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Arturo Pérez-Reverte se confiesa gamer y apasionado de los videojuegos: 'Me he pasado todos los Call of Duty'

En el fondo, su testimonio en el podcast 'The Wild Project' desmonta dos tópicos: el del escritor 'de otra época' ajeno a lo digital y el del videojuego como producto vacío.

Arturo Pérez-Reverte, que lleva décadas retratando guerras, conspiraciones y héroes cansados en novelas como Las aventuras del capitán Alatriste o la trilogía de Falcó, ha dejado claro que también libra batallas en otro frente: el de los videojuegos. En su última visita al podcast The Wild Project, el escritor confirmó algo que ya había insinuado otras veces, pero que ahora dijo sin rodeos: juega desde hace años, juega mucho… y "me he pasado prácticamente todos los Call of Duty".

Lejos de la imagen de intelectual distante de la cultura popular, este escritor se reivindica como jugador veterano, con un pie en los simuladores bélicos clásicos y otro en los grandes éxitos actuales. Confesó su devoción por Silent Hunter, el simulador de submarinos en el que ha "hundido muchos barcos aliados despiadadamente", una elección nada casual en alguien que se define como "marino" y que siempre ha mostrado fascinación por la historia militar y naval.



Un novelista entre píxeles y batallas


Durante la charla, el académico repasó otros títulos que han marcado su relación con el ocio electrónico. Mencionó haber jugado a Age of Empires y Super Mario Bros., bromeando con que la princesa Peach y él son "íntimos amigos", pero dejando claro que le tiran más heroínas como Lara Croft (Tomb Raider) o Jill Valentine (Resident Evil). También habló de partidas online a juegos de estrategia, probablemente de la saga Total War, donde se mete anónimamente en batallas con otros jugadores.

Su elogio más encendido fue para God of War, especialmente por la forma en que mezcla acción y mitología clásica. Para Pérez-Reverte, el viaje de Kratos por los panteones griego y nórdico es "una magnífica manera" de acercar el mundo clásico a las nuevas generaciones. Ahí enlaza directamente con su propia obsesión por la historia y la cultura clásica: ve estos juegos no solo como entretenimiento, sino como puerta de entrada a universos que luego se pueden completar con libros, documentales y lecturas más profundas.



Los videojuegos como escuela de curiosidad


Frente al discurso que sigue viendo los videojuegos como una distracción menor o una pérdida de tiempo, el escritor defiende justo lo contrario. Sostiene que los buenos juegos obligan a tirar de curiosidad, a buscar contexto, a leer e informarse para entender mejor lo que se está viendo en pantalla. En su caso, asegura que muchas partidas han terminado con búsquedas sobre batallas reales, tácticas militares, periodos históricos o leyendas que los juegos solo insinúan.

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