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Cómo «Los Lobos» se convirtieron en leyendas de la televisión

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Golfo de Botnia. Con esa respuesta, se desató la locura el 8 de julio del año 2019. «Los Lobos», tras más de 500 programas y dos años, habían resuelto las quince bombas de la ronda final de «¡Boom!». Entre confeti, abrazos y saltos, con el «We are the Champions» como banda sonora, Manu, Erundino, Valentín y Alberto hicieron historia al ganar el mayor premio de la historia de la televisión en Antena 3: 6.689.700 euros. Eran millonarios. Más de cuatro millones de espectadores lo celebraron ese lunes con ellos desde sus casas aunque su hazaña realmente la lograron el 20 de junio. Curiosamente la historia de «Los Lobos» (o Lupus, como iban a llamarse en un principio) comenzó con Valentín. O más bien con Victoria (¿nombre premonitorio?), su mujer, que fue la que le animó para crear un equipo para ir a «¡Boom!». Entonces, Valentín, estaba pasando una enfermedad y ganaba 250 euros al mes como profesor universitario de Arte. «La intención era ganar dinero, pero una vez metidos en el fregado ya no pensábamos tanto en él sino en hacer programas bonitos. Al primero que llamé fue a Erundino. Competimos uno contra otro en “Saber y ganar” pero hicimos una buena amistad. Era mi primera apuesta y ha demostrado que es fantástico. Luego probé con Antonio Ruiz, pero estaba a punto de ir a “Pasapalabra”. ¡Y acabó ganando el Rosco!», explica Valentín. José, el «animal televisivo de personalidad desbordante», también venía de «Saber y ganar», al igual que los otros cuatro lobos. El ganadero no dudó en sumarse a este equipo de élite, aunque lo acabó dejando en el programa 373 por motivos personales, llevándose su parte de lo ganado hasta entonces. «Y yo entré por la baja de una compañera», bromeaba Manu, crítico de cine, tras recoger el bote. «Nos tomamos una cerveza una hora antes del casting y salió bien. Aunque me costó 90 programas empezar a soltarme», rememoró. El último fichaje, tras la marcha de José, fue Alberto, maestro jubilado: «Con lo soso que era yo, y sustituía a José. Creo que a la gente lo que le gusta es que en pantalla aparecemos como somos». «Al final la clave es la naturalidad. Cada uno tenemos una personalidad distinta pero hay química y eso llega», contó Manu. «Ya física... no», añadió Alberto. Maratón de grabaciones Cada semana, los distintos integrantes de esta camada de élite viajaban a Barcelona para grabar ocho entregas de «¡Boom!», cuatro cada día. «Mantener la concentración durante todo el programa era muy difícil», reivindicaba la camada. El programa en el que ganaron el bote fue el tercero del primer día de rodaje. «Ha sido muy complicado. Yo he podido grabar porque había un tren que paraba en Guadalajara, si no no hubiera llegado con los días de vacaciones», contó Erundino, ingeniero de montes de profesión. «También he podido compaginarlo porque siempre participo en la campaña de incendios en verano, lo que generaba días libres que recuperaba en grabaciones», añadió el lobo más «enciclopédico». ¡Boom! Aunque los cuatro coinciden en que la preparación «viene de casa», estudiaban posibles preguntas de actualidad gracias a los apuntes de Manu, el más analítico. Valentín, además, preparaba listas con posibles temas de cultura general: países, capitales, inventos... «El límite entre las preguntas evidentes y las imposibles son las que se pueden hacer, las bonitas. Ya era un poco como nosotros contra los guionistas», bromeaban. «Yo me estudié diez mundiales y dejaron de hacer esas preguntas», puntualiza Manu. En su pulso por desactivar las bombas, incluso adivinaban qué guionista hacía cada pregunta. Y se imaginaban las «ideales»: «Yo eché de menos la pregunta del fundador de Wikipedia, Jimmy Wale. Es fantástico, vas de link en link. También esperaba una pregunta sobre la relación de Voltaire con los relojes», inventaba el risueño Valentín. «Yo me esperaba una pregunta de alguna presidenta, como la de Georgia o Blangadesh», añadía Alberto. Manu –que concursaba todos los días con una pulsera en el bolsillo y sus calzoncillos de «Boom», verdes para el primer día de grabaciones y negros para el segundo– respiró aliviado cuando preguntaron por Sirimavo Bandaranaike, la primera mujer primer ministro del mundo, en Sri Lanka. Antes de salir al plató, se daban unos golpecitos en la espalda. En el «punto de Fafner», algo así como el talón de Aquiles en la mitología germana. «Nos activaba y nos llevaba a la máxima concentración», señalaban estos «Vengadores» del saber. Pese a la tensión del concurso, no tuvieron grandes desavenencias. «Si no estábamos de acuerdo en una pregunta o fallábamos analizábamos en un minuto lo que había que aprender y borrón y cuenta nueva, porque el programa seguía y si te descentrabas acababas fallando y a casa», zanjaba Manu, habitual portador de los alicates. En este tiempo, Los Lobos, incluso se volvieron expertos en televisión y en sus diferentes estrategias: «Todos los días mirábamos la audiencia. Nos daba un poco de rabia los manejos de la competencia, alargar el programa para que las cifras cambien», reconocían Erundino y Valentín. El bote de Hacienda Pese a que los cuatro compinches se hayan repartido a pachas el bote de 6.689.700 euros, no ganarán lo mismo, según informó el periodista de esta casa Javier Tahiri. La razón de ello es que cada uno de los ganadores reside en una comunidad autónoma distinta: el que más pagaría es el alicantino Valentín, y los que menos Manu y Erundino, residentes en la Comunidad de Madrid, aunque sean de Navarra y Guadalajara, respectivamente. Si bien cada uno recibiría 1.672.425 euros brutos, en los cuatro casos Atresmedia les daría el premio con una retención del 19%, es decir, 317.760,75 euros. Posteriormente, cuando hicieran este año la declaración de la Renta de este ejercicio, les saldría a pagar la diferencia con los tipos impositivos que se aplican en cada comunidad. Los dos que viven en Madrid habrán sido los que menos paguen en total al Fisco (unos 715.890 euros, es decir, Hacienda se ha quedado en total con un 42,8% del premio) mientras que el alicantino habrá sido el que más ha pagado: 788.436 euros, un 47,14% del premio: 72.546,32 euros más que los de Madrid. Por último, Alberto, andaluz, habrá pagado a Hacienda en torno a 787.400 euros en total (un 47%). Los Lobos, un pozo de sabiduría que se fraguó en «Saber y ganar» Manu Zapata, Valentín Ferrero, Erundino Alonso y Alberto Sanfrutos hicieron historia ganando el mayor premio de la historia de la pequeña pantalla. Final de ensueño para un cuento de hadas al que solo se puede poner un pero: que el inolvidable José Pinto no haya podido disfrutar de la celebración. Cada uno de Los Lobos, no obstante, tiene una historia de lo más particular: Valentín Ferrero, profesor: Docente de Arte, suya fue la idea de ir a «¡Boom!». «Mi situación familiar se había complicado mucho. Iba a cambiar la universidad por un instituto y en los meses de transición dije: “Pues vamos a ‘¡Boom!’ y sacamos unas ‘perricas’”. ¡Pero se convirtió en lo que se convirtió!». Manu Zapata, crítico de cine: Ana Blanco, «magnífica» de «Saber y ganar», conoció a Valentín en el concurso de La 2. El profesor la tanteó para formar parte de «Los Lobos», pero ella no pudo. En cambio, le dio la idea de fichar a Manu, otro «magnífico». «Queríamos ganar el primer día y luego, ver dónde podíamos llegar. Estoy muy orgulloso de que se nos conozca por contestar preguntas, porque significa que la gente quiere fomentar la cultura». Alberto Sanfrutos, maestro jubilado: Tras la renuncia de José Pinto, el equipo contactó con Alberto, exprofesor de educación física y que había sido el primer «magnífico» en la historia de «Saber y ganar». Tras ganar el bote, echó un cable a sus dos hijos, de 32 y 25 años, pues ambos están en paro. «No hay palabras para agradecer todo esto». Erundino Alonso, ingeniero de montes: Aficionado a la pesca, Valentín y él se conocieron en «Saber y ganar». El profesor solo estuvo trece programas, pero Erundino fue «magnífico» y el maestro le llamó para que formase parte de «Los Lobos». Aceptó a la primera, pese a las exigencias de su trabajo diario, que en ocasiones le costó compaginar. «Ha sido difícil», asegura. Más todavía después de 505 programas cortando cables. «Veíamos la vida en términos de preguntas», asevera.
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