Carolina Marín se mete en semifinales de bádminton al grito de “España, España”
El sueño de Carolina Marín sigue vivo. La jugadora de bádminton española se había marcado como objetivo ganar un segundo oro olímpico en Tokio 2020, pero las lesiones, una rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda (ya se había roto el de la derecha), se interpusieron en el camino. Hacía falta volver a empezar de nuevo, con tres años por delante y París como meta final. Pasado el sufrimiento de los octavos de final contra la estadounidense Zhang, la onubense venció con más comodidad a la japonesa Aya Ohori (21-13 y 21-14), número diez del mundo, y entra en la lucha por las medallas.
Jugó como en casa Carolina en el Arena Porte de la Chapelle, la instalación del bádminton de los Juegos, llena de banderas españolas que ya iban poblando el camino desde el metro. Todos los detalles están cuidados en esta cita olímpica y para que los espectadores no se pierdan, el suelo en la calle está lleno de dibujos de plumas de bádminton que llevan al pabellón. “España, España”, gritaban los aficionados antes de que salieran las jugadoras. Parecía Huelva, por decir el lugar en el que nació Marín, pero podía haber sido cualquier otro lugar de nuestro país.
Carolina manda
La española fue presentada al grito de “Carolina, Carolina”, seria, en modo competición. No se dejó intimidar por el arranque de Ohori, muy agresiva con un par de remates al cuerpo. Es un torbellino en la cancha Carolina. Marca los tiempos, pide el cambio del volante, que, como curiosidad, están hechos con plumas de ganso, pero tienen que ser las del ala izquierda; habla con el árbitro, que un par de veces le llama la atención, pide permiso para secarse el brazo y darse un respiro...
“Sí, sí”, decía con la cabeza a su técnico, Fernando Rivas, cuando se puso 3-2. Era la primera vez que mandaba en el marcador y ya no perdió la delantera, mientras escuchaba el “A por ella, oé”. El resultado todavía estaba apretado, con Carolina gritando, como siempre, tras cada punto y sintiéndose cada vez más cómoda. En un amago te tirar profundo para dejar el volante cortito, hizo perder pie a la japonesa y se puso 13-7. Buscaba el consejo de su entrenador constantemente. Han montado, con el resto del equipo, un grupo histórico.
"Esa Carol, es, es"
“Vamos, Carolina”, se escucha. “Esa Carol, esa Carol es, es”. El 16-9 fue un punto impresionante que perdió, pero que le sacó una sonrisa porque antes del golpe definitivo había hecho una defensa imposible. Se lo estaba pasando bien. Le costó un poco cerrar el set, pero no se le podía escapar y no lo hizo.
La ventaja en el segundo parcial la tomó antes. Fernando Rivas le había avisado de que siguiera fiel al plan, y le recuerda que hasta el aire puede influir cuando está en una parte del campo. Hay un momento de duda en mitad del parcial, con tres errores suyos y un gran punto de Aya para reducir la distancia a 11-9. “Vamos, vamos”, se reafirmaba Carolina. Y fue... Con un remate cruzado cuando parecía que iba a tirar al otro lado, que dejó sin respuesta a su rival. Vuelve a charlar con el árbitro para que sequen la pista y aprieta el acelerador. El grito más grande fue el del 14-9, mirando al público que no dejó de animarla. Un volante que deja pasar y que se va fuera pone el punto y final. Marín se pone los brazos en jarra: aquí estoy. No para todavía, charla con el árbitro, saluda a la rival y después al público. Ya puede mantener la sonrisa. Entra en modo relajación hasta el siguiente partido.
Desde hace meses, Carolina se puso como fondo de pantalla del móvil la medalla de París. Es la de oro, el metal que quiere, y sigue optando a él.