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Libertad, monstruos y secretos familiares: los videojuegos 'road trip' que tienes que probar

No todos podemos ser Ryan Gosling en ‘Drive’, pero estos videojuegos se acercan a la experiencia de viajar sin nada que perder y sin mirar atrás

Los videojuegos de “road trip” o viajes por carretera conforman un género peculiar que captura el espíritu de la aventura viajera. ¿Por qué nos atraen tanto? Porque todos queremos ser Ryan Gosling conduciendo con Kavinsky de fondo, pero estos títulos también recrean la emoción de lanzarse a lo desconocido: nunca sabes a quién vas a conocer ni qué va a pasar en el siguiente tramo de ruta. Como dijo el director creativo de Road 96, “la estructura de road trip fue el lienzo perfecto para sentir la naturaleza aleatoria de viajar por tu cuenta”.

Esa incertidumbre constante —¿encuentro liberador o peligro mortal?— es la esencia de un buen viaje por carretera tanto en películas como en videojuegos. Además, las historias de carretera tienden a reflejar la sociedad: sacan a relucir tensiones culturales y marginación mientras sus personajes se reconectan entre sí y consigo mismos. En otras palabras, un road trip no es solo moverse del punto A al B, sino todo lo que sucede en el camino: los lazos que se forman, los obstáculos y las reflexiones que surgen con las ruedas en movimiento.

De hecho, en los últimos años, ha florecido una cosecha de videojuegos de road trip que llevan estas ideas a terrenos novedosos. Desde aventuras narrativas procedurales hasta simuladores de supervivencia en carretera, pasando por comedias cooperativas con monstruos, el tema del viaje en carretera se ha adaptado a múltiples géneros; como veremos a continuación.

Road 96 (2021) – Aventuras procedurales hacia la libertad

Este aclamado indie nos sitúa en verano de 1996 en Petria, un país ficticio gobernado por una dictadura, y nos pone en la piel de varios adolescentes que huyen hacia la frontera norte en busca de libertad. Road 96 es un juego narrativo y procedural: cada partida genera un viaje distinto con encuentros aleatorios, como autostopistas variopintos, policías, camioneros e incluso una pareja de atracadores payasos.

Este título logra transmitir la emoción de la carretera abierta y lo inesperado. Uno siente a la vez la euforia de la aventura y el miedo a que cualquier decisión en el camino pueda ser la última. Gracias a su estructura dinámica, ofrece cientos de rutas posibles y múltiples finales. Cada intento de cruzar la frontera es único, pero las decisiones que tomes repercuten en intentos posteriores, construyendo un arco narrativo mayor que culmina el día de las elecciones en Petria.



La magia de Road 96 está en cómo combina la exploración y la toma de decisiones bajo presión con ese ambiente de road movie clásica. Al estilo de Easy Rider o Thelma y Louise, aquí los encuentros en la carretera pueden ser extraños, reveladores o incluso mortales. No es solo un viaje físico, sino también político y personal: al conocer a los distintos personajes, puedes influir en sus vidas e incluso en el destino del país, ya sea ayudando a la resistencia juvenil o cooperando con las autoridades corruptas. Todo depende de ti.

Para Yoan Fanise, director creativo, el formato de viaje por carretera era ideal porque cuando viajas de mochilero “no sabes a quién vas a conocer ni qué va a pasar, para bien o para mal; esa es la esencia del road trip y de la vida”, según le comentó a Wired. Esa filosofía impregna el juego, haciéndonos sentir verdaderos trotamundos en cada partida, siempre con la maleta llena de esperanza… y un poco de temor.

Keep Driving (2025) – El arte de sobrevivir al viaje (¡y disfrutarlo!)

Si alguna vez imaginaste una mezcla entre Oregon Trail y un RPG de gestión en píxeles, Keep Driving será tu nueva obsesión. Este título independiente, lanzado en 2025, propone un viaje por carretera procedural en un nostálgico mundo de pixel art. La premisa: es a principios de los 2000, acabas de comprar tu primer coche usado y te enteras de un festival de música al otro lado del país. Decides arrancar el motor, trazar tu ruta en el mapa y lanzarte a la carretera.

Cómo –o si– llegas es asunto tuyo. Este título combina elementos de aventura, rol y simulador de recursos: tendrás que hacer autostopistas (cada uno con su personalidad e historia), buscar trabajos ocasionales para financiar el viaje, y mejorar o reparar tu coche con las piezas que encuentres. Todo mientras sobrevives a los típicos problemas de un viaje largo: tráfico lento, carreteras en mal estado, policías quisquillosos... ¡incluso abejas furiosas dentro del coche!



El juego presenta sus desafíos mediante un ingenioso sistema de “combate” por turnos: cuando surge un obstáculo –por ejemplo, quedarte atascado detrás de un tractor– aparecen iconos que representan el problema, y debes contrarrestarlos usando tus habilidades o los objetos del guantera (quizá una llave inglesa para arreglar el motor, o un cassette para calmar los ánimos). Cada decisión consume tiempo y recursos, y el reloj avanza hacia la hora del concierto al que quieres llegar. Pero no te preocupes si te distraes en el camino: Keep Driving está hecho para rejugarse, con al menos 9 finales distintos según las rutas y decisiones que tomes.

Su encantadora estética retro y banda sonora de rock alternativo sueco añaden mucho ambiente indie. No es casualidad que la prensa lo haya descrito como “un Oregon Trail moderno con gráficos neo-retro de los 90 y estética grunge”. Con críticas muy favorables (es de los juegos mejor valorados de 2025 hasta ahora), demuestra que incluso un viaje lento y lleno de contratiempos puede convertirse en una gran aventura interactiva.

Jalopy (2018) – Un road trip vintage por el bloque del Este

¿Te apetece un viaje exótico por la Europa del Este de los 90 en un coche destartalado? Jalopy te invita a vivir esa experiencia única. Este juego de simulación vehicular y aventura nos pone al volante de un Laika 601 (un vehículo ficticio claramente inspirado en el mítico Trabant) y nos propone viajar desde el Berlín Oriental post-comunista hasta la soleada Turquía, atravesando países como Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia y Bulgaria. No esperes una conducción de lujo: el coche es una chatarra andante que se rompe cada dos por tres.

De eso se trata, convierte la mecánica en aventura. Deberás montar y mantener el vehículo pieza a pieza –cambiar neumáticos, reparar el motor, reponer aceite y agua, llenar el depósito– para poder seguir avanzando. Cada jornada termina idealmente en un motel de carretera (¡si tienes dinero para pagarlo!), donde tu entrañable Tío Lütfi se echará una siesta mientras tú quizá husmeas en su maletín para descubrir secretos familiares de la época de la Guerra Fría. Lo genial de este título es cómo convierte lo mundano en memorable. Por ejemplo, el juego permite traficar con mercancías: puedes comprar productos baratos en un país y tratar de pasarlos por la frontera al siguiente para venderlos con ganancia, en plan estraperlo. Eso sí, ojo con el limitado espacio del maletero y con la policía fronteriza, que considerará contrabando ciertos artículos.



Te encontrarás en situaciones dignas de una comedia: empujando el coche en medio de la lluvia porque te quedaste sin gasolina, o rebuscando piezas en la cuneta para arreglar una avería inesperada. Existe incluso la posibilidad de quedarte varado en mitad de la nada sin dinero ni repuestos si tu coche se estropea del todo y no tienes cómo repararlo. Por suerte, siempre puedes reiniciar el día (¡milagros de los videojuegos!) y aprender de tus errores.

Combina el encanto de un viaje nostálgico por una Europa en transformación con un toque de survival ligero y mucho humor emergente. Al final, lograr que ese cacharro llegue a Istanbul se siente como un triunfo épico, y cada contratiempo en la ruta aporta una anécdota más a tu gran viaje por carretera.

Open Roads (2024) – Secretos de familia sobre ruedas

Pasamos de la chatarra a un coche familiar y de la excentricidad a la intimidad emocional con Open Roads. Este juego, publicado por Annapurna Interactive, nos propone un viaje por carretera diferente: el de una madre y su hija adolescente que exploran juntas los misterios de su propia historia familiar. La protagonista es Tess Devine, de 16 años, quien junto a su madre Opal descubre un compartimento secreto en el ático de su casa tras la muerte de su abuela. Dentro encuentran una llave pequeña y una postal enigmática que insinúa que la abuela Helen tuvo una relación secreta en el pasado.

Intrigada, Tess convence a una reticente Opal de emprender un viaje en coche hasta la antigua casa de verano familiar, con la esperanza de desentrañar ese secreto. Open Roads se convierte así en una mezcla de thriller misterioso y drama familiar en plena carretera. A nivel jugable, es principalmente una aventura narrativa estilo “walking simulator”. Controlamos a Tess explorando diversos entornos (casas abandonadas, paraderos pintorescos, etc.), inspeccionando objetos que desencadenan diálogos con su madre. Las conversaciones se presentan en forma de viñetas animadas dibujadas a mano, casi como un cómic interactivo, y a veces nos permiten elegir entre distintas respuestas que pueden alterar ligeramente cómo fluye su relación.



No esperes puzzles complicados ni acción trepidante; el foco está en la historia y los personajes. El viaje llevará a Tess y Opal desde Michigan hasta Canadá, siguiendo pistas que revelan poco a poco verdades sorprendentes sobre su familia – incluyendo la identidad real del abuelo de Tess y los motivos tras viejos conflictos. Con actuaciones de voz de lujo (Keri Russell y Kaitlyn Dever dan vida a Opal y Tess respectivamente), el juego logra que nos involucremos en esa relación madre-hija: hay tensiones generacionales, reproches por secretos callados, pero también momentos de complicidad y comprensión mientras comparten el camino. Open Roads ofrece una experiencia corta pero emotiva, demostrando que un road trip puede ser escenario tanto de aventuras externas como de una viaje interior hacia el entendimiento mutuo.

Overland (2019) – Supervivencia en la carretera del fin del mundo

¿Qué tal un road trip en pleno apocalipsis? Overland toma la premisa clásica del viaje por carretera y la lleva a un futuro post-apocalíptico donde la carretera está plagada de monstruos. En este juego indie de estrategia por turnos, debemos cuidar de un grupo de viajeros en un viaje desesperado a través de Estados Unidos tras una catástrofe, con extrañas criaturas alienígenas acechando en cada parada.

Piensa en The Walking Dead pero con alienígenas, mezclado con un juego de mesa táctico. Cada etapa del camino en este juego es un mapa generado aleatoriamente donde tendrás que tomar decisiones críticas: ¿exploras ese pueblo en ruinas en busca de gasolina, sabiendo que el ruido atraerá monstruos? ¿Recoges a ese superviviente herido que pide ayuda, aunque añadir otro pasajero consuma más recursos?



El equilibrio entre riesgo y recompensa es constante. La gestión de recursos y del vehículo es central. Empiezas con un modesto coche y unos víveres, pero a medida que avanzas deberás buscar gasolina, botiquines y armas para poder seguir adelante. También puedes encontrar vehículos mejores (o peor, quedarte sin coche si lo destruyen). En ocasiones toparás con un perro perdido que puedes rescatar como compañero – detalle entrañable que el juego incluso reconoce con humor: uno de los dilemas frecuentes es “discutir si salvar o no al perrito” en medio del caos.

Cada movimiento es por turnos en cuadrículas, por lo que recuerda un poco a XCOM pero simplificado: puedes mover a los personajes, empujar coches averiados, encender fogatas para atraer o espantar criaturas, etc. A veces lo más sensato es huir rápidamente en el coche hacia la siguiente parada, en lugar de luchar. Esteb título logra construir tensión con recursos mínimos: el silencio de la noche rota por los pasos de algo acercándose, la angustia de quedarse sin combustible a mitad de camino... Sin embargo, en el fondo es un juego sobre la empatía y la cooperación.

Con muy poco diálogo, logras encariñarte con los miembros de tu grupo al ayudarles: curándolos, compartiendo la última lata de comida o reparando el coche juntos. Incluso acabas cogiendo cariño al coche destartalado, que se siente como un refugio en medio de un mundo hostil.

Wheels of Aurelia (2016) – La dolce vita a toda velocidad

De los desiertos de Norteamérica saltamos a la costa italiana en los años 70 con Wheels of Aurelia. Este juego indie narrativo nos propone un road trip muy diferente, mezclando novela visual y juego de conducción arcade. Encarnamos a Lella, una joven intrépida y un tanto inquieta, que conduce su elegante Lancia Fulvia por la famosa Vía Aurelia a lo largo del litoral occidental de Italia.

Es 1978, una época turbulenta para Italia (años de terrorismo, secuestros y agitación política), y Lella va recogiendo autoestopistas y compañeros de viaje en el camino, cada uno con sus propias historias y opiniones sobre lo que pasa en el país. La gracia es que mientras conduces, vas conversando con tu pasajero. El juego se controla como un viejo juego de carreras isométrico, esquivando coches y tomando desvíos, pero al mismo tiempo debes elegir líneas de diálogo que determinarán la ruta y el desenlace de la aventura.



Lo interesante de este título es su estructura ramificada: según las decisiones y desvíos que tomes, Lella puede vivir situaciones muy distintas. “Según tus elecciones… puedes acabar en persecuciones con la policía, carreras callejeras ilegales, o en tensos debates que te harán preguntarte quién es realmente tu acompañante”.

En una partida quizá ayudas a una monja embarazada en apuros, en otra terminas participando en una carrera contra un coche deportivo, o tal vez discutiendo de feminismo con una pasajera. El juego tiene 16 finales diferentes que invitan a rejugar para descubrir todas las historias (afortunadamente, cada partida dura solo alrededor de 15-20 minutos, reflejando un viaje relativamente corto). Wheels of Aurelia deslumbra con su estilo artístico retro y su banda sonora de la “Dolce Vita”, pero sobre todo por cómo retrata aquella Italia de los 70: a través de las charlas de Lella y sus acompañantes, vamos vislumbrando temas como la religión, la política de la época, la liberación femenina, etc., todo ello sin dejar de acelerar por las curvas del litoral.

Es un juego a medio camino entre road movie y visual novel, que demuestra que un viaje en coche puede ser tanto una competición de velocidad como una conversación profunda sobre la vida. Breve, estilizado y único, este título se ha ganado su culto entre los amantes de las experiencias narrativas experimentales.

Monster Prom 3: Monster Roadtrip (2022) – ¡Vacaciones monstruosas en la carretera!

¿Quién dijo que los viajes por carretera eran solo para humanos? Monster Roadtrip (tercera entrega de la saga Monster Prom) nos invita a un descacharrante viaje donde los pasajeros son zombis, demonios, vampiros y otras criaturas salidas de películas de terror… o mejor dicho, de comedia adolescente. Este juego convierte la premisa de Monster Prom (un simulador de citas en el instituto para monstruos) en una aventura cooperativa en carretera con un giro de supervivencia y gestión de recursos.

En palabras de sus creadores, “en esencia es un juego similar [a Monster Prom]: una aventura narrativa multijugador llena de personajes estrafalarios y diálogos desternillantes. Pero esta vez el objetivo no es conseguir una cita, sino sobrevivir a un viaje por carretera”. Hasta 4 jugadores (o en solitario, manejando a varios personajes) deben colaborar para llegar a uno de los destinos finales antes de quedarse sin recursos. ¿Recursos? Sí, en lugar de puntos de vida aquí tenemos indicadores como Combustible, Comida, Hype, Magia, Dinero, Alma y Aguante, que suben o bajan según las decisiones que tomemos. Si alguno llega a cero… ¡se acaba el road trip!



La jugabilidad es sencilla pero muy rejugable: en cada turno eliges una ubicación donde parar (por ejemplo, “El Bosque Espeluznante” o “La Área de Descanso Embrujada”), y allí enfrentas un evento narrativo con varias opciones. Cada opción afectará a dos recursos (uno sube, otro baja), así que el quid está en gestionar bien el balance para no quedarte sin gasolina, sin dinero o –peor aún– sin Hype (¿un viaje sin diversión? ¡ni pensarlo!). Las situaciones son absolutamente disparatadas y llenas de humor irreverente, sello de la franquicia.

Por ejemplo, puedes encontrarte organizando una rave con fantasmas, compitiendo en un concurso de comer tarántulas fritas, o resolviendo un triángulo amoroso entre monstruos literalmente “hambrientos de amor”. Todo con constantes referencias paródicas a la cultura pop y al propio género de terror adolescente. Aunque el foco está en la cooperación, Monster Roadtrip mantiene un puntito de pique entre jugadores: a veces podrás decidir si ayudas al grupo o buscas tu beneficio individual (lo cual puede llevar a finales secretos egoístas… o a todos al desastre). Y sí, aún puedes ligar: aunque ya no sea el objetivo principal, si juegas bien tus cartas, puedes acabar el viaje en una cita romántica con ciertos personajes populares de la saga.

Final Fantasy XV (2016) – Hermanos de armas… y de carretera

La veterana saga Final Fantasy también tuvo su propio road trip y de una forma que nadie esperaba. Final Fantasy XV es un JRPG de mundo abierto que, en su primera mitad, se siente como un gran viaje en coche con amigos por una tierra fantástica. Controlamos al príncipe Noctis y su escolta de tres camaradas (Gladiolus, Ignis y Prompto) en una misión para llegar a una ciudad lejana, pero la trama rápidamente se convierte en “unas vacaciones entre colegas” antes de desencadenar el drama épico habitual de la serie.

De hecho, muchos han descrito FFXV como “un road trip con los mejores amigos que nunca tuviste”. Y es que el juego abraza totalmente la temática: desde el inicio vemos a los cuatro protagonistas empujando su coche averiado, el Regalia, por la autopista bajo el sol ardiente mientras suena “Stand by Me” – una escena que clava la sensación de partir a la aventura y que es literalmente un tropo de viaje por carretera (¿a quién no se le ha roto el coche nada más empezar el viaje?).



Sin dinero ni gasolina, los chicos tienen que hacer encargos en un taller para costear la reparación, y así el juego tutorializa sus mecánicas de forma diegética: presentándonos misiones secundarias, cacerías de monstruos y demás sidequests como “trabajitos” que los protagonistas hacen para financiar su viaje. Una vez con el coche en marcha, este título nos deja sueltos en un enorme mundo abierto que recuerda más a un road trip por Norteamérica que a los típicos mapas de fantasía medieval. Hay largas autopistas, gasolineras con cafetería que parecen sacadas de la Ruta 66, estaciones de descanso… Incluso campamentos donde los héroes deben dormir para acumular experiencia (sí, en este juego tienes que acampar regularmente, lo cual es perfecto para el ambiente viajero).

Conducir el Regalia es un placer contemplativo: puedes dejar que Ignis conduzca automáticamente (y apreciar el paisaje mientras los personajes charlan), o tomar el volante tú mismo y desviarte hacia cualquier punto de interés que veas por el camino. No puedes salirte locamente de la carretera, pero hay suficiente libertad para “detenerte a ver algo curioso al borde del camino”, tal como los desarrolladores querían.

El juego te tienta constantemente a distraerte del objetivo principal: tal vez ves un lago y decides parar a pescar, o Prompto (el amigo fotógrafo) sugiere sacar una foto grupal en un mirador pintoresco. Y allí estás, olvidando momentáneamente la misión de salvar el mundo, simplemente disfrutando del viaje con tus colegas virtuales. Esa sensación de camaradería está lograda con detalles: los chistes internos que comparten, las discusiones sobre música en el coche, o el hecho de que cada noche Ignis cocine un plato diferente para el grupo en el campamento (¡con ingredientes que recolectaste durante el día!).

Todo contribuye a que el jugador sienta que está de road trip de verdad. Por supuesto, siendo un Final Fantasy, eventualmente la historia toma derroteros más serios y fantásticos, con imperios malignos, invocaciones de dioses gigantes y combates trepidantes. Pero incluso entonces, el juego nunca olvida su identidad de viaje. De hecho, hacia el final se las ingenia para que nuestros héroes retomen la carretera para un último viaje juntos, en una de las secuencias más emotivas del juego. Muchos fans coinciden en que lo mejor de FFXV es precisamente esa primera mitad libre y viajera, donde “se apoya fuertemente en su temática de road trip y la explota al máximo”.

Al final, pese a sus elementos de fantasía, este juego consigue algo único: que nos encariñemos con un grupo de personajes viviendo momentos cotidianos en carretera, haciendo de una épica fantástica algo íntimo y nostálgico. Porque sí, hay monstruos que cazar y cristales mágicos que salvar, pero también hay risas alrededor de una fogata, bromas en el coche y la melancolía de un atardecer visto desde la autopista. Es la prueba de que incluso en un JRPG lleno de espadas y hechizos, el viaje (por carretera) puede ser más importante que el destino.

Kentucky Route Zero (2013–2020) – Carretera mágica y realidades invisibles

Casi cerramos el recorrido con un juego muy especial que lleva el concepto de road trip a un plano onírico y profundamente artístico: Kentucky Route Zero. Se trata de una aventura gráfica episódica, lanzada en cinco actos a lo largo de siete años, que es venerada en el mundo indie por su narrativa surrealista y su poderosa crítica social. Kentucky Route Zero es, en esencia, un viaje a través de los márgenes de la América contemporánea, mezclando realismo mágico con la crudeza de la vida rural olvidada.

El protagonista es Conway, un camionero que intenta hacer una última entrega para su tienda de antigüedades, y en el camino descubre la misteriosa Ruta Zero: una carretera secreta que corre por las entrañas de Kentucky. A diferencia de otros juegos de esta lista, aquí no hay gestión de recursos ni peligro mortal acechando; el énfasis está en la exploración narrativa y la atmósfera. Conducirás por carreteras secundarias, tomarás desvíos extraños (como un ferry subterraneo operado por esqueletos) y harás paradas en lugares tan mundanos como fantásticos: una gasolinera fantasma, un museo vacío, un bar que solo aparece a ciertas horas… Lo que realmente define a este título es su tono onírico y melancólico.



Visualmente parece una obra de teatro expresionista, y cada escena está cargada de simbolismo. El juego explora temas como las deudas impagables, el colapso de la industria minera, la pérdida de hogar y la búsqueda de comunidad. Se ha dicho que es el viaje por carretera más perdurable de los últimos tiempos, por su inquietante retrato de una América moderna en ruinas y sus ciudadanos olvidados. Sus creadores se inspiraron en películas como True Stories de David Byrne, enfatizando el ritmo lento y la contemplación de detalles extraños de lo cotidiano.

De hecho, muchas veces , este juego nos hace detenernos a “oler las rosas” de lo raro: por ejemplo, en Acto II hay un momento donde debes detener la furgoneta para consultar un mapa y, al hacerlo, el juego te describe el paisaje en términos poéticos, logrando que sientas esa sensación tan propia de un road trip de estar perdido pero maravillado en medio de la nada. En otra escena, simplemente escuchas una canción completa en un bar mientras observas a los personajes sumidos en sus pensamientos, como si el tiempo se detuviera en la carretera.

A nivel jugable, puede resultar minimalista: muchas decisiones son elegir diálogos (que moldean la historia de manera sutil), y navegar por un mapa abstracto siguiendo las indicaciones que te dan otros viajeros o las pistas de la radio. Por eso, a veces el mapa en vez de ayudar, confunde; tienes que fiarte de las instrucciones crípticas de extraños para encontrar ciertos lugares, igual que en la vida real preguntas a lugareños y terminas en parajes insospechados.

El juego incluso juega con el concepto de ser pasajero en el Acto IV. Este título es una obra muy diferente a los demás juegos aquí descritos: más poética, lenta y reflexiva, pero sin duda un road trip en el sentido más literario. Es el tipo de viaje que nos recuerda que las carreteras no solo conectan lugares, sino también historias humanas invisibles para quien no reduce la velocidad para mirarlas. Un juego único, aclamado por su belleza y profundidad, que cierra nuestro listado demostrando que el género del viaje por carretera en videojuegos puede ser tan amplio y sorprendente como la vida misma en la ruta.

Pacific Drive (2024) – Conducir o morir: roguelike en la zona prohibida

A modo de epílogo, añadimos un juego que lleva el road trip al terreno del survival horror y la ciencia ficción. Pacific Drive nos plantea una premisa inquietante: ¿y si tu coche fuera tu única compañía en un viaje por carretera a través de un territorio post-apocalíptico lleno de peligros sobrenaturales? Este título indie es definido por sus creadores como un “juego de supervivencia de conducción” en primera persona.

Aquí no viajas de costa a costa, sino que te adentras repetidamente en la “Zona de Exclusión Olímpica”, una versión reimaginada y surrealista del bosque del noroeste del Pacífico (sí, por la zona de Seattle y el Parque Nacional Olympic) que ha sido sellada por el gobierno tras un misterioso desastre. En la práctica, funciona como un roguelite: tu base es un viejo garaje abandonado fuera de la zona, desde donde haces incursiones con tu station wagon (un fiel coche familiar de los 80 que se convierte en protagonista tanto como el jugador).

Cada expedición que emprendes por la zona es diferente, con anomalías y desafíos generados de forma semi-aleatoria. Puede que en un viaje te persiga una tormenta eléctrica de origen paranormal, en otro te topes con extrañas criaturas salidas de experimentos fallidos. El objetivo es explorar, recolectar recursos y llegar lo más lejos posible adentrándote más y más, mientras descubres pistas sobre el origen de la catástrofe. El elemento crucial es tu coche: literalmente tu vida depende de él. De inicio, el vehículo está hecho polvo, pero con las piezas y chatarra que recolectes puedes repararlo y personalizarlo tipo “Mad Max”: reforzar el parachoques, mejorar el motor, añadir escudos contra radiación, etc.

La gestión es intensa: hay que vigilar el nivel de gasolina, el estado de cada pieza, y reaccionar rápido ante daños. Si un neumático revienta o el radiador falla en medio de la zona, tendrás que bajarte a arreglarlo in situ con los materiales que lleves… rezando porque no aparezca algo mientras tanto. Y si el coche queda destruido o te quedas sin combustible dentro de la zona, probablemente encontrarás tu fin. Como advierten los desarrolladores, “será necesario algo más que un juego de neumáticos nuevo para mantenerte con vida dentro y fuera de la carretera”.



En cada viaje exitoso de vuelta al garage, puedes invertir los recursos en mejorar la “estación base” y el coche para ir un poco más lejos la próxima vez. Este ciclo de riesgo-recompensa, típico de roguelikes, se combina con una atmósfera opresiva: la zona está llena de fenómenos extraños (lluvias de ácido, campos magnéticos que lanzan objetos por los aires, bosques que cambian de posición) que hacen cada trayecto emocionante y tenso.

En el fondo, este título homenajea a esas películas de road trip post-apocalíptico como The Road o Mad Max, pero le suma elementos de misterio. A medida que avanzas, vas desentrañando el misterio de la Zona de Exclusión Olímpica mediante notas, señales de radio y ubicaciones secretas. La narrativa es ambiental, contada a través del propio escenario y las ruinas que exploras entre viaje y viaje.

Si Overland era un viaje de supervivencia táctico y Death Stranding (otro que podríamos mencionar) uno de entrega solitaria, Pacific Drive se enfoca en la relación hombre-máquina en situaciones límite. Tu coche es tu amigo, tu arma y tu refugio. Cada rasguño duele, cada mejora te da esperanzas de llegar un poco más lejos la próxima vez. ¿Hasta dónde te atreverás a conducir?

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