Si había una figura que era fácil encontrar en cada visita a Valdebebas esa era la de Felipe Reyes. El capitán del equipo de baloncesto del Real Madrid, leyenda de la canasta nacional, era casi siempre de los primeros en llegar al entrenamiento y pocas veces se iba de los primeros. Aprovechaba esos momentos para mejorar -uno de los secretos de su éxito-, pero también para apoyar a los más jóvenes. Nunca se cansó de hacerlo. Hasta el último día.
Hoy dice adiós después de más de dos décadas consagradas a la canasta y será allí, en Valdebebas, donde se despedirá el capitán del Real Madrid, uno de los jugadores más importantes de la historia, al que el club ha organizado un final a su altura (12.30 horas). Adiós rodeado de su familia, de sus compañeros y de la directiva, con Florentino Pérez al frente, y en el que estarán también presentes todos los títulos conseguidos desde que llegó al vestuario, en 2004. Increíble palmarés -24 títulos y 10 medallas con la selección- que le consagra como uno de los mejores de siempre y como el referente principal de la época más gloriosa de la canasta madridista.
Reyes llegó al club en 2004. Era por entonces un pívot prometedor que venía de ganar una Copa con el Estudiantes -club en el que se formó y jugó sus primeros años como profesional- y al que el Real Madrid encomendó su recuperación tras años de ostracismo deportivo. Él fue el líder del vestuario desde ese momento. Un pilar en el que se apoyaron sus compañeros y del que manaron noches épicas de baloncesto. La llegada de Laso en 2011 mejoró también al propio Reyes y comenzó una época gloriosa que devolvió la Copa de Europa al club en dos ocasiones. Además, Reyes levantó de blanco siete veces el trofeo de la Liga Endesa, seis el de la Copa del Rey y el de la Supercopa y en una ocasión el de la Intercontinental y la Eurocup. En total, 23 alegrías como jugador del Real Madrid.
España, su otro gran equipo
Su último partido fue ante el Anadolu Efes, en cuartos de final de la Euroliga. Apenas unos segundos que ni siquiera él imaginó que serían los últimos. Llegaría luego un final inesperado, positivo por coronavirus y adiós amargo en la distancia viendo cómo era el Barça el que levantaba la Liga. Se acaba su presencia en la cancha, pero su legado perdurará durante tiempo. Ese espíritu de lucha que le ha llevado a ser el máximo reboteador de la ACB y de la Euroliga y que le permitió lucir más veces que nadie la camiseta del Real Madrid. Un pívot diferente, pues sin ser el más alto o el más fuerte, siempre pareció el más listo y el mejor preparado para alcanzar el balón tras un error ajeno.
El rebote, su gran virtud, le permitió ser también parte importante de la selección. Desde aquel Mundial júnior de 1999 al bronce olímpico en Río 2016. Entre medias, el oro en el Mundial de Japón 2006, otras dos platas olímpicas (2008 y 2012) y seis metales europeos (tres oros, dos platas y un bronce). Sólo Juan Carlos Navarro y Epi han lucido más veces que él la camiseta de España (236).
Se abre ahora una nueva etapa para él, que quedará ligado al Real Madrid como embajador, enlace entre el vestuario y la directiva y como asesor de los más jóvenes. Una especie de hermano mayor para que los nuevos talentos que aterricen en el club mantengan la esencia que él instaló desde su llegada. Esfuerzo y sacrificio. Trabajo y humildad.
