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Los Sabonis y las sagas familiares de la NBA

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Es algo más tosco, pero juega con la misma inteligencia que su padre. Domantas Sabonis está a punto de dar ese paso tan importante en la vida en el que dejas de ser hijo de tu padre para ser, simplemente, tú mismo. En la madrugada del viernes, hora española, el jugador lituano viajaba junto con sus compañeros de los Indiana Pacers a Portland, en el noroeste de Estados Unidos, para enfrentarse a los Blazers del siempre peligroso Lillard. El equipo llegaba a la ciudad algo aturdido, pues una de sus estrellas, Victor Oladipo, había sido víctima del terremoto provocado por el traspaso de James Harden y había acabado en Texas. Fue Sabonis el que lideró a los suyos (111-87) durante todo el encuentro, distribuyendo desde el poste alto y con coreografías cerca del aro para sumar 23 puntos, 15 rebotes y 5 asistencias, unos promedios similares a las medias del jugador en la temporada. Curiosamente esta exhibición se dio en el mismo pabellón donde su padre Arvydas, toda una leyenda del baloncesto europeo, proporcionó sus mejores noches en el baloncesto NBA. También en la ciudad donde Domantas nació, ya que en 1996, año en el que llegó al mundo, su padre era integrante de la franquicia de Oregón. Se cierra un círculo y Domantas empieza a escribir su leyenda. Lo cierto es que Sabonis lleva tiempo recibiendo halagos. Su llegada a Estados Unidos pasó por debajo del radar más allá de tener un apellido ilustre. El tercer vástago de los cuatro que ha tenido Arvydas (tres hombres, una mujer y todos ellos jugadores de baloncesto) jugó sus primeras temporadas en Oklahoma City Thunder, un equipo que, pese a habitar en un páramo de explotaciones petrolíferas, había saltado a la fama por la dupla formada por Durant y Westbrook unos años atrás del desembarco del deportista del Báltico. A pesar de estar totalmente integrado en la dinámica del baloncesto estadounidense, ya que cursó sus estudios y jugó en la Universidad de Gonzaga, Domantas se forjó en España antes de cruzar el Atlántico. Jugó una única temporada, la 2013-2014, en el Unicaja de Málaga antes de llamar la atención de los ojeadores. Su gran irrupción se dio cuando fue traspasado a los Pacers, el equipo de un estado donde el baloncesto es un modo de vida. Una franquicia que además esta dirigida por el mítico Larry Bird, leyenda de los Boston Celtics. En Indiana, desde su llegada en el verano de 2017, es entrenado por Nate McMillan, exjugador de la NBA y contemporáneo de Arvydas a finales de la década de los noventa. Un técnico de mano dura e insistente en la defensa que ha encontrado en el lituano su mejor arma, junto con el base de Malcom Brogdon, para ganar partidos. Si hablamos de números, y pese a que los tiempos cambian y el baloncesto también, Domantas ha superado estadísticamente a su padre en muchas de las casillas del juego. El líder de la familia superó en todas sus temporadas (jugó en los Blazers desde 1995 hasta 2001 y una adicional en 2002), salvo en la última, los 10 puntos de media. Su hijo, en cuatro temporadas promedia 12 puntos por partido en la NBA, pero con una mejoría más que perceptible, pues en la última se fue hasta los 18 tantos y 12 rebotes, lo que le valió su participación en el allstar junto a las grandes figuras de la competición. También se le ha recompensado su buen baloncesto con un generoso montante de ceros. En 2019 fue renovado por los Pacers por cerca de 80 millones de dólares ( 66 millones de euros). Otras sagas familiares No es habitual, pero la NBA ha recibido desde que su balón empezó a encestarse un puñado de sagas y líneas consanguíneas que han triunfado en el mejor baloncesto del mundo. Seguramente, el caso más llamativo es de los Barry. Un padre, Rick, con tres hijos también como jugadores de la liga, Jon, Brent y Drew, si bien el patriarca fue el más exitoso en su carrera. Fue elegido entre los 50 mejores jugadores de la historia de la liga, en parte por su buen hacer en los Golden State Warriors. Brent, por otro lado, fue campeón en dos ocasiones con los San Antonio Spurs a principios de siglo. Otra leyenda es Bill Walton, un tenaz reboteador, pelirrojo y en algunas temporadas con apariencia de extra de «Easy Rider», que tuvo una prolífica carrera, a medio camino entre Portland y Boston, lugares donde ganó la NBA, una vez en cada ciudad. Su hijo Luke, menos dotado pero sí con un gran entendimiento del juego, se hizo un hueco en los Lakers de Kobe y, posteriormente, de Pau Gasol, donde igualó la marca de campeonatos de su progenitor. Además de estos casos, también están los Curry, padre e hijos privilegiados en el tiro o los Rivers. Y los que están por llegar, porque LeBron James ha asegurado que quiere jugar con su hijo, algo que podría darse dentro de dos años, cuando «Bronnie» esté disponible para ser fichado por algún equipo de la NBA. También a Zaire, hijo de Dwayne Wade, se le ha visto entrenar con su padre, de una manera altamente competitiva, y apunta maneras. Todo queda en familia.
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