2025 con tres diademas: dos de Suslaidy en el atletismo y otra de bronce en el judo, aportada por Yadira Ramos. Pero más allá de los numeritos, que siempre importan, la Isla consolida atletas en la arena internacional, aunque también plantea una interrogante que romperá la cabeza a más de uno: cómo suplir la ausencia de una gigante como Suslaidy Girat, que ayer se despidió de las Sordolimpiadas y dio un salto hasta la eternidad.

