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La penúltima pelea de Javier Castillejo

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España lleva ya tres semanas en estado de alarma por coronavirus, ha superado ampliamente los 11.000 fallecidos y no se atreve a decir en voz alta si ha llegado al pico de la curva. Recurriendo al diccionario del boxeo, podría decirse que ha recibido un golpe imprevisto en el mentón. Apenas lo vio venir y ahora está «temblando», buscando la mejor manera de superar una situación crítica. En ese escenario, dicen los que saben de esto, solo quedan dos opciones: dejar correr el tiempo y esperar a la campana; o agarrarte al enemigo y con suerte devolverle alguna mano dura. En esas está Javier Castillejo, el boxeador más laureado de la historia de España. Ocho veces campeón del mundo en dos categorías distintas, nacido en Vallecas, criado en Alemania y crecido en Parla, el confinamiento ha bajado temporalmente la persiana de su escuela de boxeo. Ahora, en vez de pasar las mañanas mirando sus cinturones, ha cambiado sudadera y manoplas por un chaleco de Cruz Roja y unos guantes de látex. Sus manos, anchas y robustas como las de un carpintero experto, llevan comida y bienes de primera necesidad a personas mayores de su ciudad. Entre esperar la campana y encararse con el enemigo, ha elegido lo segundo. «Estaba en casa escuchando las noticias, pensando, y me animé a ayudar porque creo que lo debo», explica desde su casa de Parla, ciudad a la que se mantuvo fiel tanto en activo como retirado. «Fui a la Cruz Roja y pregunté qué se podía hacer». El camino ya se lo sabía, porque hace varios años colaboró con esta misma organización acompañando a personas mayores en sus obligaciones médicas. «Son cosas que me meto en la cabeza, que siento que debo hacer, como si fuera una promesa. Aquella vez quería ayudar y estuve un tiempo llevando a señoras y señores mayores al hospital. Como ellos solos no podían, les recogía en casa e íbamos al centro de salud o al hospital para sus revisiones». Su rutina ahora es algo distinta a la de la otra vez. El coronavirus impone a los voluntarios unas pautas de higiene muy estrictas antes de llevar comida y artículos de higiene a los beneficiarios. «Esto va en serio, va para largo, y hay mucha gente que no puede salir. Vamos, que no puede y no debe. Ya no porque estén mal, sino porque es un peligro para ellos con la edad que tienen». Epidemia de soledad En estos días como voluntario, Castillejo ha conocido otra cara de su ciudad y de la sociedad en la que vivimos. Sobre todo soledad y reconocimiento en los mayores, que casi agradecen más la conversación que la compra. «Me he encontrado gente mayor, con problemas de movilidad... Lo que hacemos es coger los alimentos del almacén, hacer la entrega y charlar unos minutillos con ellos porque aparte de ser mayores están solos. Se sienten solos, que es lo más grave. La soledad es muy mala y necesitan hablar», explica. «La primera vez que fui me sorprendió una señora muy mayor, que tendría cerca de 90 años. Vivía en un bajo y al abrir la puerta vi que iba con un andador, que apenas se podía mover. Aquello me tocó el corazón. Ya no por la edad ni porque no pudiera andar, sino porque no entendía cómo una persona así puede estar completamente sola en casa. Eso tiene que ser muy duro». Hombre creyente, Castillejo ya se involucró en 2002 con Parla cuando, aprovechando su tirón como campeón mundial, reclamó un hospital para su ciudad que, por entonces, carecía de dicha infraestructura. Hoy, algunos mayores con buena memoria le recuerdan de sus años en activo, otros le quieren dar propina –«no podemos, ni queremos, coger nada», avisa– y otros se emocionan al romper su encierro de silencio y abandono, un virus bastante anterior al Covid-19. «Cuando llegas a casa después del reparto... por una parte te alegras de haber ayudado, pero también te quedas un poco de bajón, pensando en que estos mayores no tienen apenas oportunidades de salir, de ver la luz. Les ves ahí encerrados, con la edad que tienen...», lamenta el púgil, que anima a todos a ser parte activa de la solución: «Yo soy voluntario porque siento que debo hacer cosas. Es algo muy personal, yo he elegido esto, pero creo que todos debemos hacer cosas. No importa si es más o es menos. Hay muchas formas de hacerlo».
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