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Melanie Coleman: un salto aislado con desenlace fatal

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Un resbalón, una mala caída y un desenlace fatal: la estadounidense Melanie Coleman falleció ayer al no recuperarse de las heridas sufridas en la médula espinal tras un accidente mientras se entrenaba en el elemento de barras. Un caso aislado en un mundo donde la dificultad de los ejercicios se asocia al espectáculo pero donde la seguridad es extrema. «Cuando empiezas en la gimnasia artística, cada elemento se entrena por partes, con diferentes niveles de dificultad, y con diversos soportes para evitar cualquier accidente. Se aprenden los movimientos en camas elásticas, con fosos con gomaespuma, continuo apoyo y supervisión de los entrenadores, con cinturones colgados del techo, que si haces mal un movimiento te dejan colgada y no caes... la seguridad en todas las salas es máxima», asegura Lucía Guisado, seleccionadora nacional de gimnasia artística. En su trayectoria profesional nunca había asistido a un capítulo tan dramático como el de Coleman. «Nadie se entrena solo en un elemento. En cuanto las gimnastas se acercan a los aparatos siempre hay alguien vigilando para controlar los movimientos. Siempre», prosigue. Miles de horas Acostumbrados a que sea un deporte propicio para las maravillas, como las de Roxana Popa o Simone Biles, se olvida que para llegar a ese nivel, los ejercicios se han trabajado durante meses y años. Miles de horas y repeticiones que comienzan desde lo más básico hasta el grado de mayor de dificultad. «El movimiento tiene un peligro, pero se empieza por una base muy afianzada, y que pasa por un proceso muy calculado. De ahí la importancia que adquiere el trabajo en las niñas que empiezan, en que aprendan muy bien la técnica, y que tengan un gran conocimiento de su propio cuerpo, del espacio y de la orientación». Sí, también se aprende a colocar el cuerpo de la mejor forma para que un posible impacto tenga las mínimas consecuencias. Las horas de técnica y trabajo solo para entender el movimiento, que se hace primero en suelo o en colchonetas, son incontables. Después, la competición, con nervios incluidos, decidirá la nota, pero la perfección técnica, y segura, va de serie. Incluso en los torneos de máximo nivel, donde acuden las mejor preparadas, se cuenta con una red. En el ejercicio de barras, donde más posibilidades existen de una mala caída, el entrenador siempre acude al posible auxilio en el momento del cambio. Un apoyo físico y psicológico para las gimnastas, por mucho que hayan automatizado el ejercicio. «Es un deporte de impacto, y una mala caída puede producir una lesión. Pero no es más peligroso que cualquier otro. En fútbol se rompen el ligamento al correr o en motociclismo se caen a muchos kilómetros por hora. O que tengamos un percance mientras caminamos por la calle», zanja. También la Federación Internacional lo sabe. En el último Mundial, a Biles no le dieron una nota acorde con la dificultad de su ejercicio. «Era un aviso -explica Guisado-. No queremos que el aumento de la dificultad conlleve un accidente grave». Coleman recuerda, por desgracia, que nadie está a salvo de un percance, fatal o no, del resbalón de una mano o de que un pie vaya unos centímetros más lejos de lo debido. Ni siquiera las mejores.
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