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Crítica de 'El último duelo': Ridley Scott halla vestigios de mirada feminista en el salvaje medievo

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Ridley Scott está a punto de cumplir 84 años, por lo que no es descabellado pensar que esta puede ser su última película, y en tal caso (y Dios no lo quiera) cerraría una redondísima filmografía que comenzó con 'Los duelistas' y se cierra con 'El último duelo'. Un recorrido a saltos por su filmografía nos habla de un director viajero en el tiempo y en el espacio, que se ha ido a mundos lejanos a bordo de sus naves Nostromo y Prometheus, que viajó a los estertores del Imperio Romano en 'Gladiator' y al medievo en 'El reino de los cielos', que entró en el Antiguo Testamento con Moisés y 'Exodus: Dioses y Reyes' y también al avispero somalí en 'Black Hawk derribado', que ha penetrado en el alma de la mafia en 'American Gangster' y en el alma de la mujer en 'Thelma y Louise', que llevó y dejó colgado en Marte a Matt Damon…, en fin, un director gigantesco que consiguió en 'Blade Runner' el prodigio de que una historia y una estética se mantuvieran siempre por delante, en el futuro y con esa sensación de línea de horizonte, que, cuando vamos hacia él, se aleja, a pesar de que 'Blade Runner' transcurría ya en nuestro pasado, en 2019. En 'El último duelo', película que puede ocupar ese lugar casi en la cima de su filmografía, aunque algo por debajo de ella ('Alien' y 'Blade Runner'), Ridley Scott nos transporta hasta la Francia de finales del Siglo XIV, un drama medieval y belicoso dominado de rencores, traiciones y pasiones: durante el reinado de Carlos VI, hijo de Carlos V y de Juana de Borbón, el caballero Jean de Carrouges acusa a su viejo amigo y mortal enemigo Jacques Le Gris de haber violado a su esposa Marguerite, y el litigio habrá de resolverse en un duelo a caballo, a lanza y a muerte ante la mirada y el dictamen de Dios. Una obra de potente e inteligente narrativa, tan certera en sus formas y tan elocuente en su fondo que desmiente por completo cualquier impresión de retirada de su autor (también lo desmiente el hecho de que aún tenga una película por estrenar, 'La Casa Gucci' y otra en proyecto, 'Kitbag'). El comienzo de la película es el momento del duelo, que será a la vez el final de ella, lo que en lenguaje cinematográfico se denomina 'flash forward', o paso adelante en el relato de la narración, que consistirá en contarnos todo lo ocurrido entre los personajes hasta llegar a ese desenlace. Y el procedimiento utilizado por Ridley Scott para armar su historia es el conocido como 'recurso Rashomon', es decir, que cada uno de los tres protagonistas, esposo, ofensor y esposa, nos ofrezca su versión de los sucesos. Este recurso narrativo convierte al espectador en el mejor informado del caso y en el único que tiene un acceso privilegiado a una mirada poliédrica sobre 'la verdad'. Valoración de ABCPlay Oti Rodríguez Marchante Ese ver por triplicado los mismos hechos (con sus variantes de punto de vista, de perspectiva y de intención) requiere lógicamente una mayor duración de la película y muy especialmente una mayor atención a los detalles, a la sutileza de las modificaciones y sentimientos según qué, quién y cómo los cuente, o sea, el propietario de la mirada hacia el relato. Y aquí entra uno de los aspectos esenciales de 'El último duelo', que consigue impregnar la complejidad de un caso de hace ochocientos años con un aire absolutamente actual en lo que se refiere a la violencia, al abuso y al crédito («yo sí te creo») que siente una mujer forzada ante su entorno y la justicia cuando lo denuncia. Resulta curioso ese ensamblaje que se construye en la cabeza del espectador entre lo brutalmente medieval y lo tenuemente feminista, sea en las crueles batallas o en las relaciones de alcoba. Para ese ensamblaje, la película cuenta con la sugerencia y mirada (versión) de la actriz Jodie Comer, que invita a ver los hechos con un prisma absolutamente distinto y transmite la crueldad, grosería y suciedad de los 'caballeros' y sus códigos de honor, amor, justicia y ética. Es importante tener en cuenta que el guion lo han escrito Matt Damon y Ben Affleck para su 'parte masculina' y Nicole Holofcener para la perspectiva de la mujer de la historia y que se interpreta como síntesis de las tesis y antítesis de los duelistas, magníficamente trabajados por Matt Damon y por Adam Driver, volcados en darnos una idea muy precisa de las zonas más primarias y obscenas de sus personajes y de lo irracional y déspota de la época. Afortunadamente, el personaje que interpreta Ben Affleck , el insustancial Conde de Alençon, aunque trascendente en la historia, hay que soportarlo poco en la pantalla, pues el gran director y regularcillo actor lo deja hecho unos zorros. Y a la espera de turno y desenlace está el duelo final, algo realmente poderoso y excepcional, que ya está narrado por y para 'el ojo de Dios', y que supura ferocidad, odio, tensión y sinrazón.
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