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El Jero, 25 años sin el del medio de Los Chichos

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Un mal paso, o más probablemente un salto al vacío acabó con la vida de Juan Antonio Jiménez Muñoz «El Jero», uno de los compositores más certeros y lúcidos de la música popular española de todos los tiempos. Ya lo había intentado la semana anterior, pero se quedó colgado de la terraza y un vecino le salvó por los pelos. Pero el 22 de octubre de 1995, tras una cruenta batalla contra la depresión y varios intentos de rehabilitación de su adicción a las drogas, el del medio de Los Chichos decidió que ya había tenido bastante y se quitó la vida para dejar de escuchar a sus demonios, que llevaban martirizándole desde hacía años. Se dice que siempre había tenido una mente atormentada, pero su descenso a los infiernos empezó cuando se marchó del grupo (siendo sustituido por un hijo de Emilio González), y se agudizó tremendamente tras la muerte de sus hermanos, Rafael y Aquilino «El Nene», a los 44 y 38 años respectivamente. La influencia de Jero (Valladolid, 1951) en la música española es inconmensurable, y esta vez no es un tópico decirlo. Vendió más de quince millones de discos, fue pionero en el tratamiento de muchos temas hasta entonces intocables en el pop (desde la delincuencia hasta el maltrato de género), artistas de todo pelaje le han rendido tributo, o reconocen haber crecido escuchando sus canciones, y hoy en día cuesta muchísimo encontrar un cronista de la cotidianidad callejera que le llegue a la suela de los zapatos. Y es que para escribir como él, había que vivir como él. Por ejemplo, aquello de «Libre, libre quiero ser, quiero ser, quiero ser libre» no brotó por casualidad según cuenta la leyenda. Antes de formar Los Chichos, se sacaba unos duros haciendo de trilero en la Gran Vía, donde timó a unos cuantos turistas incautos hasta que le pilló la policía. Le detuvieron y pasó un par de días entre rejas, pero al poco de echarle el cerrojo a la puerta de su celda, su mjer se enteró de lo ocurrido y le llevó una guitarra para que se entretuviera hasta su puesta en libertad. Y así es como nació «Quiero ser libre».<iframe width="500" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/8C-b-qL7inQ" frameborder="0" allow="accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture" allowfullscreen></iframe> No sólo escribió para Los Chichos: En 1987 compuso el disco «Sevillanas» para su hermano Aquilino, su tío Ángel y el cantante de flamenco El Kalifa, y también para Bambino («Oh marinero»), Las Grecas («Orgullo»), («No nanay») y («Bella calí»), Rumba 3 («Quisiera ser bandolero»), Los Chorbos («Loco por ti»), y Morena y Clara («No llores más» y «Dejé de quererte»). «El cancionero de Jero sigue vivo y ha influido desde hace ya varias décadas a innumerables artistas y grupos de los más dispares géneros», reza el tributo que le rinde la Sgae (donde registró más de doscientas canciones) en su página web. «Muestra muy palpable son los hermanos David y José Manuel Muñoz. El primer álbum de su grupo, Estopa, se publicó en 1999 y despachó más de un millón de copias. Entre otros éxitos, como La raja de tu falda y Como Camarón, el disco incluía una pieza dedicada a Jero, El del medio de Los Chichos, que pronto fue coreada a rabiar en todos sus conciertos en España y Latinoamérica, y que, además de airear sus propias referencias a modo de homenaje (“El del medio de Los Chichos / me ha pedido dos favores / que sea su mensajero / y una canción de colores”, cantaban), contribuyó muy decisivamente a que una o varias generaciones revivieran o, por aquello de la edad, descubrieran el increíble legado del trío madrileño que mejor definió y difundió la denominada rumba vallecana, género derivado de la rumba flamenca y que, especialmente desde mediados de los 70 y durante toda la década de los 80, supo retratar la España marginal, la de los barrios periféricos asediados por las drogas, el paro, la delincuencia… La música de una España que pivotaba fuera del radar de las grandes emisoras de radio y de las listas oficiales de ventas. Y muy alejada también de los sonidos de moda del momento. Y es que el de Los Chichos, como tantas veces se ha contado, fue un éxito que llegó por las gasolineras (donde vendieron millones de copias de sus casetes), las prisiones (tocaron para los reclusos en una veintena de cárceles y pidieron a su discográfica que distribuyera radiocasetes en los penales para que los presos pudieran escuchar sus canciones) y, por supuesto, los barrios más desfavorecidos, a cuyos habitantes tanto y tan bien cantaron». Jero nos dejó un legado de dieciocho discos, dos de ellos en solitario, y una maqueta que nunca se publicó, que hoy debe valer su peso en oro. Sería una delicia escuchar en qué andaba este genio de la composición allá por finales del '95, pero parece que nunca podremos hacerlo. Por deseo de su familia, nunca saldrá a la luz. Que así sea.
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