Crítica de 'Venus': Salto descoyuntado del thriller al terror

Jaume Balagueró es un director distinto, que hace ‘otra cosa’, que no está pendiente de lo último, de lo que conviene o se lleva, y que por lo tanto no mira a lo rural, ni a lo social, ni a los conflictos de pareja, maternidad, raza o clase. Balagueró solo necesita un espacio cerrado, una casa, digamos, y unos personajes dispuestos a embadurnarse de sangre, terror y fenómenos paranormales que llenen la pantalla de eso que tanto gusta a los amantes del cine ‘splatter’ o de salpicaduras. De todos modos, su mejor película hasta la fecha, ‘Mientras duermes’, exploraba esas lindes del género de terror en las que toma más importancia lo sórdido y psicológico que lo esotérico y satánico. Y ésta, ‘Venus’, va en esa línea, pues hay una buena parte de la trama (la mejor) que se sustenta en la intriga y el ‘thriller’ hasta que es devorada por las diabluras argumentales y excesos irreales que convierten la película en un amasijo entre la cordura y la locura. Es su manera de ver el cine y le saca partido, aunque a otros pueda parecernos que ‘Venus’ tenía un buen potencial como ‘film noir’ y se pierde en su alegre incursión en lo terrorífico y en lo chocante, con el trío vecinal que parecen las tías de Cary Grant en ‘Arsénico por compasión’. Valoración de ABCPlay Oti Rodríguez Marchante Es la historia de Lucía, bailarina de barra que le roba a sus jefes (unos mafiosos, naturalmente) un saco de anfetaminas, o algo así, y comienza una fuga sin muchas probabilidades de éxito hasta un bloque de apartamentos, Venus, donde vive su hermana con su sobrina. Gran arranque, lleno de furia y potencia, y con un personaje que es, con mucho, lo mejor de la película, aunque no tan bueno como su intérprete, Ester Expósito, un hallazgo, y entregada en cuerpo y alma a conseguir que la historia no se derrumbe en ningún momento: es el mejor Bruce Willis desde que se quedó encerrado en ‘La jungla de cristal’. La película está producida por Álex de la Iglesia, lo que, en cierto modo, explica su caída en tromba en lo sobrenatural (incluso en lo grotescamente sobrenatural) y su jaranera entrada en tromba en un desorbitado tramo final en el que todo lo justifica esa pasión de su sello por la traca, la ebriedad de medios y el liarse la manta en la cabeza.