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Nadia Comaneci: «Nunca me sentí un instrumento de propaganda política mientras competía»

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Dice Nadia Comaneci (Rumania, 1961) que la gimnasia le ha abierto muchas puertas en su vida y que nunca le agradecerá lo suficiente a su madre el hecho de que la apuntase a un gimnasio cuando solo tenía 6 años. Aquel torbellino de cría que hacía polvo los muebles de su casa e irradiaba energía y fuerza, encontró en la gimnasia artística tranquilidad y calma interior. Porque con sus saltos y piruetas se sentía como un pájaro. La sensación de libertad que llegaba a experimentar Comaneci le llevó a entrenar entre seis y ocho horas todos los días en el gimnasio de Bela Karolyi, quien se convertiría en su gran mentor. Ella nunca lo vio como un sacrificio. Tenía la suerte de hacer lo que más le gustaba en el mundo y viajar por él compitiendo. Tenía 14 años cuando se convirtió en la primera mujer que obtenía un 10 en las barras asimétricas. En aquellos Juegos Olímpicos de Montreal 76 cosechó tres medallas de oro, una de plata y una de bronce. Y conquistó a los adolescentes de su generación. «Nadia Comaneci: la Reina», tituló el suplemento «Los Domingos de ABC» el 15 de agosto de 1976. «Me gustaría ir a España este año», declaró entonces «la Comaneci» a este diario. Visitó nuestro país varias veces. Y continúa viniendo. La última vez fue hace una semana, para asistir al Mutua Madrid Open. Aprovechó el viaje para reunirse con ABC en el Hotel Santo Mauro y para supervisar un pequeño proyecto local que realiza para la Fundación Laureus, de la que es miembro desde sus inicios. Fue en el año 2000 cuando Comaneci -junto a otros 29 deportistas entre los que se encontraban Severiano Ballesteros, Emerson Fittipaldi y Miguel Indurain-, se embarcó en este proyecto «con la idea de utilizar el deporte para cambiar las vidas de niños que no tienen la oportunidad de practicar y, simplemente, mantenerles alejados de cualquier otro tipo de cosa negativa que pudiera pasar a su alrededor». Más de 60 deportistas de elite están ahora implicados en la Fundación Laureus y participan en los proyectos que se llevan a cabo en países de todo el mundo. «Es sorprendente ver lo competitivos que son los niños, ahí me doy cuenta de que son mucho mejores que nosotros», dijo Comaneci. Y añadió: «Está bien estar en una posición en la que tienes credibilidad por tu éxito, los niños te admiran. Para ellos es un gran honor interactuar con muchas de las leyendas que forman parte de la Fundación Laureus». Después de Montreal, Comaneci repitió la hazaña del «10 perfecto» en otras seis ocasiones, lo que todavía le hizo crecer más como leyenda. En la Rumania de Nicolae Ceausescu, ser deportista de elite le permitió a Comaneci viajar por todo el mundo. ¿Se sintió en aquella época como un instrumento de propaganda política? «Nunca me sentí así mientras hice gimnasia. Lo que hacía me encantaba, y siempre sentí un gran honor por representar a mi país», contestó. Comaneci se retiró de la alta competición en 1981, casi al mismo tiempo en que su entrenador decidió no volver a Rumania después de una de sus giras por el extranjero. Ocho años después, en noviembre de 1989, Comaneci también desertó y Estados Unidos se convirtió en su país de adopción. Allí se casó con el gimnasta laureado Bart Conner y se instalaron en Norman (Oklahoma), donde abrieron un gimnasio, crearon una empresa de equipamiento gimnástico y tuvieron a su hijo Dylan, de 12 años. «Él tiene la gimnasia como base, pero juega al fútbol, al tenis y escala. Cuando se dio cuenta de lo que hicimos su padre y yo en el mundo de la gimnasia, intentó tomar su propio camino». La caída de Ceausescu Cuando no había pasado ni un mes desde su fuga, el 25 de diciembre de 1989, en Rumania se alzaban contra Ceausescu. ¿Qué sintió cuando se enteró? «Fue un movimiento que la gente necesitaba y quería hacer por la libertad, así que honro esa decisión y estoy feliz de que Rumania sea libre ahora». Comaneci, que se lleva «bien» con Donald Trump, prefiere no hablar de política, tampoco sobre todo lo que vivió en Rumania y que la llevó a desertar. Cinco años después de la caída de Ceausescu, viajó a su país. Desde entonces lo visita seis veces al año. Allí montó una fundación y un hospital que llevan su nombre. Aunque Estados Unidos le dio la oportunidad de volver a empezar, prefiere mantenerse al margen sobre la política de inmigración de Trump. «Conocí a Trump hace años y he estado con él en muchas ocasiones, pero nunca comento lo que hace o lo que debería hacer», aseguró. «Soy inmigrante y creo que para los EE.UU. es maravilloso tener gente de tantos países diferentes». ¿Qué queda de la Nadia Comaneci que consiguió el «10 perfecto» a los catorce años? «No creo que nada me cambiara después de ganar los Juegos Olímpicos. El compromiso y la disciplina en todo lo que hago siguen siendo los mismos», reflexionó. «Sigo siendo una persona que está cerca de sus amigos y familiares, que intenta mejorar todo lo posible en el ámbito deportivo».
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