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Nueva vida para la Nevera, templo de la cantera nacional

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La nevada histórica que mantiene aún colapsada Madrid se llevó por delante hace una semana el corazón de la cantera del Estudiantes. El derrumbe de la mítica «Nevera», como se conocía popularmente al recinto deportivo cuya cubierta se desmoronó por el temporal, deja huérfano al club colegial, que pierde el centro neurálgico de su baloncesto de formación. Un lugar que es especial para la canasta nacional, pues por allí pasaron estrellas como los hermanos Martín o maestros del banquillo como Díaz-Miguel, Aíto o Pepu Hernández. Un escenario especial para los amantes de este deporte cuya demolición y posterior reconstrucción ya ha sido confirmada por la Comunidad de Madrid. «La Nevera no era solo un lugar de entrenamiento y de juego, era sobre todo un centro social, pues allí se reunía los sábados y los domingos la familia estudiantil y del baloncesto en general. Los chavales de la cantera acudían aunque no tuvieran partido, pero también trabajadores del centro, entrenadores y padres. La vida social del colegio y del club pasaba por la Nevera. Jugase quien jugase, yo recuerdo ir allí todos los sábados y los domingos y pasar el día. A pesar del frío, casi siempre estaba llena», recuerda para ABC Nacho Azofra, mítico base del Estudiantes que pasó por todas las categorías del club hasta llegar a la primera plantilla. El jugador explica con emoción aquellos días en los que jugar en la Nevera era un día de fiesta. «Para nosotros, el día que nos decían que íbamos a entrenar en la Nevera era un lujo. Normalmente nos ejercitábamos en los campos de fuera, que era mucho peor. Porque antes se entrenaba aunque hiciera frío o lloviera ¿eh? Por eso, jugar en la Nevera era un lujo. No te digo ya cuando nos dejaban jugar en el Magariños. ¡Aquello era el no va más!», rememora el base, que ha seguido yendo a ver partidos a la instalación casi hasta el final. Mucho frío y también calor Para entender la importancia que la Nevera ha tenido en el desarrollo del baloncesto nacional basta con mirar la nómina de jugadores que han pasado por allí. Y no solo los del Estudiantes –muchos de ellos nutrieron luego a otros conjuntos de la ACB– sino los rivales que acudían a jugar allí. Fernando Martín se curtió en aquel parquet tan duro mientras soñaba con jugar algún día en la NBA; también los hermanos Reyes (Alfonso y Felipe) o sagas como los Martínez-Arroyo o los Sagi-Vela. Muchos de ellos tuvieron, además, maestros del banquillo como Díaz-Miguel, Aíto García-Reneses o Pepu Hernández. Sufridores todos ellos del frío que hacía allí y que dio origen al nombre con el que todos conocían a aquel pabellón. «El nombre no era casualidad. Recuerdo pasar entrenamientos muy duros por aquellas temperaturas tan bajas. Cuando hacía frío fuera, se notaba de verdad, pero también el calor en verano era asfixiante. Aun así, recuerdo aquellos días con mucho cariño. Ver la cubierta caída da mucha pena, porque la Nevera es un templo de la cantera española, no solo del club Estudiantes. Su importancia va mucho más allá, por eso espero que se pueda reconstruir cuanto antes y que siga teniendo la vida que tenía hasta ahora», explica Alfonso Reyes a ABC. Una imagen de la Nevera, antes de tener cubierta - Fundación Estudiantes Para el club, el colapso de la Nevera ha sido un mazazo, pues por allí pasaban la gran mayoría de los chavales de su cantera. Dos mil niños y niñas de todas las edades, a los que se suman los chicos de la Fundación. Todos se han quedado sin su sitio de entrenamiento, pero pueden estar tranquilos, pues tanto la Comunidad de Madrid como el Ayuntamiento ya han anunciado que habrá una nueva Nevera lo antes posible. «Ha sido un milagro que no pasara ninguna desgracia, porque esas pistas se utilizaban siete días a la semana desde las 8 de la mañana hasta las once de la noche. Era una instalación mítica, con más de 70 años de historia, que encerraba cientos de recuerdos del baloncesto español. Es una gran desgracia, pero hay que mirar hacia adelante», señala Fernando Galindo, presidente del Estudiantes. Los que la han conocido miran con nostalgia hacia el futuro, donde habrá una nueva Nevera, aunque seguramente contará ya con sistemas de climatización que le restarán buena parte de ese encanto. «Lo mismo la llamamos el ‘Horno’», bromea Azofra, ansioso por contribuir a darle vida a ese nuevo recinto. «Soy romanticón, pero sé que todas las cosas tienen un principio y un fin y hay que mirar hacia la nueva Nevera. Sé que van a reconstruirla y, aunque da pena, hay que aprovechar esa desgracia para hacer un pabellón que vuelva a ser una referencia para la cantera del baloncesto español», apunta el base, que ve en este mazazo una oportunidad para revitalizar el club. Para darle nueva vida a la cantera, volver a los orígenes y hacer de nuevo grande al primer equipo.
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