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Una Artemisa entregada a la práctica del deporte

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Frente al parapeto hay tres artemisas: Maydenia, Orquidia y Larissa. A metros de distancia, las flechas que punzan el ligero material y los corazones que bombean con más furia. Tensión y esperanza danzan de la mano. La terna cubana puede subir al podio. Una gesta se cuece a flechazos. Y al final, con la tensión tijereteada por exquisita puntería, cuelgan los metales en su pecho y escriben una página de la historia que los amantes del tiro con arco en este archipiélago recordarán por años.

De las tres, solo una mantiene la actividad deportiva como rutina diaria. Maydenia Sarduy, veterana hoy del equipo nacional, todavía guía a otras noveles en el campo de tiro de la escuela Giraldo Córdova Cardín. Larissa, por ejemplo, decidió acogerse al retiro. Tres grandes motivos la empujaron hace pocos años a tomar tan difícil decisión. Sus hijos: Gabrielle, Giselle y David.

Muchos recuerdan su estampa peculiar, con un gorro como seña de identidad. La del gorro, en cada certamen, era la cubana Pagán. Una arquera competitiva. Hoy, desde su hogar en La Habana, accede a rememorar pasajes de su trayectoria en entrevista exclusiva con Juventud Rebelde.

Larissa llegó a este deporte de manera fortuita hace ya 21 años. En su natal Santiago de Cuba, tenía 12 abriles cuando lanzó la primera flecha, gracias a su hermana, quien, en la búsqueda de una plaza para ella, le abrió un camino. Casualmente, era exactamente esa la edad que buscaban los profesores de la disciplina en su proceso de captaciones.

«Realmente emociona poder disparar y acertar una flecha a una determinada distancia, aunque es monótono y aburrido todo el trabajo de iniciación, cuando el desarrollo sucede frente a un espejo, imitando los movimientos técnicos sin tocar arcos ni flechas. Además, la preparación física resulta fundamental en la formación de un arquero de élite. Y fue mucho amor, con toda sinceridad, esfuerzo y dedicación, sin recoger fruto alguno en los inicios», confiesa.

A partir de entonces, fue escalando en la típica pirámide hasta el alto rendimiento: «Fue gratificante hacer equipos para mis primeras competencias del deporte y sobrecumplir con la marca que me pedían mis entrenadores. Fui cosechando buenos resultados a nivel nacional en categorías inferiores, hasta que en 2004 marqué un récord mundial de cadetes en la distancia de 50 metros de los Juegos Escolares celebrados en Artemisa. Y entonces, sin saberlo, me captaron para ingresar en el equipo nacional de mayores».

—Una vez allí, ¿cómo era el ambiente competitivo en la escuadra?

—Desde que ingresé al equipo nacional, nunca sentí rivalidad con nadie, solo descubrí en mi presencia allí, mi oportunidad, un trampolín para cumplir mis sueños de ser mejor atleta en el deporte. Por eso, mi enfoque siempre estuvo dirigido a exigirme al máximo para dar más de mí y ver cuánto podía sacarles a mis propias fuerzas y energías. Lo demás surgió de forma natural.

—¿Cómo recuerda el bronce de Guadalajara 2011?

—Fue algo muy emocionante aquel bronce panamericano. Además, un logro deseado y esperado, ya que Río 2007 me dejó una espinita enterrada, por la sensación de quedarme a las puertas o haber tenido la posibilidad de hacer más, pero la inexperiencia me venció. Eso le da mayor valor a Guadalajara 2011 y la medalla obtenida.

—¿Qué otros momentos recuerda con mayor cariño?

—En mi caso, podría recordar la final por equipos de los Juegos del Alba de 2007, disparando contra Venezuela. Disponía exactamente de tres segundos para soltar la última flecha, la cual definía la medalla de oro. Y ganamos. Lo gracioso, a estas alturas, fue con la lentitud y precisión con que hice los movimientos. Vladimir Quintas, nuestro entrenador, se halaba el cabello y todos gritaban que me apurara (risas).

Otro momento memorable fue el Mundial de Turín 2011. A veces quizá no se cumplen los objetivos deportivos, pero igual hay eventos que sirven en la adquisición de mucha experiencia. Aquel fue mi primer torneo de ese tipo y las primeras flechas disparadas me provocaron una gran inyección de adrenalina. Otra situación épica como arquera fue disparar contra Katuna Loring (atleta americana medallista olímpica) y poder obtener la victoria flecha a flecha. Pero más allá de eso, cada evento siempre fue muy disfrutado.

¿Cómo era el día a día de la Larissa arquera y cómo es ahora el de la atleta retirada?

—Antes tenía horarios muy estrictos por cumplir. Todo se resume en muchos sacrificios para el deporte y mucha negación de mis intereses personales en beneficio del propio deporte. Solo el que practica alguna disciplina puede entender cuánta vida se deja en un equipo nacional, tanto el atleta y el entrenador. Y lastimosamente se vive mucha competencia y la rivalidad fuera del terreno resulta en ocasiones más agotadora que el entrenamiento día a día.

«Mi vida ahora es diferente. Soy casada y tengo tres hermosos hijos. Y ya ves, el sacrificio es diez veces superior, aunque me parezca gratificante porque esta vez es por personas».

—¿Qué le diría a una joven arquera que sueñe con llegar al equipo nacional?

—Lo primero, que los objetivos por los que practica siempre serán objetivos deportivos y no personales. Y lo segundo, que el enfoque de su vida (durante todos los años que dedique al tiro con arco) gire alrededor de sus propósitos y que luche por ellos.

¿Cuánto representó en su carrera la figura del entrenador Vladimir Quintas?

—Creo que cada entrenador de tiro con arco que estuvo a mi lado enseñándome los principios, la ciencia y la perseverancia para practicar el deporte, jugó un papel fundamental en mi carrera. Pero mi profe Vlady fue con quien más tiempo pasé y para mí siempre representó un guía, una persona necesaria para lograr lo máximo de mí. Podían existir muchas opiniones en el ámbito con respecto a realización de la técnica y otros criterios similares, pero la última palabra para mí era la suya. Es excelente y le agradezco muchísimo.

—A su juicio, ¿por qué el tiro con arco cubano no ha tenido mejores resultados históricamente?

—La práctica de cada disciplina deportiva conlleva mucha inversión humana y económica y en nuestra sociedad nos golpea mucho la poca cultura que existe con respecto al tiro con arco. De hecho, hay muchas personas que desconocen totalmente del tema. Creo que los medios de comunicación juegan un papel fundamental en esto. Pero más allá de eso, Cuba es un país que produce titanes. Me atrevo a decir que aquí nacen personas con un potencial enorme en todas las esferas profesionales, pero la práctica continua y efectiva de nuestra modalidad en un año asciende a miles de dólares en cualquier parte del mundo.

«El bloqueo impuesto contra nuestro país nos afecta directa y significativamente, ya que toda la implementación necesaria para la práctica debemos adquirirla por terceros países y a un costo tres veces mayor. Y, aun así, nunca quedan del todo abastecidas las necesidades de implementación de la selección nacional cubana. Pero en ese panorama tan complejo fuimos y somos capaces de obtener resultados históricos en las arenas internacionales».

—¿A qué se dedica actualmente?

—A la enseñanza de la iniciación de la ciencia y técnica para ejecutar el disparo de las flechas con un arco. Esto es con niños de entre nueve y 12 años de edad que deseen practicar nuestro deporte en el futuro.

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