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El “día D” del Brexit

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El “día D” del Brexit

Para unos se trata del «día de la independencia». Para otros, el «día del lamento». Durante más de tres años, cada uno ha vivido su propia historia del Brexit. Y cada uno le pondrá hoy su particular final porque, tras casi cinco décadas de complicada relación, Reino Unido abandona la UE.

En la práctica, nada cambia. Tras ratificarse el Acuerdo de Retirada –que cubre una factura de divorcio para Londres de entre 40.000 y 45.000 millones de euros; garantiza los derechos de los comunitarios residentes en suelo británico (entre ellos los más de 240.000 españoles); y evita una frontera dura en Irlanda– comienza mañana un período de transición. Reino Unido continuará hasta finales de año dentro de la unión aduanera y el mercado único –con la libertad de movimiento que eso conlleva– mientras Londres y Bruselas negocian las nuevas relaciones. Pero lo cierto es que las cosas sí cambian. En realidad, todo cambia. Aquel proyecto común que empezó a rodar en 1957 –primero como unión económica, luego como unión política– asume ahora un divorcio de consecuencias aún impredecibles.

Durante la campaña del plebiscito de 2016, Boris Johnson se convirtió en el «rockstar» de la causa euroescéptica. Sin embargo, consumado su gran sueño de verse convertido en primer ministro, este viernes toca guardar las formas. El Brexit mantiene aún a día de hoy al país completamente divido. No en vano, el resultado de la consulta fue un 51,9% de los votos a favor de la salida frente al 48,1% que abogó por la permanencia. Por lo tanto, aunque nadie duda de que se trata de una jornada histórica, el contexto no invita a grandes celebraciones oficiales.

Lejos de los grandes festejos que pedían los «brexiters», el Gobierno celebrará una reunión de Gabinete especial en Sunderland, la primera ciudad en declarar su apoyo a la salida del bloque en la consulta. El «efecto Brexit» hizo que muchos de los que hasta ahora habían sido bastiones laboristas del «muro rojo» del norte de Inglaterra votaran por los conservadores en las últimas elecciones generales de diciembre. En algunos casos, por primera vez desde la segunda Guerra Mundial. Por lo que el gesto ahora está cargado de simbolismo. Fidelizar a este electorado, al fin y al cabo, será uno de los objetivos de esta legislatura.

Por la noche, el primer ministro dirigirá un discurso a la nación a las 22:00 horas locales. «Nuestro trabajo como Gobierno, mi trabajo, es unir a este país y seguir hacia adelante. Y lo más importante es destacar que este no es un fin sino un comienzo. Es el momento en que amanece y se levanta el telón de un nuevo acto. Es un momento de verdadera renovación y cambio nacional», rezan las partes del texto que ya han sido adelantadas.

Prueba del comienzo del «nuevo acto» fue la reunión que el «premier» mantuvo ayer con el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo. El hecho de que el encuentro se ejecutara a solo 24 horas del Brexit demuestra hasta qué punto se quiere estrechar ahora más que nunca el vínculo trasatlántico. A pesar de las tensiones creadas después de que el Gobierno británico haya permitido al gigante chino Huawei la entrada al desarrollo de la red 5G, Pompeo recalcó que las relaciones entre Londres y Washingon son «fantásticas».

Como parte de la ceremonia oficial, esta noche también se proyectará sobre Downing Street un reloj con la cuenta atrás hasta las 23.00 horas locales (media noche en Bruselas). Los brexiteers querían hacer sonar las campanas del Big Ben, pero el mítico reloj está en obras y el repicar tenía un coste de 500.000 libras para las arcas públicas que Boris Johnson no estaba dispuesto a pagar.

El que no tendrá inconveniente alguno en mostrar públicamente su gran júbilo es Nigel Farage, líder del Partido del Brexit, que ha montado una gran fiesta en los jardines frente a Westminster para que «todo tenga lugar bajo la atenta mirada» de la estatua de Winston Churchill. Para muchos, el que fuera líder del UKIP es el responsable de que finalmente se haya firmado el divorcio. Al fin y al cabo, fue la popularidad adquirida con su discurso anti-inmigración y anti-UE lo que comenzó a arrebatar votos a los conservadores. Aquello puso sumamente nervioso a los tories euroescépticos y el entonces «premier» David Cameron acabó prometiendo la consulta sobre la pertenencia a la Unión Europea. Aquello fue el principio del fin.

Muchos británicos aceptaron la entrada a la Comunidad Económica Europea (CEE) a regañadientes. Pero el euroescepticismo real comenzó con el Tratado de Maastricht, la culminación política de un conjunto normativo vinculante para todos los Estados miembros de la UE. «Ese fue el inicio de todo», explicó el ya ex eurodiputado británico Daniel Hannan, en el debate que tuvo lugar el pasado miércoles en la Eurocámara. «Perdéis a un mal inquilino, pero ganáis a un buen vecino», añadió.

Puede que tenga razón. Es posible que tras la separación, la convivencia sea ahora más llevadera. Se irá viendo poco a poco a lo largo de las nuevas negociaciones. En cualquier caso, el primer ministro ya ha advertido que está preparado para aceptar controles fronterizos con tal de preservar ahora por encima de todo la soberanía nacional. El mensaje político es claro: se inicia una nueva era.

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