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El auge del boxeo noquea a sus detractores

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El auge del boxeo noquea a sus detractores

El 8 de marzo de 1971, como consecuencia de la fuerza de la gravedad, Muhammad Ali besaba la lona en el Madison Square Garden y conocía por primera vez el agrio sabor que deja la derrota. Su negativa a combatir en Vietnam lo había alejado durante 42 meses de los cuadriláteros. Un retiro que acusó en aquella noche. Enfrente le aguardaba un púgil de complicada factura que el prudente y discreto Burt Lancaster, con una clarividente expresividad, definió como «tanque humano». George Frazier, un hombre que parecía esculpido en la falda de una montaña, terminaría con el reinado de Clay. A los veinte segundos del decimoquinto asalto lo tumbó con lo que el novelista Norman Mailer denominaría una «mano mágica».

Una improvisación periodística que avivaba en el pugilismo una expresión de afortunado recorrido y que venía a poner nombre a golpes que surgen de la nada y le dejan a uno sentado en el ring con las piernas flojas, puntitos blancos en la mirada y la descolocada sonrisa de los que se han asomado al abismo del KO. Después de una época de gloria, con boxeadores como Pedro Carrasco, Alfredo Evangelista y el famoso Poli Díaz, un hombre con el octanaje dramático que solo poseen las tragedias de William Shakespeare, el pugilismo español quedaría, como Muhammad Ali, noqueado por un movimiento imprevisto de la fortuna o el destino, que cada cual elija lo que prefiera, que le condenaría a sufrir una particular penitencia.

Una edad oscura que lo condenó al ostracismo mediático por la mentalidad de unos biempensantes que decidieron desterrar su presencia de los mass media. La televisión dejó de retransmitir veladas y muchos diarios le negaron espacio en sus páginas acogiéndose a las supuestas reglas de un código deontológico. El resultado de esa postura dejó vendido al noble arte de las dieciséis cuerdas, que había esculpido en los salones más respetados del deporte algunas de las figuras más preclaras y reconocidas. De esta manera se orillaba a unos hombres que habían sabido ganarse la vida con una de las disciplinas de los Juegos Olímpicos, aunque eso no se tuviera en cuenta.

Sin embargo, nada de eso importa porque a día de hoy ha remontado esa cuesta impuesta y el boxeo es uno de los deportes actuales que atrae más demanda –dejemos de lado la detestable fórmula lingüística «está de moda»–. Ha sabido sacudirse de encima el yunque de la mala leyenda que otros le habían echado encima y, ahora, más aligerado, los gimnasios se llenan desde hace tiempo con renovados seguidores y apasionados del ring. «Llevo cuatro décadas en el boxeo, desde principios de los 90. Entonces solo éramos tres o cuatro clubes los que estábamos dedicados a su enseñanza. Ahora son cientos. Ha sido un desarrollo enorme. En los últimos diez años han surgido muchos proyectos deportivos y está en boca de todo el mundo. Es frecuente que durante las charlas entre amigos salga a relucir si alguno está practicándolo», comenta José Valenciano, con un reconocido gym de box instalado en el centro del castizo barrio de Argüelles, Madrid.

Él mismo adelanta: «Antes, el boxeo únicamente lo practicaban los que iban a competir. En los gimnasios, si no lo hacías, no te enseñaban. Luego, en los privados, empezó a inculcarse su práctica junto a otras disciplinas paralelas, como el kick boxing, las artes marciales... Eso dio pie a una pequeña demanda que desde entonces ha ido en aumento. Pero, sobre todo –recalca–, ha sido, de manera reciente, cuando la mujer ha entrado en el boxeo. De una manera avasalladora, y esto lo expreso en el sentido más positivo del término, porque ellas han encontrado en el boxeo un refugio que les aporta autoestima y que las prepara mentalmente».

Lingote de oro

El entrenador Luis Suárez, con reino propio en Azteca Box, Coruña, una carismática sala de boxeo con mucho anclaje en la ciudad y significado para los socios que la frecuentan, explica este crecimiento: «Existen varios factores. Se han quitado y dejado atrás los estigmas que lo rodeaban. Los entrenadores, los mánagers y los deportistas que se dedican a esto empezaron a verlo como un deporte al alcance de todos. Ha salido de la marginalidad. Y eso es muy bueno». Luis Suárez, pura sencillez, puro magisterio, va más allá: «Antes la gente se tenía que acercar al boxeo; ahora, el boxeo se acerca a la gente. Se ha hecho un trabajo duro por parte de todos los púgiles y los entrenadores en ese sentido. Cuando abrí mi sala, si jugaba el Deportivo en el Riazor acudía a los bares para charlar con la gente. Me relacionaba con ella y a a partir de la conversación algunos se animaban y se apuntaban. Luego se ha conseguido crear un ambiente muy sano en el gimnasio. Es la mejor manera de aproximar a la gente este deporte. También ayudó que fuera practicado por rostros reconocidos que tienen el intelecto como principal herramienta de su trabajo, como los periodistas. Eso ha hecho que muchos se dijeran que, bueno, no debe ser tan malo, y se animaban».

Así, llegamos a Javier Castillejo, el «lince de Parla». Un mito. Un boxeador que no ha tenido miedo en cambiar de categorías y que ha triunfado en todas ellas. Sus victorias han contribuido a sacar el boxeo del rincón en el que lo habían metido de manera involuntaria. Un campeón es un lingote de oro para cualquier deporte. Y él fue ese lingote de oro.

Aquí va su palmarés: campeón de España wélter, de Europa (EBU) superwelter, de España superwelter, de Europa (EBU) superwelter, del mundo WBC superwelter, del mundo interino WBC superwelter y del mundo WBA mediano.

Ahora, con una reconocida escuela de boxeo asentada en Parla, el campeón tira de vivencias y recuerdos, que es la argamasa de la que está hecho uno: «Me ha tocado vivir varias época. Me tocó la mala, cuando estaba mal visto, y la buena, cuando la televisión lo apoyaba. El boxeo es una noria –comenta con humor–. Unas veces está en lo alto; otras, en lo bajo. ¿Por qué ha sucedido eso? Sobre todo, por una falta de conocimiento de este deporte. Ahora ha cambiado dicha perspectiva. Tenemos un equipo olímpico que hace grandes cosas, tanto el femenino como el masculino. Tenemos un equipo nacional de categoría joven, menos de 18 años, que están concentrados y estudiando en el Centro de Alto Rendimiento de Murcia. Creo que están sucediendo cosas buenas y también se están haciendo cosas muy positivas. Ya era hora».

Castillejo introduce asimismo un detalle nada baladí: «En la Comunidad de Madrid se tenía prohibida la entrada de menores a ciertos eventos, como el boxeo. No era el único deporte afectado. El problema es que un menor que está en la categoría junior o en selección de una de estas disciplinas afectada, que compite y pelea a nivel internacional, tenía la entrada restringida. Es como si estuviera en la escuela taurina y no me dejaran entrar en Las Ventas. Eso ha pasado, aunque tampoco hace tanto, y ahora muchos pueden asistir a una velada de boxeo y eso crea afición y conocimiento».

Luis Suárez, que inculca valiosas lecciones a sus pupilos y defiende el boxeo como vehículo de valores humanos, apunta un hecho de enorme relieve: «El tema principal fue que en un momento dado se acabó con la leyenda negra que se había creado alrededor del boxeo. Hubo mucha ignorancia por parte de unos y de otros en este sentido. Pero es el deporte más noble y más sano que hay. En estos años, además, se ha evolucionado mucho en la pedagogía. Los profesores son mejores, saben más. Se ha cambiado la manera de enseñarlo y eso ha contribuido a que se expanda la afición con mayor facilidad». Luis Suárez no se detiene y no quiere convertir la pausa en punto final. Prosigue: «Me parece importante un dato significativo. La gente, lo primero que dice cuando vienen es que se divierten y que se ponen en forma. Sienten que salen mejores físicamente, notan flexibilidad, están más ágiles en su trabajo, ven los resultados del ejercicio. Se han dado cuenta de que no tienen que ser grandes figuras. Una persona entiende enseguida que cuenta con más ánimo, que se siente mejor. Además, hablan con otras personas». Suárez, optimismo al cien por cien, tiene, sin embargo, un momento de desaliento: «A veces pienso que es una burbuja y tengo miedo de que estalle, pero ya hay muchos que me dicen que no y, con sinceridad, ya no lo creo».

Valenciano, con sensatez, se suma a la reflexión de Luis Suárez: «Se puede practicar desde cualquier edad, desde niños hasta adultos. La metodología ha cambiado y es poco lesivo, porque los entrenamientos dependen de tu actitud. Aguantas paralelamente lo que es la técnica con tu condición física. Vas mejorando en cuanto a tus conocimientos y tu actividad física. El desarrollo es exponencial. Por eso los gimnasios están llenos y hay chicos, chicas y niños. Hoy es un deporte más». Castillejo recalca otro asunto clave: «El boxeo saca a mucha gente de la calle y le da una oportunidad. No todo el mundo estudia. Y hoy es un camino plausible que puedes tomar para ayudar a la familia y a ti mismo. No sé por qué estaba tan mal visto por algunos. Las cosas ya están cambiando. En Europa ves chavales practicándolo y alucinas. De hecho, nadie se explicaba lo que pasó aquí, pero cada vez más gente se da cuenta de que tiene muchos beneficios». Castillejo acude a su bagaje: «Tengo niños y niñas en el gimnasio con problemas de coordinación, de estima, hiperactivos, y les viene fenomenal. El boxeo es educativo y deportivo. Puedes ir para estar en forma sin tener que pegarte. Aquí, de hecho, no nos pegamos ni nos pegan. Aquí se boxea».

Y el campeón tiene una vena combativa y reclama: «El ambiente que hay en el boxeo no existe en el fútbol. Ojalá hubiera el respeto en el fútbol del que hay entre los adversarios que suben a la lona. Que siempre se dan un abrazo tras boxear». Valenciano habla de las virtudes del boxeo que el público está descubriendo: la autoconfianza, la autodefensa. «Quiero dar autoestima. Hay numerosos valores que marcan, como el compañerismo, lograr tus metas, conseguir superarse uno. Yo creo que el boxeo ha ido ha evolucionado también a través de estos valores». Con esta afluencia de nuevos aficionados, Valenciano expresa una convicción: «Solo es cuestión de tiempo que surja un campeón nuevo. Estoy convencido de que vendrá muy pronto».

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