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La torre de saltos de la Brigada Paracaidista no recrea el estrés de una operación real

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  1. Dos simuladores: torre de salto y descensor
  2. Cómo responden al estrés
  3. Midieron las pulsaciones con sensores
  4. No recrean bien la situación de estrés
  5. Encuesta sobre los simuladores
  6. En duda la preparación para el salto y el combate
  7. Propuesta de cambios
  8. Un solo salto en el último año
Paracaidistas de la Bripac, en un salto desde el avión MV-22B Osprey de los Marines de Estados Unidos (Foto: Jesús de los Reyes / Ejército de Tierra).

“Cuál es la reacción psicofísica de un paracaidista ante un salto real”. Esa es la pregunta que se planteó un alumno de la Academia General Militar, de Zaragoza, donde se forman los oficiales del Ejército de Tierra, y con esa pregunta realizó un estudio experimental sobre la instrucción en la Brigada ‘Almogávares’ VI de Paracaidistas (Bripac).

El trabajo de fin de grado de ese oficial (ya es teniente), y el de otro sobre “El instinto de combate”, han sido editados en un libro por el Mando de Adiestramiento y Doctrina (MADOC) del Ejército de Tierra y por la Universidad de Granada, tras ser distinguidos con el Premio “Cadete Afán de Ribera” a la investigación.

Dos simuladores: torre de salto y descensor

La finalidad del estudio sobre la reacción psicofísica de un paracaidista era “comparar el comportamiento de las tropas paracaidistas ante el uso de los simuladores con las respuestas que sufren los combatientes en un salto de apertura automática real”. Así lo explica el autor, el teniente del Ejército de Tierra Gonzalo Lacasta López.

La Brigada ‘Almogávares’ VI de Paracaidistas dispone en la Base ‘Príncipe’ (Paracuellos del Jarama, Madrid) de un Centro de Instrucción Paracaidista Elemental (CIPAE).

“Esa instrucción conlleva el uso de simuladores que intentan recrear el momento de la salida de la aeronave y la toma a tierra, pero también existen instalaciones dentro del centro en las que se instruye al combatiente en el equipamiento en el área de embarque, así como el comportamiento en el avión/ helicóptero y en dicha área”, describe el autor del estudio.

Para simular el salto de apertura automática (en el que el paracaídas se abre al saltar del avión), se utiliza la torre de salto y el descensor.

La torre de salto es “una estructura metálica de 25 metros de altura desde la que un paracaidista puede saltar al vacío desde dos puertas o una rampa simulando la salida de la aeronave. El saltador es equipado con un arnés que simula un paracaídas real […] Cuando salta, el paracaidista, anteriormente enganchado a una especie de tirolina, será desplazado a lo largo del cable hasta que es detenido al final de éste”.

Ese simulador recrea “el momento en el que el paracaidista salta de la aeronave y comienza su caída libre de cuatro segundos hasta la apertura de la campana. Además, al estar equipados con un paracaídas de reserva inutilizado, los saltadores pueden realizar procedimientos de apertura del paracaídas de reserva”.

El descensor es una estructura en la que se cuelga a cuatro militares con un paracaídas adaptado, y se eleva a 25 metros de altura: “Una vez están arriba, el instructor puede elegir tanto la velocidad de descenso (vertical) como la velocidad de arrastre (horizontal) a la que los saltadores descienden en unos niveles entre 1, la menor, y 4, la mayor”.

Así pueden practicar los procedimientos de suelta de equipo y de toma de tierra, se simulan ráfagas de viento y se recrea la liberación del paracaídas una vez en tierra.

Cómo responden al estrés

El alumno de la academia de Zaragoza que realizó este estudio para su Trabajo de Fin de Grado partió del hecho de que “durante un salto paracaidista el sujeto sufre una serie de variaciones tanto fisiológicas como psicológicas que pueden afectar a cómo una persona desarrolla todas las acciones que se producen durante el salto, así como las que le suceden posteriormente”.

Por eso “la respuesta fisiológica ante un salto debe ser estudiada, ya que el paracaidista tiene que realizar una serie de procedimientos durante el lanzamiento, como son la salida del avión, la verificación de la campana del paracaídas y la toma a tierra, que deben ser ejecutados de una manera precisa”.

Subrayó además que “el estrés psicológico al que se enfrenta un paracaidista durante todo el procedimiento puede llevarle a una situación crítica si el personal no está debidamente instruido y no ejecuta correctamente las acciones”.

“Por consiguiente”, señaló, “si cualquiera de las dos respuestas que se van a estudiar durante la realización de este trabajo no es la adecuada puede conllevar una lesión, incumplimiento de la misión a desarrollar o, en su peor situación, la muerte del saltador”.

Concluyó que la Brigada ‘Almogávares’ VI de Paracaidistas “necesita que su personal esté debidamente preparado para ejecutar toda la secuencia de una manera idónea para que, una vez realizado el salto, la unidad esté dispuesta a entablar cualquier acción de combate en condiciones adecuadas”. Para ello se requiere un entrenamiento “riguroso” en el Centro de Instrucción Paracaidista Elemental.

Midieron las pulsaciones con sensores

El objetivo del estudio era triple:

-- Comparar y analizar las respuestas fisiológicas del saltador en el uso de simuladores respecto a un salto paracaidista real.

-- Comparar y analizar el estrés psicológico que tiene un paracaidista en el uso de simuladores respecto al de un salto real.

-- Realizar una comparación entre los dos simuladores estudiados en los objetivos anteriores para poder ver la posible necesidad del Ejército de Tierra de nuevos simuladores.

En el estudio participaron 16 militares (un sargento y 15 damas y caballeros legionarios paracaidistas) de la 2ª Compañía de la Bandera ‘Roger de Flor’ I/4 de Paracaidistas, del Regimiento de Infantería ‘Nápoles’ nº 4 de Paracaidistas.

Les colocaron relojes inteligentes y sensores de frecuencia cardíaca durante las sesiones de instrucción en los dos simuladores, y también durante saltos reales, que realizaron despegando en aeronaves desde la base aérea de Torrejón de Ardoz y saltando sobre el campo de maniobra y tiro de Casa de Uceda (Guadalajara).

Además, les sometieron a un test con preguntas sobre la instrucción paracaidista.

No recrean bien la situación de estrés

El resultado del estudio fue que “el salto paracaidista provoca de media un porcentaje de frecuencia cardíaca máxima de un 91,2 ± 11,7%, mientras que en la torre de salto los sujetos han llegado a un 82,9 ± 8,5% y en el descensor a un 69,1 ± 5,2%, siendo las diferencias entre ellos estadísticamente significativas (P<0,05)”.

La conclusión que de esos datos extrajo el autor, Gonzalo Lacasta López, fue que “los resultados claramente reflejan que ambos simuladores no llegan a recrear debidamente lo sufrido a nivel fisiológico en un salto paracaidista real, situación que puede llegar a derivar en una falta de instrucción debida a la poca eficiencia”.

Matizó que “se puede llegar a afirmar que la torre de salto es más útil que el descensor fisiológicamente hablando. Sin embargo, ninguno de ellos llega a tener el mismo impacto fisiológico que el salto real”.

Advirtió que “la situación más preocupante de un salto paracaidista suele ser la toma a tierra del saltador, puesto que es donde se producen el mayor número de lesiones. Es por ello que al no tener una respuesta fisiológica similar a la de un salto, queda reflejado que el descensor no llega a simular lo que inicialmente se esperaba”.

Las derivadas de estas diferencias de frecuencia cardíaca entre un salto paracaidista real y una sesión en el simulador son preocupantes: “Un número elevado de pulsaciones puede provocar un bloqueo de las funciones cognitivas del sujeto”, explica el autor, “por lo que si el momento más crítico de un lanzamiento no es simulado adecuadamente durante la instrucción puede generar que el saltador no esté acostumbrado a trabajar los procedimientos adecuados en esa situación”.

A su vez “ello podría derivar, en su caso más extremo, a la muerte del paracaidista, puesto que tras los 4 segundos de caída libre el saltador tiene que saber si ha de utilizar el paracaídas de emergencia o no”.

Encuesta sobre los simuladores

A 50 paracaidistas de 2ª Compañía de la Bandera ‘Roger de Flor’ I/4 les plantearon una encuesta con preguntas sobre su experiencia con los simuladores.

“¿Cuál cree que es el efecto que produce la torre de salto?”, les preguntaron, y los resultados fueron los siguientes: “Un 29% respondieron que la torre de salto sirve para practicar las posiciones y la salida de la aeronave; el 31% de los encuestados contestaron que la sensación que produce la torre es sobre todo vértigo; un 18% se decantó por la toma de decisión a la hora de salir de la aeronave; mientras que el porcentaje restante tuvo respuestas no concluyentes sobre el caso de estudio”.

Sobre el efecto que produce el descensor, “el 47% lo relaciona con que es una buena práctica de tomar tierra y practicar los volteos para evitar lesiones en un salto real; un 17% coincide en que el simulador de descenso no llega a ser un simulador del todo adecuado puesto que tanto la velocidad de descenso como la velocidad de arrastre son demasiado lentas”.

Pero “un 10% opina que su utilidad para la instrucción paracaidista es totalmente nula. Por otro lado, el porcentaje restante tuvo respuestas no concluyentes en el estudio, por lo que no se consideró importante tratarlas en éste”.

Según Lacasta López, “con los dos últimos porcentajes comentados se puede llegar a la conclusión de que la opinión de la falta de simulación del descensor va en línea con los resultados encontrados en el estudio realizado [...], en el que se observaron unas respuestas fisiológicas y psicológicas bastante lejanas de la realidad”.

En duda la preparación para el salto y el combate

Especialmente significativos son los siguientes datos: “Aunque el 98% de los participantes estuvo de acuerdo en que la instrucción paracaidista en el Centro de Instrucción Paracaidista Elemental es necesaria en los saltadores de la unidad, más de un 40% del total puntuaron con un 2 sobre 5 la semejanza de los simuladores a la realidad”.

En base a esos resultados, “se puede llegar a la conclusión de que el personal de la 2ª compañía considera que la instrucción paracaidista no llega a ser todo lo eficaz que se necesita puesto que la simulación que se puede recrear en el Centro de Instrucción Paracaidista Elemental no se asemeja lo suficiente a la realidad”, dejó escrito el autor en su estudio.

“La falta de realismo visible por los resultados podría provocar que en la instrucción paracaidista se suprimiera el uso de este tipo de simuladores. La baja velocidad de descenso y la poca respuesta psico-fisiológica son carencias clave dentro de este simulador”, y además “no llega a recrear el afecto negativo suficiente que produce el salto paracaidista real”.

El oficial del Ejército de Tierra constató que “ha quedado demostrado que el paracaidista sufre unas variaciones fisiológicas notables en un salto real. Su frecuencia cardíaca aumenta de tal manera que la media llega aproximadamente al 90%. Lo que significa que en un ejercicio real el saltador sufre un estrés fisiológico tan alto que podría llegar a disminuir sus funciones cognitivas si éste no está acostumbrado a trabajar con una frecuencia cardíaca tan alta”.

Por eso consideró necesario que los paracaidistas del Ejército de Tierra se instruyan de una manera muy similar a la realidad para evitar accidentes derivados de ello.

El problema es que “la falta de simulación tanto de la torre de salto como del descensor que se ha registrado durante la investigación pone en duda que el paracaidista esté totalmente preparado, ya no para un salto de instrucción, sino para ejecutar una operación de combate tras una inserción paracaidista”.

Como la simulación no se asemeja a la realidad de un salto paracaidista, los militares de la Bripac “tienen una disposición menor al uso de simuladores, lo que puede derivar en una falta de interés notable en la instrucción de una actividad en la que el más mínimo error podría derivar en la muerte del saltador”.

Propuesta de cambios

Finalmente, propuso “una serie de cambios en los simuladores con el fin de mejorar la instrucción paracaidista en lo que a la parte de simulación se refiere”.

Una mejora consistiría en el aumento de la velocidad de caída en la torre de descenso, “que favorecería el aumento de las respuestas fisiológicas y psicológicas, lo que permitiría mejorar la calidad en la simulación”.

La segunda modificación sería que “en la torre de salto se pudiera implementar un sistema en el que el saltador tuviera que realizar la práctica de toma a tierra”, y de esa forma “el paracaidista podría ser instruido en todo el procedimiento de una manera probablemente más eficiente”.

Confidencial Digital ha contactado con otras fuentes militares cercanas a la Brigada Paracaidista, que matizan estas críticas a los sistemas de simulación.

Aseguran que la torre de saltos y el descensor no buscan llevar al límite de estrés al paracaidista. De hecho, bajan despacio precisamente para que los instructores puedan detectar los fallos en los movimientos, y puedan parar y corregirlos.

Para estos militares, las lesiones se deben a falta de instrucción no en simuladores, sino en saltos reales. Porque, concluyen, ningún simulador, por muchas mejoras que se le introduzcan, podrá acercarse lo suficiente a las sensaciones que se viven al saltar realmente de un avión o un helicóptero.

Un solo salto en el último año

Aunque no era el objeto principal de estudio, en este experimento también se constató el reducido número de saltos que realizan algunos miembros de la Brigada ‘Almogávares’ VI de Paracaidistas.

A los 16 paracaidistas que participaron en el experimento con los medidores de pulsaciones, se les preguntó cuántos saltos habían realizado en el último año.

La media fue de 3,9 saltos, pero había diferencias notables: el que más, había participado en 9 saltos paracaidistas en un año, pero también “hay personal con solamente 1 salto en el último año, por lo que puede ser que carezca de la capacidad necesaria para cumplir la misión posterior a un salto paracaidista”.

Al autor del estudio también le llamó la atención “el número de lesiones sufridas en lanzamientos en ese último año”.

Comprobó que “el 62,5% de los participantes han sufrido algún tipo de lesión en el último año, lo que significa que 10 de 16 probablemente no hayan podido cumplir la misión posterior en alguno de los lanzamientos previos que han realizado”.

“Esto resalta la necesidad de instrucción paracaidista del Ejército”, algo que pone aún más la lupa sobre la eficacia del entrenamiento que realizan en los simuladores.

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Imagen de archivo de un salto paracaidista de la Bripac (Foto: Fotografía Ángel Tejedor / DECET).

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